A veces un vestido de novia está basado en una sola idea; otras, la mayoría, es fruto de una mezcla de retazos. Una inspiración que a veces llega del propio mundo nupcial —una novia famosa, un detalle visto en redes sociales, etc.— y otras de una pasarela o, como en el caso de Inmaculada, de una gala como la del MET. El vestido negro que Carlota Casiraghi llevó en el evento en 2023 fue uno de los puntos de partida. Pero detrás de esta pieza creada por María Barragán hay mucho más.
Un vestido de novia modificado a pocos meses de la boda
Inmaculada nos explica que eligió a María Barragán, entre otros motivos, por su profesionalidad. "Sabe lo que te va a quedar bien y capta tu idea y le da forma en un segundo. Sin duda de las cosas que más disfruté de preparar de la boda".
Y asegura que tenía muchas ideas sobre lo que quería. Estaba el vestido de Carlota Casiraghi, el diseño nupcial de Poppy Delevingne, "Además, hoy en día Instagram es una gran fuente de inspiración y encontré muchos detallitos en vestidos de otras novias y diseñadores que me inspiraron".
Fue así como nació la idea de crear un vestido confeccionado en tweed con un bandeau de seda. Una prenda que modificaron pocos meses antes de la boda. "María tuvo mucha paciencia, pero supo darle ese giro que necesitaba mi vestido para el día de la boda, sin renunciar a la elegancia y dándole un toque divertido y juvenil". Y lo logró al incluir un bordado de pedrería hecho a mano en la zona superior de la prenda.
"Cuando decidimos cambiar el diseño, comenzamos a probar todas las telas del atelier. Literalmente desmontamos todo el taller. Finalmente, María me mostró la tela de bordados en pedrería que no formaba parte de mi idea original. Fue probarla y la luz y lo que elevaba el diseño hizo que todos lo tuviéramos claro. Fue todo un acierto", asegura la novia.
En aquel momento también decidieron optar por un tweed de algodón, un tejido más ligero, y añadieron una cola de más de tres metros confeccionada en seda.
Un velo colocado a modo de diadema y joyas especiales
El velo es uno de los elementos más característicos de las novias. Aunque hace algunos años muchas prometidas prescindían de él, desde hace algún tiempo son la mayoría las que buscan el velo que mejor encaja con su vestido y llegan con él hasta el altar. En el caso de Inmaculada lo colocaron a modo de diadema y el resultado no pudo ser más especial.
En cuanto a las joyas, Inmaculada nos cuenta que llevó unos pendientes creados a medida que le regalaron sus amigas. "La mezcla de oro blanco y oro amarillo siempre me ha encantado. Consiguieron hacer unos pendientes con estructura y atemporales que quedaban superbien con el vestido".
También dos pulseras: una fue un regalo de Magdalena, la madre de su ya marido; la otra, con aguamarinas, se la regalaron sus amigas y la llevó entrelazada con su moño. Y una gargantilla antigua de su madre que le había regalado su padre por un aniversario.
En cuanto a los zapatos, nos cuenta que tuvo muy claro desde el principio que iba a llevar un diseño de CeiboConcept. "Elegimos el modelo Rania con forma de corazón, un guiño al amor. Soy una romántica".
Un ramo de novia hecho por su tío
La novia nos cuenta que su tío es un enamorado de las flores. Por eso, cuando anunció su boda, le propuso encargarse de la decoración floral y del ramo. "Fue brutal. No solo por lo bonito que quedó todo, sino por la ilusión que le puso y lo que compartimos los meses previos buscando inspiración. Al final esos detalles son los más importantes en un día tan especial".
Su tío creó para ella un ramo desenfadado, con esparraguera, que contrastaba muy bien con el vestido. Llevaba flores de la casa de Juanma que había cogido el día de la preboda sin que yo me enterase. Para mí el ramo fue una sorpresa hasta esa misma mañana. ¡Diré que hasta el novio lo vio antes que yo, aunque no me enteré hasta el día de después, otra anécdota!".
Su historia de amor
Inmaculada y Juanma se conocieron por casualidad en un concierto. "Yo iba al cumpleaños de un amigo y Juanma estaba casualmente celebrando el suyo con sus amigos. Esa noche empezamos a hablar y fue como si nos conociéramos de toda la vida. Desde ese día no nos hemos separado".
Después de casi tres años de relación decidieron dar el paso. "Creo que era algo que supimos los dos siempre desde el principio, hasta que un día decidimos darle forma. Juanma encontró el momento perfecto, en un día que para nada me lo esperaba (yo siempre le dije que quería que fuese sorpresa) en nuestro sitio especial, con una pedida muy íntima. Sin duda me conoce muy bien".
Y llegó el gran día. Inmaculada y Juanma se casaron en la iglesia del Sagrario en Granada. "El día que fuimos a visitarla estaban los padres de una amiga, que conocían al Padre Juan. Para nosotros eso fue una señal de que teníamos que casarnos allí. Además de pequeña, (aunque no soy de Granada) cuando visitaba la ciudad, alguna vez me pasó por la mente lo bonito que sería casarse allí. Creo que el destino tuvo algo que ver".
Fue una ceremonia muy cercana, celebrada por don Moisés, un amigo de la familia. La música, nos explica la novia, fue obra de los primos de Juanma.
Después se trasladaron a Viñas de Belén, una bonita finca que no necesitaba demasiado adorno. "En el cóctel, pusimos claveles rosas en mosquiteras antiguas de cristal que iban mucho con el estilo de la finca. Además, hicieron el seating plan con una cortina de amarantum granate sobre una mesa antigua de la casa de Juanma y muchas velas".
"Las mesas eran centros desenfadados con mucho verde, esparraguera y anturio rosa. En la mesa presidencial, además, había dos candelabros antiguos que había restaurado mi tío y verduras y frutas de la temporada: alcachofas, membrillos y granadas. Quedó precioso y sobre todo la ilusión que le pusieron".
Anécdotas del día de la boda
Una de las anécdotas más divertidas del día ocurrió justo antes de la ceremonia. Inmaculada, que siempre había querido ser puntual, salió con el tiempo perfectamente calculado. Todo iba bien hasta que, al doblar la esquina para llegar a la plaza de la catedral, se quedaron atrapados con el coche. "Por suerte muchos invitados pasaban por allí y nos ayudaron a maniobrar. Finalmente, mi padre y yo fuimos andando, atravesando toda la plaza de la catedral de Granada, llenísima de gente que no paró de aplaudir y gritar '¡viva la novia!'. Cuando llegué, Juanma estaba que le daba un ataque al corazón", recuerda divertida.
De aquel día Inmaculada se queda con la suerte que es poder casarte "con el amor de tu vida y compartirlo con tus amigos y familia no tiene precio. La ilusión y la felicidad de la gente al verte feliz; fue para nosotros lo más especial de todo".