Todas las claves para entender el ‘efecto Marilyn’

Su infancia rota, su salto a la fama, sus tres matrimonios, su cercanía a los Kennedy...

Las claves para entender el 'efecto Marilyn'

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El 19 de mayo de 1962, diez días antes del cumpleaños de John F. Kennedy, el Partido Demócrata había organizado una gala para recaudar fondos en el tercer jardín de Madison Square Garden. Se subieron al escenario muchas estrellas, pero los miles de asistentes aguardaban impacientes la llegada de Marilyn Monroe. Se hizo esperar. Su aparición provocó gestos de admiración en los hombres y de sobresalto en las mujeres. De Jackie Kennedy ni sombra. Se negó a asistir.

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Después de encandilar a la audiencia con los brillos que emergían de su piel, los cautivó con su aterciopelada voz. Cantó lenta y sensualmente un Happy Birthday, Mr. President que dejó sin aliento al homenajeado y a cuanto varón había en muchos metros a la redonda. Cuando John F. Kennedy se subió al estrado, solo pudo decir: “Creo que, después de esa canción, puedo dejar la política”. Esta fue la última aparición pública de Marilyn, quien, por ese entonces, rodaba, a las órdenes de John Cukor, Something’s Got to Give, la película que dejó inconclusa. Tres meses después de su gloriosa canción, apareció muerta en su apartamento de Brentwood (California). Estaba devastadoramente sola. El informe oficial dictaminó como causa de su muerte suicidio tras la ingestión de cuarenta cápsulas de Nembutal. Su segundo marido, Joe DiMaggio, todo un caballero, pagó los gastos de su discreto funeral. Mientras la estrella era enterrada en el Westwood Memorial Park, de Los Ángeles, una teoría conspiratoria comenzó a ganar terreno en redacciones y vecindarios: detrás de la muerte de Marilyn se escondía algo turbio relacionado con los tejemanejes del poder político y con la presunta relación de la actriz con los hermanos más poderosos del momento, Bobby y John Kennedy.

Las claves para entender el 'efecto Marilyn'©GettyImages

Más allá de estas teorías conspiratorias, que incorporan al FBI en la trama, lo cierto es que Marilyn Monroe, la estrella más grande de los años cincuenta, nació sin estrella. Tuvo una infancia terriblemente desdichada, de hogar de acogida en hogar de acogida, en la que trataba de salvaguardar la imagen herida de su madre e inventaba la figura de un padre perfecto —Carl Gable, con el que trabajó en Vidas rebeldes, simbolizó para ella un padre ideal—.

Sesenta años después de su muerte, la legendaria estrella de Hollywood sigue más viva que nunca
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Sobre estas líneas, la única imagen que hay de la actriz con los dos hermanos Kennedy, John y Bobby, con quienes se rumoreó que había mantenido una relación

A pesar de su rutilante vida en la meca del cine, ocultaba como podía su debilidad: era una mujer ultrasensible que, sencillamente, buscaba un hogar. Apenas alcanzó la mayoría de edad, se casó con James Dougherty, más un amigo con derecho a roce que otra cosa. Después, le dio el “sí, quiero” al jugador de béisbol Joe DiMaggio, con quien mantuvo un año de matrimonio y una larga amistad. Finalmente, le sedujo la intelectualidad de uno de los dramaturgos más reputados de la época, Arthur Miller. Cuando ella murió, él escribió dos obras de teatro inspiradas en ella. En ambas, resaltaba la fragilidad mental de Marilyn, una lectora ávida y escritora de fragmentos poéticos de notoria calidad. Nadie ahondó en esa faceta creativa de la actriz y se la catalogó de rubia frívola y atolondrada, un rostro bonito y poco más.

Marilyn Monroe©AGEFOTOSTOCK/GettyImages
Las claves para entender el 'efecto Marilyn'©GettyImages
Los tres matrimonios de Marilyn, con James Dougherty (1942-1946), con Joe Di­Maggio (1954-1955) —sobre estas líneas— y con el dramaturgo Arthur Miller (1956-1961) —Arriba, a la derecha—.

Cuando Marilyn murió, Arthur Miller le dedicó unas palabras devastadoras: “Fue una poetisa calle­jera que habría querido recitar sus versos a una multitud ávida de arrancarle la ropa”. Terrible frase solo comparada con otra de la actriz: “Sé que nunca seré feliz, pero puedo ser muy alegre”. Sus risas aún reverberan en metros y metros de celuloide, de Los caballeros las prefieren rubias a Bus Stop, sin olvidar Con faldas y a lo loco. Marilyn no se apaga.


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