Si algo queda claro en la industria de la moda en general, y en la nupcial en particular, es que podemos vislumbrar en el pasado las tendencias del futuro. Lo confirmamos con las hombreras muy marcadas y las mangas voluminosas, que revisitaban lo mejor de los años 80; también en vestidos de novia de estética naïf, con lazos y con un punto nostálgico, que nos trasladaban a nuestra más tierna infancia. Esta vez es Patricia, nuestra protagonista de hoy, la que viene a recordarnos que revisar los archivos del pasado, incluso los meramente históricos, puede ser una fuente inagotable de inspiración.
Un vestido inspirado en la Edad Media
“Lo tenía muy claro. Quería un vestido de inspiración medieval, porque siempre me han encantado los trajes de esa época de las películas y las obras de teatro”, comienza a contarnos Patricia. No debe ser casualidad que a principios de 2025 apareciera una apuesta inesperada en el mundo de la moda que acaparó todos los titulares. Lo llamaron medievalcore, y nos hizo mirar atrás, muy atrás, hasta el punto de recuperar las cotas de malla, los corsés, los cortes bajos y a figuras como Juana de Arco como sorprendentes referentes de estilo.
Patricia no fue una Juana de Arco, pero sí se alegró de que le comparasen, ni más ni menos, que con la regia reina Isabel la Católica. “En una de las pruebas, mi prima y mi mejor amiga me pusieron ese apodo, cosa que me chifló, porque era justo lo que buscaba”, reconoce.
Su reinterpretación nupcial del medievalcore, también llamado castlecore, se hizo posible gracias al equipo de Navascués, que captaron su gran personalidad desde el minuto uno. “Sus grandes profesionales y la variedad de tejidos que tienen me impresionó muchísimo. Me encantó lo fácil que entendieron lo que quería y lo bien que adaptaron la idea para hacerlo realidad”.
Un vestido ‘4 en 1’ desmontable
Hablamos de un vestido minuciosamente pensado. Un diseño ‘4 en 1’ ideado en capas desmontables, “como un puzzle” del que se iban desprendiendo piezas. La casualidad quiso que Patricia asistiera a su primera prueba con un chaleco, una pieza clave que sirvió a Guille, de Navascués, como punto de partida.
“Tenía muy claro que no quería ni cola ni velo, pero sí unas mangas que hicieran las veces de cola. Pensando en cómo podíamos hacer un efecto ‘doble manga’, a Guille se le ocurrió hacer un chaleco de crepe sobre el que colocar las primeras mangas largas”, explica. Esta tendencia de mangas larguísimas que caen y arrastran sustituyendo al velo, comenzó a asentarse allá por 2018, con firmas como Carolina Herrera o Theia como firmes defensoras.
Patricia tomó el relevo de esta idea, con unas mangas-velo que se podían quitar, creando así un segundo look. “También me cosieron un pañuelo que era de mi abuela, con una flor bordada azul en el forro del chaleco. Me hizo mucha ilusión llevarla conmigo ese día”. Y de esta manera comenzó a moldearse el “vestido de sus sueños”, un diseño que “a mi madre y a mí nos encajó al segundo, porque me gusta mucho llevar chalecos”, explica.
La tercera “capa” era una especie de “sobrevestido” de organza, con godets, abertura frontal y transparencias. Tenía cuello a caja y unas largas y delicadas mangas de bambula, también desmontables, que hacían ese marcado guiño a las vestimentas de damas y doncellas de las cortes medievales. Sin embargo, su madre más bien la definió como un “hada de los bosques”, un apodo para nada desacertado para una novia que celebró su boda en un pueblo del Pirineo, rodeada de naturaleza.
La cuarta parte era el vestido base como tal, un diseño lencero, tipo slip-dress, confeccionado en satén de seda que sigue las directrices nupciales más minimalistas. “Al final, en la fiesta, acabé con este camisón que también era espectacular”, reconoce. Por algo ha sido siempre el favorito de las novias más estilosas del panorama nacional e internacional, con Carolyn Bessette a la cabeza.
Un peinado también desmontable
Por si fuera poco el entramado del vestido, el peinado elegido no se quedó atrás. Por supuesto, debía conectar con la estética del look y Virginia, su estilista, apostó sobre seguro con un recogido con trenza de espiga y raya en medio. “Me hizo un peinado muy yo, me vi muy guapa y el pelo aguantó intacto todo el día, a pesar de los saltos y todo el traqueteo que tuvimos”.
Como no llevaba velo, se pudo permitir la licencia de explorar las bondades de un cubre raíz dorado, firmado por Calan by Lilian. “Es una marca española que hacen todo de manera artesanal. Me lo regalaron mis mejores amigas”, recuerda.
Y como guiño al concepto desmontable, al quitarse las capas del vestido para el momento de la fiesta, también se quitó el recogido y dejó su melena suelta. El cubre raíz, en este caso, lo sustituyó por unos pendientes XL de estética festiva de Sach Atelier, que otra de sus amigas le compró sin dudar. "Los vio y casi sin preguntar, me los compró. Le encantaron para mí".
En cuanto al maquillaje, apostó por las manos de Ana, de Abrumada. “Nunca me habían maquillado y quería algo muy natural, como lo que yo me suelo hacer cuando me maquillo. También me sentí yo misma”.
Accesorios que hablan de ella
Lo bueno de unos zapatos de novia es que son un tesoro para toda la vida. Hay quienes los guardan como tal, pero otras mujeres como Patricia, en un alarde de practicidad, los compran pensando en darle muchos más usos después de la boda. “Eran unos mules de doble hebilla, comodísimos, de Salo Madrid. Los tenía fichados desde hacía tiempo. Lo que me convenció a hacérmelos de color blanco era que luego los voy a teñir de negro. ¡Me encantan!”, reconoce.
El ramo, por su parte, fue creación de Santiago, de Nacho Bergara. “Tenía claro que quería todo en tonos rojos, como el resto de la decoración, pero le deje a él hacer lo que le inspirase mi vestido, el sitio y el resto de la boda”, nos cuenta. Él lo definió como el ramo de una persona dinámica, elegante y a la vez especial. “Me enamoró desde que me lo enseñó”.
Como aderezo, llevaba dos medallas de la Virgen del Pilar. “La de cerámica me la regalaron las chicas de Atelier Pottery, María Vega de Seoane. La de plata me la regaló una de las mejores amigas de mi madre en la pedida. Y me hizo mucha ilusión ir protegida y cuidada por mi virgen”
Su historia de amor
La suya no es una historia de tristanes e isoldas, ni de trovadores y castillos, pero sí la de templos centenarios envueltos en mística que irradian un magnetismo especial. La ermita de Santa Elena, que se erige imponente cerca de las aguas del río Gállego, en Biescas (Huesca), fue el lugar elegido por la pareja para darse el 'sí, quiero', cinco años después de conocerse en aquella escapada a Formigal. “Conocía a Nacho en Biescas, un lugar muy especial para mí, es mi lugar feliz. Mis padres tienen casa allí y es donde siempre hemos ido a pasar los veranos y a esquiar”.
Se casaron el 28 de junio, una fecha que casi tuvieron que dejar en manos del azar por temas de disponibilidad. Para la celebración eligieron Piedrafita Lounge, un lugar “donde las vistas no tienen precio”. Entre los momentos más especiales, Patricia destaca los bailes con su padre y con su ya esposo. "Para mí todo fue una pasada. Todo el mundo estaba encantado con el entorno y el sitio".
La organización y la decoración
Siendo Patricia profesional del marketing y PR, con sobrada experiencia en organización de eventos, con una madre experta en protocolo y una suegra con la que comparte estilo, no es de extrañar que prescindieran de wedding planner y se pusieran ellas mismas manos a la obra. “Entre las 3 hicimos una boda a nuestra imagen y semejanza. He de recalcar que mi marido también trabajó mucho y ayudó en todo lo que pudo y más. Nos pegamos una buena paliza, pero mereció la pena. Lo haríamos una y mil veces. Pero, sobre todo, mención especial a mi madre que sin ella no habría sido posible la boda de mis sueños”.
La decoración tuvo como color principal el rojo, con toques amarillos y naranjas que evocaban el paisaje de Aragón cuando adormece en otoño. Las mesas se decoraron con hortalizas como tomates y pimientos, en un estilo campestre muy personal. La papelería, diseñada por su amiga Amaya, fue completamente artesanal: desde el sello hasta los meseros, cuidando cada detalle.
Patricia nos ha regalado con su boda un punto de fantasía con el que salir de la rutina y los estándares. Un look que, lejos de narrar historias de aventuras, dragones y mazmorras, reflejan su propia historia, la de una novia con gran personalidad que se casó sintiéndose muy ella. “Lo más importante es ser una misma, no intentar sorprender ni cumplir expectativas, sino que se plasme la personalidad de la novia, y dejarse aconsejar por profesionales, que al final son los que saben”, concluye.