Numerosos representantes de la aristocracia europea se dieron cita el pasado sábado 3 de mayo en Sanlúcar de Barrameda. El príncipe Alonso de Orleans-Borbón y la condesa Charlotte de Liedekerke celebraron su boda en el convento de los capuchinos, un destacado ejemplo del barroco andaluz que forma parte del conjunto histórico-artístico de la ciudad. Y fue frente a su fachada blanca y roja donde se desveló el vestido de la novia, el detalle más esperado de cualquier enlace.
Un vestido de novia de colección para una condesa
"Mi familia vino a Andalucía hace muchos años, con el duque de Montpensier, y siempre tuve una cercanía con este lugar. Nos planteamos si nos casábamos en Bélgica, de donde es mi mujer, o en esta preciosa tierra, y la decisión fue fácil", confesaba el novio a ¡HOLA! Él es fruto del matrimonio entre el príncipe Alfonso de Orleans-Borbón y Ferrara-Pignatelli, duque de Galliera, y Véronique Goeders; ella, hija de los condes Benoît de Liedekerke. Tal vez por eso uno podría esperar que la novia luciera un vestido confeccionado a medida, pero no fue así.
Charlotte de Liedekerke apostó por la sencillez en su look nupcial y llevó un vestido blanco de línea clásica, con manga larga ligeramente abullonada en los hombros. De este diseño de colección llaman la atención dos detalles. En primer lugar, el escote en V, bastante pronunciado —podríamos hablar de un deep lounge, un acabado que es tendencia— pero combinado con un elegante tul de plumeti que aporta elegancia. Por otro, la falda, llena de vuelo, que no llega a ser de corte princesa, pero sí aporta ese aire majestuoso y algo regio. Estaba culminada en la zona de la cintura con un fajín confeccionado en el mismo tejido.
Una tiara regalada y un velo sencillo
El vestido es una de las partes más importantes del look nupcial, pero para lograr un conjunto que funcione es importante prestar atención al resto de detalles. Charlotte decidió recoger su melena rubia en un recogido bajo, una opción que funcionaba fenomenal con el vestido, pero también con el velo —un diseño amantillado del que se desprendió durante la celebración— y la tiara, "que fue un precioso regalo de mi tía abuela Beatriz", explica el novio. Una delicada joya con pequeños arcos y gemas engastadas tanto en estos como en la parte superior.
Siguiendo con la sencillez del vestido, la novia apostó por unos pendientes de perlas, que quedaban a la vista gracias al peinado. También llevó una cadena de oro con una medalla y su anillo de compromiso, una joya que perteneció a la abuela de Alonso, Emilia Ferrara-Pignatelli. En cuanto al calzado, se decantó por unas bonitas sandalias de tacón ancho con detalles florales en la tira delantera.
Como la mayoría de prometidas, Charlotte de Liedekerke eligió un maquillaje muy natural, que realzaba su belleza, potenciando ligeramente los ojos gracias a un sutil delineado en la línea de las pestañas.
Muy especial fue también su ramo. Aunque muchas novias añaden notas de color al look gracias a este elemento, Charlotte prefirió elegir un diseño totalmente blanco, compuesto por rosas y peonías. "La flor blanca en un ramo es un diseño que no va a pasar de moda. Es atemporal, clásico, y hace que, quien pueda ver las imágenes de la boda años más tarde, las admire y las use como referencia", nos explicaban Lindsay y Alex, de la floristería Savia Bruta. Una elección que, desde siempre, ha convencido a las novias de la realeza y la aristocracia.