Desde nuestra más tierna infancia se nos enseña que la vida es como un cuento y, entre muchas otras cosas, que, como para Sansón, nuestra apariencia personal depende en su mayor parte del pelo. Esta creencia nos ha llevado a unos niveles de conservadurismo extremo en cuanto a peinados.
Si lo piensas bien, es una de las cosas que menos cambia de nuestro aspecto a lo largo de la vida, y si no es así, se califica a esa persona de psicológicamente inestable o se le acusa de peterpanismo. A estas personas es difícil reconocerlas si no las has visto durante un mes, pero lo que es peor, crear una confusión entre tus conocidos, que al fin y al cabo dará a sus vidas un poco de emoción, o que en una discoteca o en el mercadillo te sea imposible encontrar a tu amiga porque todas llevan el pelo igual de liso e igual de largo. No estamos proponiendo que te cambies de peinado cada día, sino una mentalidad más abierta respecto a las resoluciones estéticas que conciernen a tu pelo.
Así que, por ejemplo, cuando vayas la próxima vez a la peluquería porque hayas encontrado ofertas en belleza, anímate a confiar en la persona que va a cortarte el pelo y déjale libertad para que se exprese. Afortunada o desgraciadamente, pese a que el pelo puede cambiar bastante tu apariencia física, tampoco puede hacerlo de tal modo que modifique toda la imagen que tienen los demás de ti. Por eso es tan absurdo dejar que el pelo crezca inexpresivo a lo largo de tu cabeza, cuando con la ropa parece que se intenta todo lo contrario.
Otra de las opciones para los más atrevidos, para aquellos que tengan a mano gente con cierta experiencia cortando el pelo, es pedirles ayuda. Tener una mano de confianza al lado para experimentar con más libertad de lo que podría hacerse en una peluquería es siempre una buena solución.
Así puedes mezclar peinados varios de fotografías y adaptarlos a tu gusto, y si sale mal, pues siempre puedes recurrir a tijeras expertas que le den al desbarajuste el justo arreglo para estar presentable.
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