La piel es un ecosistema sumamente complejo, un tejido en el que conviven una variada comunidad de bacterias, hongos y microorganismos, todos desempeñando un papel activo para proteger este órgano vital. A este conjunto de microorganismos que habitan en la piel la conocemos como flora o microbiota cutánea.
Esta colonización dérmica está con nosotros desde que nacemos. Cuando un bebé entra en contacto con los gérmenes presentes en el canal de parto de la madre, se crea esta comunidad microscópica que sigue creciendo y diversificándose.
Sin embargo, a lo largo de la vida se pueden producir cambios que alteren esta microbiota cutánea. Estos están condicionados por algunos factores como la edad, el sexo, el sistema inmune, así como el estado emocional, nuestros hábitos, incluso la ropa que llevamos. etc.
Consecuencias de una microbiota desequilibrada
En condiciones normales, la microbiota mantiene un equilibrio entre sus diferentes componentes, pero cuando el delicado equilibrio de este ecosistema se altera, ya sea por condiciones personales o ambientales, se producirá una alteración llamada disbiosis que se traducirá en forma de afecciones cutáneas como: acné, descamación, picor, dermatitis atópica o seborreica, psoriasis y la rosácea.
Para que esto no ocurra, Adriana Azuara, experta en el cuidado de la piel, nos explica todo aquello que podemos hacer para mejorar la salud cutánea cuidando la microbiota de la piel.
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