Curiosidades

Por qué los cachorros nos parecen tan adorables

Diversos estudios científicos han demostrado que los cachorros de perros y gatos nos enternecen porque la naturaleza nos ha programado para defenderlos.

Por David Navarro

Según investigadores de neurociencia de la Universidad de Oxford, los rasgos físicos, olores, sonidos y las expresiones que manifiestan los cachorros están destinados íntegramente a asegurar que son cuidados, no solo por sus padres, sino por cualquier otro mamífero. Así que sí: los cachorros de mamífero son adorables para garantizar su supervivencia. 

Este es el efecto que causa un cachorro de gato, de perro o incluso de hámster: son adorables. Los bebés humanos, sea cual sea, también lo son. ¿Cómo si no iban a sobrevivir? Los cachorros de mamífero, por definición, son seres muy vulnerables y muy demandantes de apoyo. Y los humanos: los que más, hasta los tres años no logran ser mínimamente autosuficientes y requieren de todo tipo de atenciones y cariños.

La naturaleza es sabia, por eso busca la máxima supervivencia de las especies que la pueblan. Este reclamo de “adorabilidad” convierte a cualquier mamífero en un posible protector de la prole de otros. La mayoría de los mamíferos son gregarios, viven en manadas, buscan sumar miembros al grupo y una vez que logran empatizar con un cachorro, lo asimilan como propio (al estilo Tarzán).

Así no es extraño ver como una mamá perro ha criado como suyo a un gatito, o incluso como una vaca considera como hijo propio a un corderito. La ley de la naturaleza dicta que si te encuentras un cachorro perdido, se convierte en tu cachorro. ¿Pero cómo puede ocurrir eso en un mundo lleno de peligros, hambre y rasgos territorialistas? Fácil: con la belleza de los bebés, las redondeces de los cachorros, las voces agudas de los niños. Estamos programados, como mamíferos, para deshacernos en amor cuando vemos a un perrito de tres meses, un gatito que no mide más que un ovillo de lana o un bebé al que no conocemos de nada pero que gorjea sonriéndonos.

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Las películas clásicas de Disney ya lo sabían

Puede que recuerdes los clásicos de Disney de los años 50 y 60, películas de animación donde siempre había un cachorro torpe pero muy realista. Según cuentan en varios estudios, Disney fue consciente de que las redondeces de los bebés de mamífero llaman mucho la atención a los humanos (a sus espectadores), pues nos hacen sentir amor inmediato y apelan a un sentimiento muy noble de nuestra psique más oculta: la protección, perfecto para empatizar con los personajes. ¿Por qué no usarlo para producir amor por sus películas?

Los cachorritos, pajaritos, zorritos o gatitos de las películas de Disney son todos adorables: Bambi, Dumbo, los pequeños Aristogatos, la prole de los dálmatas… y un inabarcable etcétera. Todos son mamíferos de formas redondeadas, adorables, rechonchos, torpes, de ojos grandes y de sueño profundo y apacible. Las películas de Disney son todo un tratado sobre la adorabilidad y el efecto de amor que producen los cachorros, pero no fue casualidad, fue intencionado.

¿Cómo si no sobrevivirían los cachorros?

Es un principio básico de la naturaleza: cuidar a los hijos. ¿Pero basta con que sean los propios cachorros de uno para sentir el afán de cuidarlos? Lo cierto es que los cachorros son ruidosos, comilones, vagos, traviesos y débiles. ¿Quién querría un problema así? La respuesta de la ciencia es clara: ser adorables les salva el pellejo aun con sus propios padres, y nos convence una y otra vez de que merece la pena darles cariño y alimento.

El investigador de la Universidad de Oxford, Morten Kringelbach ha publicado el estudio sobre la adorabilidad de los cachorros de mamíferos en la prestigiosa publicación científica Trends on Cognitive, donde apunta que nuestro cerebro siente una comunicación automática entre las sinapsis cuando reconoce la presencia de un cachorro, tan sólo por las imagen que representa, aunque sea una simple foto o un dibujo animado.

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A esta acción cerebral se le asocia con una emoción que tiene una doble intención, por un lado nos reconforta (es agradable, entrañable y casi adictiva), y por otro lado esta acción cerebral pulsa sobre nuestra moral, nos alerta de que debemos actuar si es necesario, abrazándolo, dándole cariño, sustento y protección. Esto, que el propio estudio define como un resorte moral, también lo experimentan el resto de los mamíferos (en mayor o menor medida), y es lo más parecido a un código ético que compartimos todos los seres que nacemos tras habitar el útero nuestra madre: la defensa de los cachorros y la admiración de su adorabilidad.

La belleza es cruel

Si el superpoder de los cachorros es conseguir ser adorables para que el resto de mamíferos velen por su seguridad, la naturaleza también ha dotado a este mecanismo de una condición algo cruel: solo se salvarán los cachorros más bonitos.

Ante una situación de peligro, si debemos salvar solo a un cachorro, nuestro cerebro nos avisará de cual es el más entrañable o adorable, y ese será el que nuestro subconsciente nos anime a salvar, dejando atrás a los cachorros menos bonitos. ¿No es cruel? Tal vez, pero en este tipo de preceptos se basa la evolución de las especies y la selección natural, no solo los más fuertes sobreviven, también los más adorables.

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