A lo largo de la vida, las relaciones que construimos influyen más de lo que solemos pensar en nuestra salud. No solo en cómo nos sentimos, sino en cómo dormimos, cómo gestionamos el estrés, qué hábitos mantenemos y hasta en cómo envejecemos. Tal y como nos explica la Doctora Paola Ríos Germán, PhD, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública y miembro de Top Doptors, la ciencia ha demostrado que el apoyo emocional, la estabilidad afectiva y la calidad de los vínculos cercanos pueden tener un efecto real en nuestra salud física y mental. No se trata de idealizar el amor, sino de entender que vivir acompañado de forma segura cambia la manera en que el cuerpo y la mente responden al día a día. Analizar nuestra forma de vivir en pareja o en compañía es una forma de comprender nuestra propia salud.
¿Qué impacto tiene una relación de pareja estable en la salud y la esperanza de vida?
Una relación estable puede convertirse en un punto de equilibrio en la vida: alguien con quien compartir el final del día, organizar la rutina o simplemente tener conversaciones que alivian. Esa sensación de apoyo continuo —el saber que no se carga todo a solas— se asocia en los grandes estudios con menor estrés, hábitos más constantes y menos problemas cardiovasculares. También parece proteger, con los años, frente a fallos de memoria en la etapa madura. Lo decisivo no es si la relación es matrimonio, convivencia o pareja no habitual, sino la calidad del vínculo y la tranquilidad emocional que aporta.
Los hábitos que más influyen en la salud no suelen ser extraordinarios, sino consistentes: preparar comidas más equilibradas, caminar juntos al final del día, respetar horarios de descanso o animarse mutuamente a no descuidar revisiones médicas
¿Por qué el amor y el apoyo emocional pueden ser tan determinantes para vivir más años?
El apoyo emocional influye en cómo atravesamos la vida. Cuando una persona sabe que puede hablar sin miedo, pedir ayuda o apoyarse en alguien en días difíciles, su cuerpo y su mente funcionan con más calma. Dormimos mejor, nos cuidamos más y afrontamos los retos con menos desgaste. Por el contrario, la soledad sostenida —incluso viviendo acompañado— incrementa el cansancio emocional y se asocia con peor salud. En términos sencillos: el amor no es una garantía, pero sí crea un entorno que facilita vivir con más equilibrio… y eso, a lo largo de los años, cuenta.
¿Existen diferencias entre hombres y mujeres en cómo la pareja influye en la longevidad?
Sí. En muchos hombres, la pareja es su principal fuente de apoyo emocional, organización y estabilidad, por lo que la relación estable suele aportar beneficios más claros en salud. En las mujeres, el patrón es distinto: ellas suelen tener redes de apoyo más amplias y diversas, de modo que una relación solo protege cuando aporta tranquilidad, respeto y equilibrio. Si genera tensión o desgaste, deja de ser un factor de salud. Por eso tantas mujeres describen sentirse mejor solas que en relaciones que no suman.
¿Qué hábitos compartidos en pareja ayudan a vivir más y mejor?
Los hábitos que más influyen en la salud no suelen ser extraordinarios, sino consistentes: preparar comidas más equilibradas, caminar juntos al final del día, respetar horarios de descanso o animarse mutuamente a no descuidar revisiones médicas. Cuando estos gestos forman parte de la vida compartida dejan de ser obligaciones individuales para convertirse en un estilo de vida conjunto. Y eso es lo que realmente marca la diferencia: la constancia que nace de acompañarse.
Una relación tóxica desgasta más de lo que parece, y el cuerpo suele ser el primero en notarlo
¿Cómo influye la calidad de la comunicación en la salud física y emocional a largo plazo?
Las conversaciones pueden aliviar o desgastar. Una comunicación donde ambas personas se sienten escuchadas reduce tensión y permite reparar los desencuentros antes de que se acumulen. En cambio, mantener discusiones que siempre terminan igual, con reproches o silencios que duelen, acaba afectando al sueño, al estado de ánimo y al bienestar. La ciencia lo confirma: la forma de hablarse influye directamente en cómo se siente el cuerpo. Una buena comunicación no solo mejora la relación; mejora la salud.
¿Puede la convivencia con una pareja tóxica acortar la vida o afectar al bienestar?
Sí. Vivir en un entorno donde predominan la tensión, la crítica o la inseguridad emocional tiene consecuencias. No hace falta violencia explícita: basta con un clima donde una persona deja de sentirse querida o segura. Esa carga constante aumenta el malestar psicológico, se asocia con peor descanso y puede elevar el riesgo cardiovascular, especialmente en mujeres. Una relación tóxica desgasta más de lo que parece, y el cuerpo suele ser el primero en notarlo.
¿Influyen el afecto, la intimidad y el sentido de pertenencia en la protección frente al estrés y las enfermedades?
El afecto cotidiano —un abrazo, una frase cálida, una mirada que acompaña— tiene un impacto real en cómo nos sostenemos emocionalmente. Las personas que sienten pertenencia y cercanía afrontan mejor los cambios, presentan menos síntomas depresivos y viven con una sensación de estabilidad mucho mayor. Estos gestos no son pequeños: son la base sobre la que descansa gran parte del bienestar emocional y de la salud mental a largo plazo.
¿Qué papel juegan el humor y la complicidad en la pareja para mantenernos jóvenes de espíritu?
El humor compartido da aire. Permite relativizar las dificultades, suaviza los momentos tensos y mantiene viva la sensación de estar en el mismo equipo. No cambia la edad biológica, pero sí la forma en que se atraviesa. Las parejas que conservan esa complicidad suelen sentirse más unidas y más capaces de encontrar luz incluso en días grises. Esa ligereza emocional también es salud.
Mantener hábitos saludables, reservar tiempo para el descanso y cuidar la intimidad emocional crea un clima que protege la salud y fortalece el vínculo
¿Cómo afrontar las pérdidas o crisis en la relación sin que afecten negativamente a la salud?
Las crisis forman parte de la vida, pero su impacto depende de cómo se acompañan. Hablar con alguien de confianza, pedir ayuda, reorganizar los apoyos y cuidar el descanso favorece una recuperación más rápida y con menos desgaste emocional. Aislarse suele empeorar el malestar. Acompañarse, aunque sea de una sola persona, cambia la forma en que el cuerpo y la mente atraviesan el dolor.
¿Qué consejos darías a las parejas que quieren cuidar su relación pensando en el futuro y la longevidad?
Las relaciones que se sostienen bien en el tiempo son las que se revisan, conversan y se adaptan. No necesitan grandes gestos; necesitan claridad al hablar, respeto en el día a día y una forma de gestionar el estrés como un equipo. Mantener hábitos saludables, reservar tiempo para el descanso y cuidar la intimidad emocional crea un clima que protege la salud y fortalece el vínculo.
¿Qué pequeños gestos cotidianos fortalecen la relación y, de paso, la salud?
Los gestos que sostienen una relación son discretos: escuchar con atención, agradecer lo que el otro hace, compartir una caminata, preparar algo sencillo o detenerse unos minutos para preguntar cómo ha ido el día. Repetidos a lo largo del tiempo, estos actos crean un clima emocional estable que reduce el estrés y favorece el bienestar. Son detalles pequeños, pero son los que construyen una vida en común.
Las relaciones no son un tratamiento médico, pero sí un contexto que moldea la vida. No existe la pareja perfecta ni la fórmula exacta para vivir más, pero sí sabemos que la calidad del vínculo importa: conversar a tiempo, apoyarse, mantener hábitos saludables y sentirse seguro en la convivencia crea un entorno que favorece la salud y el bienestar. A partir de los 50, cuando el cuerpo y la mente empiezan a pedir más calma y más claridad, elegir bien con quién compartimos la vida —sea pareja, amistad o red cercana— se vuelve tan importante como el ejercicio o la alimentación. Cuidar la relación es, al final, otra forma de cuidarnos.







