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Hay un dicho popular que afirma que la cara es el espejo del alma, y es que, sin duda, cuando estamos mal, nuestro rostro, y nuestra piel por extensión, lo manifiestan. Sucede, por ejemplo, con el estrés. De la misma manera que hay personas que ven cómo, ante un cuadro de especial nerviosismo o ansiedad, tienen sintomatología digestiva, o dolores de cabeza intensos, hay quienes ven cómo su piel -del rostro, pero también del resto del cuerpo- se convierte en el mayor ‘chivato’ para indicarnos que algo no va bien y que tenemos que estar alerta. Y es que, como insisten los dermatólogos, hay que escuchar lo que nos dice nuestra piel.

 

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La piel, como indicador de un cuadro de estrés

¿Puede la piel lanzarnos señales para indicarnos que estamos sufriendo un cuadro estresante? “Los cuadros de estrés se manifiestan en el cuerpo de diferentes maneras, incluso antes de que seamos conscientes de que tenemos ansiedad. Por ejemplo, afecta al aparato digestivo en forma de diarreas, estreñimiento, malas digestiones, empeoramiento de enfermedades como el Crohn o la colitis ulcerosa, etc; también es un desencadenante de migrañas, en personas que las padecen, o provocar dolores de cabeza si se aprieta demasiado la mandíbula; y, por supuesto, también se refleja en la piel y en cuero cabelludo”, nos anticipa el doctor Miguel Sánchez Viera, director del Instituto de Dermatología Integral.

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¿Cuáles son esas señales?

“La piel se estresa manifestando síntomas de patologías dermatológicas que tenemos o controladas con la aparición momentáneas de enfermedades que pasado el momento de estrés desaparecen”, nos cuenta el especialista, que destaca que, entre los síntomas más habituales nos encontramos los siguientes:

-La piel está más deshidratada, seca, más apagada, flácida y con las arrugas más marcadas debido a la deshidratación.

-Puede mostrarse también más grasa.

-Aumenta su grado de sensibilidad.

-Puede aparecer prurito.

-También afecta al cuero cabelludo, provocando una mayor pérdida de cabello de la habitual (100-150 cabellos/día).

-Aparición de puntos negros y granitos.

-Descamaciones en partes del cuerpo donde no tenemos ningún problema cutáneo, como son los pliegues interdigitales de las manos, en las aletas de la nariz, debajo de las cejas.

-Piel que se enroje con un simple rascado.

-Aparición de bolsas y ojeras si el estrés no nos deja descansar adecuadamente.

“El motivo es que el estrés provoca que el sistema inmune cutáneo no funcione correctamente y el pH de la piel esté alterado”, cuenta el doctor.

 

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¿Cuál es la causa?

Le preguntamos al doctor cuáles son las patologías más frecuentes de la piel que pueden tener el estrés como causa. “El estrés es un desencadenante de brotes en patologías inflamatorias como son el acné, la psoriasis, la rosácea y la dermatitis (atópica o seborréica) y brotes de urticaria. Por ejemplo, pueden aparecer brotes de acné aunque se esté tratando el problema, ya que el estrés provoca que el cerebro segregue grandes cantidades de una hormona llamada corticoprina, que hace que las glándulas sebáceas puedan llegar a segregar hasta un 60% más de lo habitual”, explica el doctor Sánchez Viera.

 

“Por otra parte, el flujo sanguíneo se ralentiza, provocando deshidratación y flacidez. El motivo es que el cerebro manda una orden a determinados nutrientes naturalmente presentes en la piel para que se trasladen a los músculos ‘por si tienen que actuar rápidamente’ como respuesta a ese estrés. La deshidratación y el peor funcionamiento del flujo sanguíneo pueden ser responsables de agravamientos de patologías que cursan con brotes como son la psoriasis, la rosácea o la dermatitis atópica”, añade el especialista.

 

“La capa hidrolipídica, que nos protege de las agresiones externas, está deteriorada, por lo que es más susceptible de sufrir infecciones víricas (herpes simples o herpes zóster, verrugas plantares…), bacterianas (foliculitis, abscesos cutáneos, forúnculos…) o micóticas (pie de atleta, hongos en las uñas, tiña en manos o cuero cabelludo…)”, nos cuenta, y hace mención a que el estrés también puede ser un desencadenante de caídas temporales del cabello (efluvio telógeno). “Un diagnóstico y tratamiento adecuado hacen que el cabello vuelva a recuperar su densidad normal pasados unos meses”, comenta.

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¿Cómo debemos actuar?

Es importante tener claro cómo se deben tratar estos episodios de problemas cutáneos relacionados con el estrés. “Desde el momento en que el paciente sabe que está pasando por un periodo de estrés o ansiedad, debería ponerse en manos de un profesional para que trate esta patología. La mejoría de ésta también supondrá una mejoría de los problemas asociados a ella ya sean dermatológicos, digestivos o neurológicos”, apunta el doctor, que cuenta que, por su parte, cada uno de los problemas que aparecen en la piel y cuero cabelludo a causa del estrés deben ser tratados de manera sintomática, es decir, aplicando el tratamiento indicado para cada patología independientemente del desencadenante que la haya producido, a la vez que preventiva, proporcionando al paciente directrices para que en el caso de que vuelva a suceder sepan cómo actuar precozmente para que cuando acudan al dermatólogo el tratamiento actúa de una manera más rápida y efectiva.

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