El 28 de mayo de 2016, la localidad granadina de Íllora fue el escenario de una de las bodas más internacionales: la unión entre el empresario y filántropo de origen colombiano criado en Nueva York, Alejandro Santo Domingo, y Lady Charlotte Wellesley, hija del Duque de Wellington y la princesa Antonia de Prusia. Se dieron el 'sí, quiero' en la iglesia de la Encarnación, un templo del siglo XVI situado en el corazón de este municipio andaluz. Una elección que no fue casual; la familia de la novia posee una finca en la zona, La Torre, a la que luego se trasladaron junto a todos sus invitados para la celebración.
Un vestido de novia de alta costura
Para sellar su amor con el empresario colombiano, Lady Charlotte solicitó los servicios de una de sus mejores amigas, la diseñadora Emilia Wickstead. La creativa, formada en Central Saint Martins y con experiencia en casas como Giorgio Armani o Narciso Rodriguez, fundó su propia firma en Londres en 2008 y rápidamente se ganó un lugar en el vestidor de la alta sociedad europea. Sus diseños nupciales destacan por las siluetas estructuradas, los tejidos de calidad y una elegancia discreta que bebe tanto del clasicismo como de la modernidad. Entre sus clientas más famosas figuran la princesa de Gales, Kate Middleton —quien ha lucido sus diseños en varias ocasiones—, Meghan Markle, Gwyneth Paltrow o Alexa Chung.
La novia escogió un estilismo nupcial bastante abrigado, pero tiendo en cuenta los vientos y las bajas temperaturas que casualmente imperaron en Íllora ese sábado resultó muy apropiado. Wickstead realizó para su amiga un vestido blanco con espectacular y pesada caída, dos solapas sobre el escote, las mangas largas y los hombros al descubierto. Un diseño que combinó con un velo largo de tul con pequeños bordados que recordaban a lunares —un guiño sutil al espíritu andaluz del entorno— y que se sujetaba a un recogido bajo pulido. Este peinado enmarcaba su rostro con sencillez y dejaba a la vista unos llamativos pendientes.
Un detalle que no pasó desapercibido fueron sus zapatos. Aunque eligió un modelo de corte clásico, fue el color lo que más llamó la atención. Eran verde oliva, un tono poco habitual en las bodas tradicionales, pero que aportaba personalidad y frescura al look. Con este gesto, Lady Charlotte rompía suavemente con las normas sin perder la elegancia.
Muy especial fue también su ramo. La novia apostó por un diseño en verdes y blancos, con una gran variedad de flores. Este tipo de composiciones, pese a no ser de tendencia, funcionan bien en cualquier momento y no pasan de moda, motivo por el que muchas prometidas de la realeza o aristócratas apuestan por ellos.
Invitados de renombre y una celebración exclusiva
La boda congregó a numerosas personalidades de la realeza y la alta sociedad. Entre los asistentes se encontraban el rey Juan Carlos, Camilla Parker Bowles, el cantante James Blunt junto a su esposa Sofia Wellesley, prima de la novia, Tatiana Santo Domingo, sobrina de Alejandro, que acudió junto a su marido, Andrea Casiraghi y la modelo Eva Herzigova, entre muchos otros.
Tras la ceremonia, los invitados se trasladaron a la finca familiar de los Wellesley, conocida como La Torre o el 'Gibraltar granadino', para disfrutar de una recepción privada. Esta propiedad, con una extensión de 960 hectáreas, fue un regalo del Gobierno español al primer Duque de Wellington en agradecimiento por su ayuda durante la guerra de la Independencia.
La celebración estuvo impregnada de elementos típicos andaluces: desde la gastronomía, que incluyó tapas como boquerones, croquetas y gazpacho, hasta la decoración, que combinó tonos neutros con arreglos florales donde predominaba el verde.