La elección del vestido de novia (o delo diseñador que se va a encargar de hacerlo) a veces está llena de anécdotas. Laura ya tenía a la persona que iba a dar forma a su traje, pero una amiga de toda la vida le insistió en que visitara a Paula Matthei. "Me enamoré de su taller, es realmente precioso. Y Paula es una persona superdulce y con un estilo a la hora de vestir con mucha personalidad. Me gustó también que no era muy conocida cuando yo la visité y sentí que lo tenía que hacer con ella". Pero lo que realmente hizo que la eligiera fue el flechazo que tuvo con un tejido.
Era un satén color perla que la diseñadora había comprado en París y del que quedaba la cantidad justa para hacer un vestido. "La calidad y la caída eran espectaculares. Además, yo me quería casar de satén, con lo cual la decisión se hizo sencilla en ese momento".
Un vestido de novia bicolor para la boda de Laura
Laura sabía que le gustaba el satén —le parecía el tejido perfecto para una boda de tarde—, quería marcar la cintura y mostrar la clavícula, pero no tenía muy claro cómo hacerlo. Empezaron a dar forma a un vestido sencillo y bastante liso, pero notaban que le faltaba algo. La novia nos cuenta que, aunque no tenía una inspiración clara, vio "una imagen recreando un vestido encorsetado de novia del siglo XVIII de una mujer inglesa y me enamoré". Y decidieron probar un corsé que formaba parte de uno de los diseños de Paula.
Fue así como nació un diseño de clara inspiración vintage confeccionado en satén color perla y seda de un tono champán. "Le pedí que me hiciera un corsé que se pudiera separar del vestido (de hecho para las copas me lo quité)", nos explica la novia. Pero no era el único detalle especial de la prenda.
Gracias a la mezcla de tejidos y a su forma de trabajarlos, Paula creó un traje que merece la pena observar con detenimiento. No solo el corsé, elaborado con diferentes materiales y cerrado con cintas satinadas ayuda a conformar ese todo; también el escote cuadrado, las mangas de tres cuartos ligeramente abullonadas en el puño y la mezcla de texturas, que siempre aporta un toque diferente y muy especial a las creaciones.
Todo el proceso, apunta Laura, fue una maravilla. "Me haría 1.000 vestidos a medida. Es muy divertido. A las pruebas siempre me acompañaban mi madre, mi hermana y mi suegra y, la verdad, no sé qué habría hecho sin ellas. Hubo que hacer algunos ajustes porque en nuestra cabeza el vestido quedaba de una determinada forma, pero luego en la realidad no funcionaba del todo bien. "El trabajo de Paula fue crucial para lograr el resultado final".
Joyas vintage y un ramo de novia lleno de color
Elegir bien el resto de accesorios que acompañan el look nupcial es importante para que el resultado sea armónico. Un vestido como el de Laura no necesitaba velo y tampoco un tocado con el que adornar la cabeza. La novia lució la melena suelta, peinada con sutiles ondas al agua que realizó Bea de Oui Novias, quien también se encargó de peinar a su madre y a su hermana. El maquillaje, favorecedor y muy natural, fue obra de Loleeta Von Vil.
En cuanto a las joyas, la novia nos cuenta que, además del anillo de pedida, lució una sortija de su bisabuela y unos pendientes vintage, regalo de su madre. "Tenía claro que quería unos pendientes grandes, son un accesorio al que yo recurro mucho en cenas o en mi día a día, me parece que cambian el look totalmente". Para los zapatos apostó por unas sandalias color champán de Jimmy Choo con una perla en el centro, un diseño que conquista a las prometidas.
También merece la pena hablar del ramo. Jimena, de Marengo, fue la encargada de dar forma a una composición llena de color y con mucha variedad de flores. "Lo que sujetaba el ramo eran retales del vestido y llevaba atado una medalla de la virgen de Begoña (por la oración que siempre rezaba mi abuela Blanqui) y una cinta de la virgen del Pilar (por mi suegra)".
Todos los detalles de su boda
Laura y Adrián se conocieron en la universidad y después de once años juntos decidieron darse el 'sí, quiero'. Lo hicieron el pasado 14 de septiembre por la tarde en la iglesia de la Losa (Segovia). "La luz que había cuando entré en la iglesia fue de llorar (y lloré)", nos cuenta la novia.
Después se trasladaron a la Finca Lasmargas, donde contaron con el catering de Mentidero. "Los invitados nos felicitaron porque les encantó, sobre todo el cóctel. También encantó el vino tinto (Adaro), un Rivera de Duero de la familia de una muy buena amiga mía, de Bodegas Pradorey".
De la decoración de las mesas y del seating plan se encargó, igual que de su ramo, Marengo. Laura nos explica que los candelabros, llenos de velas, fueron el elemento predominante. "Quería una decoración que no fuera muy floral y que fuera clásica. Con manteles claros y muchos candelabros y velas que alumbraran cuando se fuera el sol. Quería un ambiente íntimo y que fuera muy 'de noche'. Todo iba en torno a los candelabros clásicos de tres o cinco brazos. De hecho, tanto en las invitaciones como en el menú había una ilustración de un candelabro (dibujada por mi tío). De toda la papelería de la empresa me encargué yo, que soy diseñadora gráfica (mi marca personal es LAMB Agency) y luego la imprimieron en un papel natural en una imprenta especializada en bodas. También desarrollé la web".
Para que todo saliera como habían imaginado, contaron con la ayuda de Marta, de The Big Day, encargada de coordinar a los proveedores y hacer que los novios pudieran sentirse cómodos y relajados. "No sé qué habría hecho sin ella el día de la boda. Todo salió impecable y con el timing perfecto", asegura la novia.
Las mejores anécdotas del día
Todas las bodas dejan un sinfín de momentos divertidos. Laura señala dos: "Me daba mucha vergüenza entrar a la cena bailando y lo dejamos en el aire hasta el último momento. Llegada la hora no pude no hacerlo y ¡menos mal! Porque fue uno de los mejores momentos de toda la celebración. Entramos con Mamma Mía, pinchada por Alberto Garal, de Key Events, que se encargó del fiestón de después. Otro dato es que, en el último momento, decidí llevar un sombrero de cow boy en color crudo para bailar con mi marido un merengue de Karol G y ¡triunfó! Creo que pasó por todos los invitados".
De aquel día de septiembre la novia se queda con la entrada a la iglesia del brazo de su padre y ver a Adrián esperando en el altar, con la entrada al banquete y con el vals que bailó con su padre; "no se me va a olvidar nunca".
Por último, cuando le pedimos un consejo para otras parejas que, pronto, se darán el 'sí, quiero', no lo duda: "Que lo planifiquen con tiempo porque organizar una boda puede ser una locura, que se rodeen de gente profesional y que disfruten al máximo porque se pasa volando, que se dejen llevar ese día. Para mí, sí que fue el mejor día de mi vida hasta la fecha".