Día muy señalado en el calendario para Luxemburgo, y es que el país vive, sin duda, una jornada histórica con motivo de la abdicación del gran duque Enrique, a quien sustituye su hijo Guillermo. Tras una mañana repleta de emotivos y solemnes actos, se pone el broche de oro con una cena de gala a la que no han faltado mandatarios de los países vecinos. Máxima y Amalia de los Países Bajos eran dos de las invitadas más esperadas a niveles de moda, puesto que siempre aciertan con sus estilismos, especialmente en citas tan destacadas como esta. No han decepcionado y han brillado -literalmente- con sus impresionantes vestidos y espectaculares tiaras.
Después de que su hija posara junto a Elisabeth de Bélgica a su llegada al banquete, la Reina ha recorrido la alfombra roja colocada en el Palacio Gran Ducal del brazo de su marido, descubriéndonos el imponente look que ha elegido en esta velada histórica.
Fiel a su estilo y a su maestría a la hora de incorporar las tendencias más atrevidas a sus looks sin renunciar a la elegancia característica de una royal ni al estricto protocolo que requiere un acto de gala, ha apostado por un vestido de efecto óptico con falsas transparencias. Se trata de una pieza sin mangas, de cuello redondeado, cuerpo entallado y falda acampanada acabada en cola que está confeccionada en un tejido que juega al despiste.
Con una base de tul transparente, conforma motivos florales azul marino que dejan pequeños espacios vacíos y, en un primer vistazo, parece que se transparenta el cuerpo de la reina, pero no es del todo así. Es cierto que en la zona de la clavícula sí se da este efecto, pero, a partir del pecho, incorpora un forro del mismo color que la piel para evitar enseñar más de lo deseado. No es la primera vez que Máxima escoge diseños con este tipo de juegos, que resultan innovadores y atrevidos a la vez que sofisticados.
Una tiara histórica
Máxima ha recuperado del joyero real una de las piezas más imponentes y que más valor sentimental posee para ella, puesto que fue la que llevó en la coronación del rey Guillermo Alejandro el 30 de abril de 2013. Se trata de una tiara que data de 1867, diseñada en sus orígenes por la joyería parisina Mellerio dits Meller y adquirida por el rey Guillermo III en 1881. Él quiso que este tesoro fuera un regalo para su esposa, la reina Emma.
Dicha creación se confeccionó con 31 zafiros de Cachemira y 655 diamantes de Sudáfrica. Llama especialmente la atención el enorme zafiro central de 44 quilates que, en su origen, era un broche. Está realizada con la técnica pampille en tremblant, es decir, montada sobre un resorte muy fino que permite que vibre con el más mínimo movimiento, lo que produce un brillo aún más espectacular cuando la luz incide en los diamantes.
Ha completado con unos maxipendientes colgantes, también de diamantes y zafiros (aunque diferentes a los que llevó en la coronación de su marido), brazalete a juego y un gran broche que ha colocado en medio del pecho para cederle un gran protagonismo en el look.