Athina Onassis sólo quiere ser Athina Hélène Roussel

Por hola.com

Fue cumplir dieciocho años y romper con toda su vida anterior. Hija ejemplar, buena estudiante, excelente amazona y, ante todo, siempre discreta, sencilla y humilde, la vida de Athina Roussel Onassis dio un giro drástico el día que cumplió la mayoría de edad y recibió la fabulosa fortuna que su madre, Cristina Onassis, le legara al fallecer. Como si de una revolución silenciosa se tratara, su vida se transformó radicalmente para no volver a mirar atrás y no, como cabría pensar, por las múltiples posibilidades y responsabilidades que conlleva poseer una de las mayores y más legendarias fortunas del mundo.

Un cumpleaños muy esperado pero...sin fiesta
No hubo grandes celebraciones ante ese esperado cumpleaños. Ni fiestas ni lujosos regalos ni excéntricos caprichos. Tampoco se dio a la ‘vida loca’ ni a proporcionar escándalos con los que alimentar la ya mítica historia de los Onassis. No quería jets privados, islas para ella sola, las joyas más caras del mundo, mansiones de ensueño o yates con su nombre inscrito en letras de oro. Sólo quería ser ella misma. Athina escogía el 29 de enero del 2003 el camino que deseaba llevar con su novio, el jinete brasileño Álvaro Alfonso de Miranda Neto, como eje central, y en el que no tienen cabida las ostentaciones y la ajetreada vida social que su apellido y fortuna podrían proporcionarle. Athina esperó a cumplir la mayoría de edad para cambiar la casa familiar por la de Doda Miranda, a quien había conocido sólo cinco meses antes. Cambió Europa por Brasil. Dejó el colegio, donde siempre había destacado por sus buenas notas, y, desde entonces, (hace ya dos años) sólo en una ocasión ha vuelto a ser fotografiada con su padre, Thierry Roussel, y ninguna con su madrastra, Gaby, o hermanastros, Eric, Sandrine y Johanna, con los que vivió desde los tres años hasta los dieciocho.

El día que empezó su nueva vida
Athina se levantó el 29 de enero del año 2003 sabiendo que era el día que iba a marcar su nuevo nacimiento. Para muchos era el día en el que la niña más rica del mundo (un apelativo que, por cierto, ella detesta), la heredera Onassis siguiera la estela dejada por su abuelo y su madre. Para ella era el día que iba a tomar las riendas de su destino y eso que no hay que olvidar que no era más que una adolescente que, aparentemente, había vivido siempre muy protegida por su padre y su entorno. Aunque las apuestas eran múltiples, nadie esperaba que la joven escogiera la senda por la que ha viajado estos años.

A las diez de la mañana de aquel 29 de enero, se trasladaba desde Bruselas, donde vivía entonces, hasta Ginebra acompañada de su padre, Thierry Roussel, y su equipo de guardaespaldas para firmar los documentos por los que accedería a su fortuna. Lo que sucedió allí nunca ha trascendido ni tampoco si Athina celebró luego en familia su mayoría de edad. Lo único que se sabe es que días más tarde Athina ponía rumbo a Tailandia acompañada de su novio, doce años mayor que ella, para disfrutar de una románticas vacaciones y nunca más volvió al hogar familiar ni tampoco al Lycee Moliere en el que estaba matriculada y a mitad de curso. De Tailandia pasó por Bruselas pero sólo unas semanas porque menos de un mes después, el 24 de febrero, ya estaban instalados en Brasil, dispuestos a celebrar con la familia Miranda el cumpleaños de Doda.