Album personal de los días de sol y olas de la familia Iglesias en su casa dominicana

Por hola.com

Este álbum de fotos tuvo que hacerse mientras el "crooner" volaba por los altos cielos del planeta Tierra, en su avión, con libros de pintores y vinos españoles,"lo haces, pero no nos lo dices". Y aquí está el espléndido reportaje de estas páginas de primavera recién llegada.
Miranda, atenta, impecable —pero también implacable—, y los chicos, a su alrededor, creciendo, dentro y fuera del agua mágica y transparente. Las tablas veloces, los bañadores en tecnicolor, la color dorada; el mayor, ya casi tan alto como su padre; las niñas, una delicia.
Mientras tanto, Julio, atento a los teléfonos y los satélites, cantando en China o en París, recibiendo cada día cien canciones nuevas y, sobre todo, eligiendo, separando, tratando de no equivocarse.Siendo. Los periódicos cuentan que se va a casar ya mismo, que está creando un imperio inmobiliario, que está pensando en un nuevo disco…
A pie de obra, Julio Iglesias, nuestro cantante más universal, aguanta en el aire, escapando siempre, como decía Sinatra que deben escapar las leyendas, "por la puerta de atrás de la cocina". Huyendo de sí mismo, pero ofreciendo a los suyos lo mejor de lo mejor.
A veces, cuando regresa se come medio cangrejo, bebe un largo vaso de vino como la sangre, muerde un trozo de tortilla, y ve bañarse y disfrutar a sus hijos y se mira en el fondo de los ojos de Miranda. Eso es nada y eso es todo. Tampoco quiere más. Ni menos. En Punta Cana encontró, como en la España del Sur, su pasado y su futuro. Y guarda silencio. Quiere hablar poco y cantar mucho.
¡HOLA! está de nuevo contenta y orgullosa de poder ofrecer a sus lectores este álbum familiar, íntimo, no fácil, de unos "días de vacaciones" de la familia de uno de los personajes más discutidos, pero indiscutibles, de la España de nuestro tiempo. Una leyenda que, aunque cada día le cuesta más seguir siéndolo, lo pelea, se lo curra y lo consigue. Y parte de su propio mito es la belleza de estas imágenes, únicas, en las que de su verdadero protagonista sólo se nota su resplandor reflejado en los suyos, que no es poco.