En la historia reciente de la moda nupcial, pocos looks de novia han cosechado, por unanimidad, tantos aplausos como el que Eugenia de York llevó el día de su boda con el ejecutivo de marketing y empresario Jack Brooksbank. La princesa deslumbró aquel 12 de octubre de 2018, hace hoy siete años, con un espectacular diseño de corte princesa que apostaba por una sencillez sofisticada y escondía un poderoso mensaje. En su enlace, la sobrina de Carlos III del Reino Unido y nieta de Isabel II no dejó nada al azar y dio un gran protagonismo a la joya que coronaba su estilismo, una imponente tiara con una maravillosa historia ligada a la aristocracia. Recordamos todos los detalles de su elección de estilo para aquel inolvidable día que comenzó en la Capilla de San Jorge del Castillo de Windsor.
© Getty ImagesLa segunda gran boda real del año
Aquel 12 de octubre todo estaba preparado para celebrar la segunda gran boda real del año. Curiosos y periodistas esperaban a las puertas del templo (con un gran despliegue de seguridad con un coste superior a las dos millones de libras) para celebrar el amor de estos novios, buscando vivir una jornada tan espectacular como la que ofrecieron meses antes —concretamente el 19 de mayo de ese mismo año— el príncipe Harry y Meghan Markle.
Y no se equivocaron, porque en ese ‘sí, quiero’ entre la novia, de 28 años y el novio, de 31, hubo más de 800 invitados durante la ceremonia y cerca de 1.200 en la celebración. No quisieron perderse esta cita Robbie Williams, Ricky Martin, Demi Moore, Liv Tyler, Kate Moss, Naomi Campbell, Cara Delevingne, Ellie Goulding o James Blunt, entre muchos otros rostros conocidos del cine, la música, la televisión, la alta sociedad o la realeza.
© Getty ImagesDos diseñadores para un vestido memorable
Todos aguardaban en sus asientos para ser testigos de la llegada de Eugenia de York, la gran protagonista, del brazo de su padre. El viento, que soplaba con fuerza, no fue un impedimento para que el look nupcial luciera en todo su esplendor. La princesa escogió para la confección de su esperado traje de novia a Peter Pilotto y Christopher de Vos, fundadores desde 2007 de la firma Peter Pilotto (a quienes conoció en una gala en apoyo a artistas en la que ella era la presentadora). La base de la propuesta era un cuidado tejido, realizado en un jacquard de seda, con algodón y mezcla de viscosa, que quería ser un guiño a la realeza británica y las raíces del novio.
Tras un minucioso estudio de los estilismos nupciales de las novias de la familia real británica, los dos creativos decidieron que la tela (realizada en Como, Italia) debía llevar los siguientes motivos: en honor a Escocia, un cardo; en representación de Irlanda (por la familia Ferguson), un trébol y para celebrar la casa a la que pertenecería la pareja, la rosa de York y la hiedra.
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© Getty ImagesEl diseño era una creación de corte a la cintura, con silueta catedral, mangas largas de aire medieval, escote de pico delantero con tejido vuelto, cola de casi cinco metros y un segundo escote en V en la espalda, que mandaba un mensaje a conciencia. La hermana de Beatriz de York quería que todos los asistentes a su enlace pudieran contemplar la cicatriz de su espalda, resultado de una operación de escoliosis que afrontó con tan solo doce años (el doctor que la intervino estuvo invitado este día). Conforme los meses pasaron, la royal pudo hacer balance de esta decisión: “empezamos a recibir cartas de gente que se sentía muy bien porque lo hubiese hecho, y también recibí cartas de gente con escoliosis; cartas de niñas que estaban pasando por lo mismo y me sentí muy emocionada al percibir todo el apoyo de la gente”.
© Getty ImagesLa historia de su mágica tiara
Para completar el diseño, Eugenia de York renunció al velo, contra todo pronóstico, y decidió que todas las miradas se dirigieran a su mayestática tiara. Aunque todas las quinielas apuntaban a que se decantaría por la de York, que también llevó su madre, Sarah Ferguson, cuando se casó en 1986; no fue así, renunció a la tradición de escoger la misma joya que su progenitora. La elegida fue una pieza deslumbrante, la diadema Greeville Emerald Kokoshnik, perteneciente al joyero real de la reina Isabel II. Una creación, que era el ‘algo prestado’ de la princesa, que combinaba con sus ojos verdes y encerraba una fascinante historia.
© Getty ImagesLa tiara, realizada en platino, se compone de un notable número de diamantes de talla brillante y talla rosa que se combinan con seis esmeraldas a cada lado y una grande central, 13 gemas en total. Boucheron fue la casa artífice de esta diadema, por expreso encargo de la dama de la alta sociedad británica Margaret Greville en 1919. Esta aristócrata terminaría legando la pieza, inspirada en las joyas Kokoshnik de la Rusia imperial, a la reina Isabel II en 1942. Así llegó a las manos de la novia y fue la elegida, puesto que, además, eran perfectas para lucir con los pendientes, también con esmeraldas (una cada uno) que el propio Jack Brooksbank le regaló antes del enlace.
“Fue lo más increíble que llevé porque es una pieza de la historia que mi abuela me dejó, un momento de mucho orgullo, y los preciosos pendientes fueron un regalo de mi marido”, contaría tiempo después. Tampoco pasaría desapercibido su anillo de compromiso, de 25 mil libras, en el que un halo de diamantes rodeaba a una rara avis, un zafiro padparadscha central que llamaba notablemente la atención en algunas imágenes del día.
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© Getty ImagesUn ramo de novia con notas de azul
Todas las prometidas tienen como costumbre llevar algo azul en su ‘sí, quiero’ para gozar de buena suerte en el matrimonio y la sobrina de Carlos III no quiso ser menos. Lo encontrábamos en su ramo, un diseño floral que incorporaba cardo azul (una variedad que en España puede encontrarse desde finales de la primavera hasta principios del otoño), jazmines, rosa blanca, hiedra —que creaba una bonita cascada— y lirio del Valle (la flor favorita de las novias de la realeza).
El mirto, recogido de Osborne House (donde se encuentra el arbusto), tampoco podía faltar, pues siempre figura en los diseños florales de las novias de la casa real británica desde que la reina Victoria se casara con el príncipe Alberto y lo plantara para convertirlo en tradición. Tras ella siguieron muchas otras mujeres de la realeza, relacionadas con familia real británica, llevando ramas de este mismo arbusto. Integrar todas estas flores no fue tarea fácil, pero Patrice Van Helden Oakes, hermana del conocido diseñador floral Rob Van Helden (quien se encargó de la decoración del día), supo hacerlo con maestría.
© Getty ImagesLas claves de su look de belleza
Al no llevar velo, se pudo distinguir a la perfección el peinado elegido y el maquillaje para la ocasión. El rostro estaba despejado, gracias a un recogido con ondas desiguales que dejaba dos mechones sueltos en el frente y que había realizado el peluquero Sonny-Jo MacFarlane. El maquillador, por su parte, decidió potenciar la mirada de la princesa, con unas largas pestañas y unas cejas marcadas y una piel luminosa, jugosa y con pómulos rosados. Una apuesta natural para no enmascarar sus dulces facciones.
© Getty ImagesEstos fueron los ingredientes de su primer look, el que llevó en la ceremonia. Al concluir esta parte del gran día, los recién casados se trasladaron, junto a sus convidados, a la recepción ofrecida por la reina Isabel II en el propio castillo. Al caer la tarde, la novia cambió su primer estilismo por un segundo, inspirado en un icónico look de Grace Kelly en Atrapa un millón y diseñado por el neoyorquino Zac Posen. Era una propuesta que enmarcaba la silueta de la royal, con plisados y drapeados (y bordados florales ligeramente escondidos), creada en un sutil color rosado, homenaje a la rosa blanca de York. Una pieza igual de memorable que rompía con la visión más clásica de los looks nupciales de la realeza.
