El día 6 de septiembre se inaugurará en Roma la exposición Gauguin. El diario de Noa Noa y otras aventuras, en el Museo Histórico de la Infantería. Esta muestra, que contará con más de 160 obras, también incluirá algunas creaciones artísticas de otros autores que tuvieron relación con el maestro del simbolismo Paul Gauguin (París, 1848 - Islas Marquesas, 1903), como Vincent van Gogh, Richard E. Miller o Émile Bernard, entre otros.
Esta exposición está inspirada en el diario Noa Noa, escrito por el pintor francés tras su primer viaje a Tahití en 1891. Gauguin, en un tono poético, escribe en su cuaderno artístico: “La isla me recibió con perfumes. Noa Noa significa "fragante". Todo aquí huele a flores, a tierra húmeda, a mar y fruta madura. El cuerpo respira mejor, se relaja. La naturaleza no tiene límites, y yo tampoco” .
Gauguin busca alejarse de la civilización europea, decadente, artificial e hipócrita, refugiándose en una cultura ancestral y exótica en busca de lo primitivo
Este diario va más allá de una crónica de viaje, de unas memorias. Es un relato muy íntimo, profundo y existencial, escrito en un periodo en el que Gauguin busca alejarse de la civilización europea que resulta asfixiante, extraña, decadente, artificial y moralmente hipócrita. Se convertirá en un bohemio, en una especie de indígena, refugiándose en una cultura ancestral, exótica y misteriosa en busca de lo primitivo, de lo ingenuo, de lo puro.
Gauguin había dejado ya tiempo atrás el impresionismo. Su ruptura con la tradición del arte europeo y su viraje se consuman en 1888. Dos años antes, su pintura va anticipando, en sus viajes a Bretaña y Martinica, una búsqueda de lo rústico, de la tradición pastoral y del primitivismo. Desarrollará un simbolismo en conexión con lo literario, influenciado por la poesía de Mallarmé o Baudelaire, al representar los objetos como signos cargados de sentido. Y terminará por concebir una nueva elaboración de la pintura, a la que denominó sintetismo, y con la que pretendía sustituir al impresionismo pictórico.
Ya no volverá a ver a su familia. Paul Gauguin se casó con Mette-Sophie Gad en 1873, en París, con la que tendría cinco hijos. Procedente de una buena familia danesa, Mette era una mujer culta y educada que trabajaba como institutriz. Gauguin, por su parte, era agente de bolsa; se dedicó a ello hasta la crisis de 1882, cuando perdió su trabajo y decidió dedicarse en exclusiva a la pintura.
Este hecho lo separó de los suyos, pues estas aspiraciones artísticas no servían para mantener a su numerosa familia. Mette decidió volver a Copenhague con sus hijos, donde sobrevivió impartiendo clases de francés y con la ayuda de familiares. Gauguin intentó integrarse con ellos en Dinamarca, pero terminó volviendo a Francia. Su relación acabó enfriándose y rompiéndose definitivamente. En su diario, evoca esa vida pura que tanto deseaba.
En Tahití encontró ese primitivismo que buscaba, esa autenticidad. Las páginas de Noa Noa describen una idealización de la cultura tahitiana, de sus costumbres locales, de sus paisajes y su relación con una joven, Tehura. De ella dice: “Tehura se convirtió en mi compañera. Era sencilla, silenciosa, de movimientos elegantes. No hablábamos mucho, pero todo estaba dicho con las manos, los ojos, el cuerpo. Ella era parte del paisaje, como una flor o una roca. Dormíamos bajo el techo de hojas, sin miedo, como niños bajo el cielo de los dioses”.
La transformación personal y artística de Gauguin se manifiesta en todo su esplendor con una pintura más espiritual, alejándose definitivamente del impresionismo y el realismo europeos. Su pintura será más plana y con colores puros y contornos definidos, cargada de un simbolismo que brota directamente de su imaginación. Una visión orientalista e idealizada de la cultura tahitiana que nos ha legado obras maestras de belleza extrema que abrieron el camino al arte moderno del s. XX.