Su historia comienza como la de muchas parejas: se conocieron gracias a unos amigos comunes, entablaron una bonita amistad y, un año más tarde, descubrieron que querían pasar juntos toda la vida. La boda llegó después de una década juntos, tras una pedida de mano entre montañas y con sus perros. Paula y Lucas se dieron el 'sí, quiero' el 20 de septiembre en Valencia, su tierra. En una ceremonia sencilla, en la que estuvieron acompañados de sus familiares y amigos, y en la que la novia optó por un look nupcial 100% vintage.
La historia de su vestido de novia
Antes de continuar con esta historia es importante conocer un dato. Paula es hermana de la modelo Marta Ortiz. Esto es importante porque la valenciana es abanderada del ecolujo, una corriente que defiende la calidad antes que la cantidad en el vestir. Lo es desde hace mucho tiempo, pero sobre todo desde que en 2021 lanzó una plataforma de moda sostenible, Matiz, en la que tampoco falta una sección de ropa vintage. Tal vez por eso, cuando Paula empezó a buscar su vestido de novia tuvo claro desde el primer momento que debía ser antiguo.
"Me sentía muy cómoda pensando en que, por un lado, es una de las opciones más sostenibles que existen hoy en día y, por otro, el estilo elegante, minimalista y romántico que buscaba no se encuentra fácilmente en diseñadores contemporáneos, pero sí en prendas vintage. Como mi hermana Marta se dedica a buscar este tipo de piezas, nos pusimos manos a la obra, ya que el proceso de búsqueda es muy largo" nos cuenta.
La novia nos explica que crearon un grupo en el que tanto ella como sus hermanas y su madre enviaban todos los diseños que encontraban. Había muchísima información, y muy variada, pero Paula eligió el primero que compartió con ellas. Era un vestido de los años 90, de una firma italiana especializada en seda (estaba confeccionado íntegramente en ese tejido). Tenía escote palabra de honor, se ajustaba hasta la cintura, de la que nacía una falda recta, pero llena de movimiento gracias a los godets, colocados a diferentes alturas.
Al tratarse de una prenda vintage no era desmontable, como muchos de los diseños actuales y, aunque permitía recoger la cola gracias a un sistema de enganches, Paula prefirió cambiarse para la fiesta y llevar un vestido lencero de Mango.
De las joyas al velo vintage
Uno de los errores más frecuentes de las novias es centrarse solo en el vestido y dejar, en un segundo plano, la elección de los accesorios. Estos detalles no solo ayudan a redondear el look, también son parte de la narrativa y cuentan tanto como el vestido. En el caso de Paula, los complementos también estaban llenos de historia y anécdotas.
Nos cuenta que el velo fue el que más le costó encontrar. Finalmente, su hermana lo descubrió en Vinted. Pertenecía a una casa española especializada en mantillas tradicionales, combinaba plumeti y encaje, y nada más verlo se enamoró de él. Lo llevo con la melena sujeta en un sencillo semirrecogido que le hizo su tía, y lo adornó con un broche vintage que Marta encontró en una tienda de Roma. El resto de joyas que llevó, unos pendientes que le prestó su hermana, también eran antiguas. Eran de diamantes y zafiro, de los años 20, y no podían favorecerle más.
Para dar un toque más desenfadado y cómodo al look optó por unas bailarinas planas de seda, en color marfil, de Repetto. Y para aportar un poco de color eligió un ramo fresco que crearon desde el Taller de Clo. "Mi ramo iba adornado con un medallón de cerámica donde se leía en letras hechas con pan de oro 'K&T' en honor a mis perros. Para mí era muy importante tenerlos cerca en un momento tan especial. Así que opte por llevarlos conmigo de esta manera (más tarde se unieron al convite)", nos cuenta.
Un día lleno de anécdotas
Cuando llegó el momento de organizar su boda, tuvieron claro que querían una celebración familiar, informal y con sabor a despedida del verano. Así, eligieron el icónico Club Alcatí en Alicante para sellar su amor el 20 de septiembre. El enclave, una joya restaurada de 1900 con vistas a la Albufera, sirvió de escenario para una ceremonia oficiada por su tía, la que la peinó, y su hermana Marta.
"El viernes anterior a la celebración, Lucas y yo nos casamos por lo civil en Madrid junto a nuestros padres y hermanos. Esto hizo que nos pudiésemos dar el privilegio de hacer una ceremonia muy corta", nos cuenta.
En cuanto a la decoración, la pareja se centró en resaltar la belleza natural del entorno de la Albufera. Fue minimalista y muy personal: una manta pintada por la novia daba la bienvenida, mientras que las mesas se adornaron con ramas de olivo y limones procedentes del campo familiar del novio. Aunque ellos mismos, con ayuda de sus familias, se encargaron de todo, para el gran día contaron con la ayuda de Paula Romero, organizadora de eventos y fundadora de Pomelo eventos, para que se encargara de la coordinación.
El cóctel se sirvió a los pies de la Albufera, dando paso a un banquete con guiños a la gastronomía valenciana: producto de la tierra, simpleza y, por supuesto, una paella como plato principal. La exquisita torrija de horchata y un resopón con la misma horchata y fartons cerraron el menú. Además, para asegurar que los 120 invitados se integraran, la pareja ideó un juego que pusieron en práctica durante el banquete. Tras compartir un dato curioso, cada invitado debía encontrar a su "pareja de dato" para participar en el sorteo de un viaje sorpresa.
Cuando le preguntamos qué fue lo más especial de aquel día, Paula lo tiene claro: "Sin duda ¡casarnos! Poder celebrar nuestro amor con todos nuestros invitados fue increíble. Lucas y yo llevamos 10 años juntos, ¡así que ya tocaba!".

























