Hay algo casi litúrgico en ver a Naomi Watts caminando por Central Park, en Nueva York, con el pelo castaño, un sombrero amarillo y gafas retro. No se trata de una escena cualquiera ni de un paseo dominical, es el primer vistazo al personaje que puede marcar un antes y un después en su carrera: Jackie Kennedy. Ryan Murphy ha vuelto a hacerlo, ha tomado una figura icónica del imaginario americano, no solo político, sino también estético, y ha depositado su aura en una actriz que conoce bien la alquimia del mito.
American Love Story, la serie que se estrenará en febrero de 2026, no es un biopic al uso, es una crónica emocional, una anatomía del deseo, el estatus, la tragedia y la obsesión mediática. Esta vez, la historia no gira en torno a JFK y Jackie, sino a su hijo, John F. Kennedy Jr., y su esposa Carolyn Bessette. Pero como buena tragedia griega a la americana, el eco de los padres resuena con fuerza. Jackie Kennedy, madre e icono de estilo, es el espectro que sobrevuela toda la narración. ¿Y quién mejor para interpretarla que Naomi Watts?
Watts ya ha demostrado que puede cargar con el peso simbólico de una corona. Lo hizo como Lady Di en Diana (2013), y lo repite ahora como Jackie, quizás la figura más cercana que Estados Unidos ha tenido jamás a una reina. Pero lo más fascinante de su elección no es su parecido físico (que, siendo honestos, no es exacto), sino su capacidad de contener una tristeza privada detrás de un rostro cuidadosamente editado para la esfera pública. Es ahí donde se encuentra el verdadero paralelismo entre Watts y Kennedy: en esa elegancia doliente que no necesita de palabras para comunicar lo que arde por dentro.
Primeras imágenes: el uniforme emocional de Jackie
En las primeras imágenes del rodaje, Watts aparece enfundada en una camisa y un pantalón, ambos de color negro, con bailarinas y cinturón a tono. Como complementos, un llamativo sombrero en color amarillo, unas gafas de gran tamaño y collar y pendientes dorados. Un look que Jackie llevó en 1992, durante un paseo por las calles de Nueva York y por Central Park con su nieta Rose. Cada look de este icono, desde el traje rosa del asesinato de Dallas, los vestidos de Oleg Cassini o sus eternas gafas de sol, no son solo elecciones estéticas, sino herramientas diplomáticas.
En este primer estilismo, Ryan Murphy y su equipo de vestuario han apostado por la sobriedad cromática, fieles al periodo posterior a la Casa Blanca, cuando Jackie se convirtió en Jackie Onassis. No hay brillo, pero sí solemnidad.
Naomi Watts y el arte de habitar iconos
La británica de 56 años no es nueva en los universos de Murphy, ya fue la glamurosa Babe Paley en Feud: Capote vs. The Swans, y ahora repite en lo que probablemente sea su papel más simbólicamente cargado. La historia que rodea a Jackie no es un relato sencillo, lejos queda de las películas de princesas de Disney o de las comedias románticas de Hollywood, por mucho que su estilo nos haya enamorado a través de los años.
Hablar de Jackie Kennedy sin hablar de moda sería como hablar de Maria Callas sin mencionar la ópera. Su estilo es su relato, y su relato es su historia de poder. Desde los trajes de dos piezas con guantes blancos hasta los monos en su etapa griega, Jackie siempre supo lo que significaba vestirse para la historia. Habrá más looks, más imágenes filtradas, más análisis, pero este primer vistazo nos ha dado muchas pistas.