Carlota Casiraghi

Leo, 3 de agosto 1986, 19:00 Monte Carlo, Principado de Mónaco

by hola.com
La segunda hija de Carolina de Mónaco y el fallecido en un trágico accidente Stephano Casiragui, que murió cuando la pequeña princesa contaba sólo con cuatro años, es uno de los personajes de la realeza europea más seguidos por los medios de comunicación. Este duro golpe para la familia del Principado dio un vuelco en la familia de Carolina quien con menos de tres años se trasladó a vivir a la Provenza francesa, concretamente a Saint Rémy, donde la princesa y sus dos hermanos comenzaron a estudiar en un colegio religioso hasta que en 1992 Carolina decide regresar con sus hijos a Mónaco.
En 2005 ocurre una nueva tragedia en la vida de Carlota y su familia cuando fallece su abuelo el príncipe Rainiero III de Mónaco a los 81 años. Este hecho destrozó a la hija de Carolina ya que adoraba a su abuelo. A partir de entonces será su tío Alberto el príncipe soberano de Mónaco.
Aficionada a la pasarela y musa de Gucci, no se pierde ni un desfile de su firma fetiche. Está claro que la hija de Carolina de Mónaco es una de las princesas herederas más bellas del mundo. Heredera de la belleza y el porte regio de su madre y de su abuela Grace, es referencia de estilo y considerada por los especialistas en moda y estilismo como la reina del glamur. Sofisticada, sexy, elegante son alguno de los adjetivos con los que podríamos definir el estilo de la hija de Carolina de Mónaco.

Su Carta Astral

Su porte regio y su relación con las monarquías parecen un guiño para satisfacer a su propio signo zodiacal, Leo, al que hace honor. Su destacado Neptuno tiene mucho que ver con su glamur y la fascinación que ejerce. Pero es su brutal Marte en Ascendente lo que señala la tragedia del padre al poco de nacer ella, algo violento tenía que suceder. Un Marte que, además, está en oposición a la Luna en Cáncer, que le dio tan especial vínculo con la madre y ese aire angelical que tiene la modelo. Además, su elevado Plutón es síntoma de tener que cambiar de piel bruscamente varias veces a lo largo de su vida, aunque, al mismo tiempo, le da el coraje para soportarlo y la capacidad de regenerarse, tanto emocionalmente como en cualquier sentido.