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Doctor Jordi Serra, especialista en aparato digestivo: 'Hay personas con un intestino 'sano', pero nervioso'


Hablamos con el experto sobre los principales síntomas del Síndrome del Intestino Irritable, un problema de salud que afecta solo en España a un 8% de la población


Dr. Jordi Serra, especialista en Aparato Digestivo© Dr. Jordi Serra
Actualizado 20 de noviembre de 2025 - 18:02 CET

Dolor abdominal, hinchazón, gases o diarrea que aparecen sin explicación clara…  El Síndrome del Intestino Irritable (SII) afecta a millones de personas y puede condicionar el día a día de forma intensa. Solo en España afecta aproximadamente a un 8% de la población y es una de las causas más comunes de  consulta en los servicios de aparato digestivo. Por eso, hemos querido profundizar en este problema de salud que puede llegar a condicionar la calidad de vida de quien lo padece. 

Estos son sus síntomas principales

Los especialistas explican que puede manifestarse con dolor, diarrea o estreñimiento, pero lo cierto es que la distensión abdominal y la sensación de hinchazón son los síntomas que la mayoría de los pacientes señalan como más molestos, y los que los especialistas observan con más frecuencia en la práctica clínica. 

“Hay estudios con pacientes que manifiestan tener dolor, pero sobre todo dicen que lo más molesto es que se hinchan, sentirse hinchados. Son síntomas muy frecuentes y además en muchos pacientes los consideran incluso los más molestos”, nos explica el doctor Dr. Jordi Serra, colaborador de la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD), jefe de la sección de Motilidad Digestiva del área de Enfermedades Digestivas del Hospital Vall d’Hebron y presidente de la Asociación Española de Neurogastroenterología y Motilidad (ASENEM). “No solamente son habituales cuando hay un diagnóstico de intestino irritable, se dan también en otros trastornos como la dispepsia, que son las malas digestiones, o en el estreñimiento”, añade.

Además, el SII puede asociarse a otros síntomas generales del cuerpo, como dolores de cabeza, alteraciones en la menstruación o fatiga crónica, y las personas con esta afectación pueden tener mayores índices de ansiedad, estrés o depresión.

mujer con dolor de estómago sentada en el sofá© Getty Images

Una enfermedad con distintos grados de intensidad

No podemos perder de vista que no todas las personas con SII tienen la misma intensidad en su patología. Esta puede variar mucho, y algunas personas presentan formas leves, que tienen una escasa repercusión en su día a día. Sin embargo, es importante saber que alrededor de una cuarta parte de los pacientes sufre una afectación importante cuyo impacto en su calidad de vida puede llegar a ser muy alto.

Si tú no estás bien, no te sientes bien, tienes dolor, tienes hinchazón, te afecta en el ámbito laboral, social o familiar. “Quienes tienen los síntomas más intensos, más fuertes, tienen una gran afectación de su calidad de vida, similar a la que puede tener incluso un paciente con una enfermedad digestiva crónica grave, como puede ser una enfermedad de Crohn, una Enfermedad Inflamatoria Intestinal o una colitis ulcerosa”, nos explica.

La influencia de las emociones

El SII tiene una relación estrecha y bidireccional con el estrés y los factores emocionales. Un estilo de vida o situaciones estresantes pueden producir una serie de alteraciones a nivel intestinal que dan lugar a los síntomas característicos del trastorno; estos síntomas, a su vez, pueden alterar el día a día de la persona que los padece y empeorar el estrés. 

“Son factores muy importantes tanto en cuanto al desarrollo de la enfermedad como también en la evolución de la misma. Muchas veces, los síntomas de intestino irritable se exacerban cuando hay situaciones de estrés o de nerviosismo en general, así como ansiedad”, nos explica el doctor Serra, que añade un ejemplo muy claro: son pacientes que a lo mejor en vacaciones están bien y cuando empiezan a trabajar comienzan a tener situaciones que le van a provocar una cierta ansiedad o estrés, y ven cómo empeoran los síntomas digestivos.

mujer con dolor en la zona pélvica y abdominal© Getty Images

La importancia de llegar al diagnóstico

Una de las particularidades del SII respecto a otras patologías digestivas es que no existe un test específico que lo diagnostique. Tanto es así que se trata de un trastorno en el que todas las pruebas que se le realizan al paciente (como análisis, endoscopias o pruebas de imagen) resultan normales. Por eso, puede haber pacientes que inicien un largo peregrinar de un médico a otro, mientras sus molestias digestivas siguen presentes sin un diagnóstico claro. Esto, sin duda, puede generar angustia en aquellos pacientes que se planteen que a los médicos “se les ha pasado algo” o que su malestar no tiene explicación. Una angustia que, según señala el Dr. Jordi Serra, “en ocasiones es casi peor que los propios síntomas, porque contribuye a aumentar la afectación de la calidad de vida.”

“En realidad no es difícil de diagnosticar. Lo que ocurre es que si un paciente tiene síntomas que nos pueden hacer sospechar otras cosas, se tienen que hacer pruebas diagnósticas para descartar que haya otros problemas. Aunque son unos síntomas muy habituales los del intestino irritable, en sí el diagnóstico no es demasiado complicado”, comenta el especialista.

El problema, tal y como explica el doctor, es que se puede dar, como decíamos, el caso de que el resultado de las pruebas sea normal, pero el paciente continúa manifestando que tiene dolor, y quizás se suman otros síntomas como diarrea o estreñimiento o hinchazón. “Si le dicen ha salido todo normal, se puede tener la falsa idea de que es que no encuentran lo que tiene. O también se puede tener la falsa idea de que el médico considera que están locos, porque están diciendo que tienen cosas cuando no tienen nada. Ambas son ideas falsas, porque primero el paciente sí que tiene cosas, lo que pasa es que son cosas que con las pruebas clínicas normales y habituales no se ven. Pero si se hiciesen pruebas especiales de investigación se verían”, explica el doctor.

Debemos de explicar al paciente que tiene un intestino 'sano', pero muy nervioso, y que como si fuese un niño pesado, va a intentar coger un protagonismo importante en su vida

Doctor Jordi Serra, especialista en aparato digestivo

Causas del intestino irritable

El doctor hace mención a las molestias que están producidas por toda una serie de causas, que incluyen “un intestino muy irritable, muy nervioso, muy excitable, es decir, es un intestino que cualquier pequeña cosa ya la interpreta como molesta”. 

Además, el especialista cita también la existencia de alteraciones, como puede ser la permeabilidad intestinal, la micro inflamación, es decir, pequeñas inflamaciones a nivel del intestino, que no son una enfermedad grave pero que están allí y alteraciones también en la microbiota intestinal. “Hay toda una serie de cambios que se producen en estos pacientes y por eso tienen los síntomas”, nos detalla. Se trata, por lo tanto, de un intestino nervioso, irritable, en el que existe una hipersensibilidad e hiperreactividad, junto con alteraciones en la motilidad, la microbiota y la permeabilidad intestinales. 

 Y no podemos perder de vista los posibles condicionantes genéticos. “Hay estudios muy bonitos hechos con gemelos, en los que se ve que comparando gemelos univitelinos con gemelos bivitelinos, es decir, mellizos, se ve cómo hay un factor genético que puede predisponer al desarrollo del intestino irritable, pero no es el único factor. Hay muchos factores que influyen, la genética, pero también experiencias tempranas en la infancia, situaciones de estrés importante en la infancia también pueden condicionar”, nos dice.

mujer bebiendo un vaso de leche en casa, con el móvil en la mano© Getty Images

 Una enfermedad muy estigmatizada

El doctor considera importante lanzar un mensaje: “El intestino irritable tiene muy mala fama, está muy estigmatizado. Lo que comentábamos, pacientes que afirman ‘no me encuentran nada, se piensan que estoy loco’. Pero es la causa de la mayoría de estos trastornos”.

Y pone un ejemplo concreto: “Pensemos en una persona que tiene una intolerancia a la lactosa, cuando bebe leche, le pasa exactamente lo mismo que nos pasa a todos cuando comemos judías. No pasa nada diferente. Se produce una fermentación en el intestino y se producen gases. A la persona que tiene intestino irritable, eso le molesta, mientras que a quien no lo tiene, eso no le molesta. Entonces ya podemos ir quitando la lactosa de la dieta y suprimiendo esto y lo otro, que el problema de base seguirá ahí”.

Cómo actuar cuando se confirma el diagnóstico

Según dice el Dr Serra, el primer paso en el tratamiento es que el paciente entienda qué es el intestino irritable. "Debemos de explicar al paciente que tiene un intestino “sano”, pero muy nervioso, y que como si fuese un niño pesado, va a intentar coger un protagonismo importante en su vida. Si le dejamos, puede incluso hacer que la vida del paciente quede totalmente condicionada por su intestino, y eso lo debemos de evitar conjuntamente, estableciendo una colaboración entre el paciente y los sanitarios”. Por ello, el primer paso del tratamiento es explicar bien al paciente lo que le ocurre. “Tiene Síndrome del Intestino Irritable, un trastorno molesto y fastidioso, pero no grave”, explica el Dr. Serra. “Es importante que sepa que no aumenta el riesgo de cáncer ni de otras enfermedades graves, y que el diagnóstico es fiable”. Aunque no exista una prueba específica, “los síntomas son tan característicos que el médico puede reconocerlo con bastante precisión.”

Además, como anticipábamos, el SII cursa por brotes, y el Dr. Serra subraya la importancia de que el paciente conozca que “hay momentos en los que va a tener más síntomas y se va a encontrar peor, y otros en los que estos síntomas irán disminuyendo por sí solos”. Por tanto, el tratamiento consiste en dar herramientas personalizadas a cada caso para controlar esos periodos de empeoramiento.

Mujer disfrutando de su comida© Getty Images

La importancia de cuidar la dieta

Así, lo primero de todo, a nivel de alimentación, es intentar seguir una dieta equilibrada. “No se trata de hacer restricciones, sino de tener una vida ordenada en todos los ámbitos y también en el ámbito de la dieta. Comer tres, cuatro veces al día, sentado, tranquilo, comer variado, no abusar de cosas como el café o el tabaco, o del alcohol, todo lo que son irritantes. Si notas que, por ejemplo, las fibras, las legumbres, te sientan mal, pues hay que tratar de no abusar, es decir, tener una dieta equilibrada”.

El Dr. Serra insiste en que no hay una dieta específica ni un alimento que provoque por sí solo los síntomas, y alerta del peligro de comenzar a eliminar alimentos sin la supervisión de un nutricionista. “A muchos de estos pacientes les aparecen los síntomas cuando comen, lo que los lleva a pensar que hay alimentos que les sientan mal”. Esto puede llevarlos a restringir alimentos y terminar con dietas cada vez más limitadas sin conseguir que sus síntomas mejoren, entrando en “un círculo vicioso que hay que romper cuanto antes”.

“La realidad de la experiencia como médico lo que nos enseña es que el paciente empieza suprimiendo la lactosa porque considera que le va mal. Después continúa sacando el gluten porque también le va mal. Y nada de esto le soluciona los problemas. Pero en lugar de volver a incluir el gluten o la lactosa, lo que hace es suprimir más y más alimentos. Como nada le termina solucionando el problema, o quizá se lo soluciona durante un par de semanas y después vuelve a estar igual, pues van quitando”, explica el doctor. 

“Si se tiene que buscar un consejo dietético, hay que recurrir a los expertos, a los dietistas o nutricionistas. Dejémonos aconsejar por los que saben, pero ir sacando cosas de la dieta por por uno mismo, no es aconsejable”, apunta.

Y nos habla de las llamadas dietas bajas en FODMAP, que al reducir los alimentos que fermentan y producen gases no producen tanto volumen en el intestino y pueden disminuir las molestias. “Han demostrado ser útiles para la hinchazón, para el dolor y para las molestias del intestino delgado, pero son dietas muy restrictivas y solamente se pueden hacer si es bajo el control de un dietista”, apunta.

Además, recomienda procurar hacer ejercicio físico regular e intentar evitar situaciones de estrés y la ansiedad en la medida de lo posible. “Esto a veces es más fácil de decir que hacer”, indica el doctor.

A muchos de estos pacientes les aparecen los síntomas cuando comen, lo que los lleva a pensar que hay alimentos que les sientan mal

Doctor Jordi Serra, especialista en aparato digestivo

Tratamiento farmacológico

Tal y como nos explica, en función de los síntomas, también se pueden tomar medidas farmacológicas. Así, explica que en el caso de que aparezca dolor, son muy recomendables los fármacos anti espasmódicos. Y también medicamentos para el control de la diarrea o el estreñimiento. 

Otros fármacos útiles son los llamados neuromoduladores, un grupo de medicamentos que también se usan como antidepresivos, pero que en el caso del SII se administran a dosis mucho más bajas adaptadas al sistema nervioso del intestino, que es el encargado de regular su funcionamiento y las sensaciones digestivas. Estas pequeñas dosis no tratan una depresión, sino que modulan la actividad nerviosa intestinal para reducir la hipersensibilidad y normalizar las respuestas anómalas del intestino. “Nosotros necesitamos modular este intestino que es tan nervioso, necesitamos calmarlo un poco y para eso utilizamos unos fármacos que son del grupo de los antidepresivos”, nos explica.

El doctor matiza, eso sí, que esto hay que explicarlo muy bien, porque no se dan estos fármacos antidepresivos para tratar una depresión, ni porque se piense que el paciente se está inventando sus síntomas. “Los damos porque queremos modular la sensibilidad del intestino y se prescriben a dosis muy bajitas, porque no hacen falta dosis altas para el intestino. Son fármacos muy útiles para estos pacientes. Por eso es importante explicarlo bien y que el paciente entienda que son fármacos que van a ir bien para su intestino irritable”, nos cuenta. “El objetivo de estos medicamentos no es psicológico, sino fisiológico”, cuenta.

mujer con un vaso de agua tomándose una pastilla© Adobe Stock
Young woman with glass of water taking dietary supplement pill indoors, space for text

Una enfermedad que suele mejorar con el paso de los años

Si bien es cierto que, como decíamos, la enfermedad cursa alternando periodos en los que los síntomas son más intensos con periodos en los que prácticamente no hay síntomas, el doctor quiere aportar un mensaje, sin duda, esperanzador: “Esta enfermedad, con el paso de los años, va mejorando por sí misma”. 

Tal y como nos detalla, es más frecuente entre los 20 y los 50 años de edad. “Pero a medida que nos vamos haciendo mayores, este intestino nervioso y que se enfada tanto, podríamos decir que va calmándose con la edad. Como nos pasa en general con todo, que de jóvenes somos muy rebeldes y de mayores menos. Pues lo mismo le pasa al intestino, que va calmándose”, apunta.

“Dicen esto es para toda la vida. Hay matices. Es una enfermedad crónica, larga, pero no para toda la vida. Generalmente, a medida que vamos cumpliendo años, este intestino va volviéndose más dócil”, indica.

Una de las posibles causas es que, a nivel psicológico, cada vez tenemos más experiencia y aprendemos a tomarnos las cosas con más tranquilidad, relativizamos. “Eso genera menos estrés en el individuo y al tener menos estrés, también el intestino está más relajado. Pensemos, por ejemplo, cuando tenemos un examen importante, una cita importante. Las tripas se mueven, hay gente a la que le da hasta diarrea. El intestino irritable es un intestino que reacciona a cosas normales de la vida como un intestino normal reacciona a catástrofes. Por eso es irritable. Enseguida se enfada”, argumenta.

No dejar que el intestino dirija nuestra vida

Concluye con otro mensaje que considera importante: “El intestino irritable, cuando es ya de un grado digamos importante de intensidad, va a querer ser el protagonista de nuestra vida. Y nuestro trabajo es no dejar que el intestino sea el protagonista de nuestra vida. Hemos de hacer lo que nosotros queremos cuando nosotros queremos. No tenemos que dejar de ir a comer con los amigos. No tenemos que dejar de hacer las cosas que nos gustan por miedo a que nos vaya a doler, por miedo a que nos vayamos a hinchar, etcétera, etcetera”. La teoría está bien, pero para quien sufre el problema, no es tarea sencilla. “Es un trabajo que tenemos que hacer conjuntamente médico y paciente. El médico dando consejos y el paciente aprendiendo de alguna manera a convivir con estas molestias e intentando sobrellevarlas, pero sabiendo que tiene a su disposición también buenas ayudas. Tenemos una serie de fármacos y otras medidas no farmacológicas, como todo lo que puede ser técnicas de relajación, yoga, mindfulness, meditación... que nos ayudan. Nada por sí mismo va a curarlo, pero vamos sumando cosas buenas y las cosas malas cada vez son menos”, nos dice.

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