Marilyn Monroe: 60 años sin el mito

Seis décadas después de su muerte, la mayor estrella de cine del siglo XX aún sigue generando titulares. La vida de Marilyn Monroe, estudiada con lupa y biografiada hasta la extenuación, tiene facetas desconocidas y todavía fascina a escritores, cineastas y a una legión de fans

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Dicen que los mitos nunca mueren. Quizá por esa razón, idealista y romántica, 60 años después del fallecimiento de Marilyn Monroe, símbolo sexual ya eterno y una de las estrellas de Hollywood más conocidas de todos los tiempos, aún se sigue hablando, escribiendo y filmando sobre ella. Su personalidad, su vida y, sobre todo, su muerte generan una curiosidad que parece no tener fin. Un documental disponible en Netflix (Las cintas inéditas: el misterio de Marilyn Monroe) y la película Blonde, producida por la misma plataforma de streaming y protagonizada por la actriz Ana de Armas, recuerdan a la estrella y, sobre todo, a la mujer, sus deseos íntimos y los traumas que cincelaron su compleja personalidad en el aniversario de su muerte.

Marylin Monroe LIVING 34©GettyImages
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Arriba, Marilyn, en uno de sus retiros en la playa de Amagansett, en Nueva York, en 1957. Abajo, al borde de la piscina en los años 60.

El 5 de agosto de 1962, Marilyn Monroe fue encontrada muerta por su ama de llaves en el dormitorio de su casa del tranquilo y acomodado barrio de Brentwood, en Los Ángeles. La actriz vivió en 43 casas distintas a lo largo de su vida y esta fue la única que compró, por consejo de su psiquiatra: necesitaba desesperadamente echar raíces en algún lugar. Lo hizo muy cerca de donde había nacido y pasó parte de su desdichada infancia. En las escaleras de su casa estaba inscrita la frase en latín Cursum Perficio, que significa “mi viaje ha terminado”. Desgraciadamente, el suyo también acabó solo seis meses después de mudarse a su residencia.

Fue una mujer adelantada a su tiempo. Entrenaba con pesas y mancuernas todas las mañanas en casa y desayunaba y cenaba a base de proteínas

La historia de Marilyn empieza junto a una madre enferma mental y a un padre imaginado al que nunca llegó a conocer y que generaron en ella un vacío emocional que en la edad adulta la condujo al abuso del alcohol y los barbitúricos, pero también a la búsqueda incesante de amor. La escritora norteamericana Joyce Carol Oates, varias veces candidata al Premio Nobel y autora de la novela Blonde, inspirada en la vida de Monroe y en la que se basa la película homónima de Netflix, la definió así en una entrevista: “Era una persona difícil de querer. Tenía una visión muy romántica del amor, probablemente demasiado ilusa. Muchos hombres se sintieron atraídos por ella antes de echarse atrás asustados por sus enormes necesidades emocionales, imposibles de colmar”. Nadie -ni maridos, ni amantes, ni amigos- pudieron llenar el inmenso vacío de Marilyn, cuya vida estuvo marcada por su paso por varias casas de acogida y familias adoptivas desde los siete años, la edad que tenía la actriz cuando debutó la enfermedad mental de su madre. Muchas de sus biografías señalan que sufrió abusos por parte de algunos de sus padrastros. Aquella niña herida se convirtió gracias a su sex appeal innato y a un contrato con 20th Century Fox en la mayor estrella de cine de la historia.

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Arriba, Marilyn junto a su tercer y último marido, el dramaturgo Arthur Miller; justo debajo a la derecha, cantando el cumpleaños feliz a John Fitzgerald Kennedy con el vestido que lució Kim Kardashian en la última gala del MET; y, al lado, con Joe DiMaggio, con quien estuvo casada solo unos meses.

Marilyn no solo era la más deseada, sino que poseía un talento inmenso para la interpretación que no fue justamente reconocido por la industria. “Como persona, mi trabajo es importante para mí”, confesó Marilyn en una entrevista poco antes de morir. “Es el único terreno en el que he tenido un lugar propio”. Su carrera incluye títulos como Con faldas y a lo loco (por la que ganó un Globo de Oro), La tentación vive arriba y El príncipe y la corista (por las que fue nominada a dos Baftas respectivamente) y Vidas rebeldes, la película que le trajo el reconocimiento mundial a principios de los 60, con guion de su tercer marido, el escritor Arthur Miller. Quizá fue junto a él con quien la estrella intentó desesperadamente conseguir el equilibrio y formar su propia familia. En su breve matrimonio, se propuso cuidarse más y quedarse embarazada.

Poseía un sex appeal innato, pero también un talento asombroso para la interpretación que no fue justamente reconocido por la industria

Era una mujer adelantada a su época y entrenaba todas las mañanas con pesas y mancuernas en casa. También cuidaba su alimentación con una dieta basada en proteínas. Como ella misma contó a la revista Peagant: “Antes de darme mi ducha de la mañana, empiezo calentando una taza de leche en el calientaplatos. Cuando está caliente, rompo un par de huevos y los añado, después los remuevo con un tenedor y me lo bebo mientras me visto. Lo suplemento con una pastilla multivitamínica y dudo que ningún doctor recomendase un desayuno más nutritivo para una chica trabajadora con prisas”, contó a la revista. Sus cenas consistían en filetes o chuletillas de cordero y en su lista de la compra también estaban la leche, los cornflakes y la mermelada, una licencia que se permitió durante su matrimonio con Miller.

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La actriz leyendo un libro sobre actuación en el hotel Ambassador de Nueva York.

En su búsqueda de amor, Marilyn se casó tres veces: la primera, de forma fugaz a los 16 años con James Dougherty, el hijo de su vecino; la segunda vez, con la estrella norteamericana del béisbol Joe DiMaggio, y la tercera, con el escritor y dramaturgo Arthur Miller. En su último matrimonio, Marilyn tuvo un embarazo ectópico cuyo fatal desenlace hizo que su adicción al alcohol y los barbitúricos se hiciera cada vez más evidente. Asistía a terapia y se retiró 18 meses a Long Island junto a Miller para centrarse en su vida personal, pero la convivencia no funcionó. En realidad, ninguna de sus relaciones duró demasiado, pero Joe DiMaggio fue su único apoyo hasta el final de sus días. Nunca volvió a casarse, le envió flores a su tumba puntualmente todas las semanas durante 20 años y guardó silencio sobre cualquier aspecto de la vida de la actriz hasta que el deportista murió en 1999. Tanto apreciaba DiMaggio a Monroe que algunas biografías cuentan que nunca le perdonó a su amigo Frank Sinatra que le hubiera presentado a los hermanos Keneddy, John y Bobby, con los que siempre se ha rumoreado que mantuvo dos romances simultáneos. Con John, cuando ya era presidente de los Estados Unidos.

La actriz sufría un vacío emocional difícil de colmar y buscó el amor de forma incesante. Se casó tres veces, pero ninguno de los matrimonios duró demasiado

Después de lidiar con aquellos supuestos affaires, un embarazo que no llegó a término, sus fracasos matrimoniales y el monstruo de la adicción, Marilyn se enfrentó a la Fox, quien la despidió por sus continuos retrasos y ausencias en el rodaje de su última película, Cuando menos te lo esperas, que no llegó a terminar. Era incapaz de aprenderse los guiones y muchos días ni siquiera aparecía por el set de rodaje. El 5 de agosto, su ama de llaves llamó a la policía alertada porque su jefa no abría la puerta de su habitación. La luz estaba encendida, pero la actriz no daba señales de vida. Meses antes le había dicho a su amigo, el escritor Truman Capote, autor de un perfil sobre la estrella titulado Una hermosa criatura: “Odio los funerales. Me alegro de no tener que ir al mío. Solo que no quiero que me hagan un funeral, y que uno de mis hijos, si tengo alguno, tire mis cenizas al viento”.

Finalmente, Marilyn tuvo su funeral. Fue celebrado en la capilla del Pierce Brothers Westwood Village Memorial Park Cemetery de Westwood, en Los Ángeles, el 8 de agosto de 1962 y organizado por su exmarido Joe DiMaggio, quien prohibió expresamente la entrada a todos los actores de Hollywood y a cualquier miembro de la familia Kennedy.

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Arriba, con un perrito en el rodaje de ‘Vidas rebeldes’ en el desierto de Nevada. Abajo, escondida tras la estrella, Marilyn, o Norma Jean Baker, como ella prefería que la llamaran, era una mujer frágil y con una personalidad poliédrica.

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