Lara Álvarez lo tiene claro: "Si contar un testimonio que a mí me pasó hace ya 30 años ayuda, lo seguiré haciendo las veces que haga falta”. La presentadora habla en una entrevista con Europa Press sobre el bullying, una realidad cruel que ella misma vivió en primera persona. “Creo que hay que estar alerta a las señales de los niños, los padres, no solo de las víctimas, también de los acosadores, y también los colegios, es decir que hay mucho por hacer, pero lo conseguiremos".
También reflexiona sobre si ha conseguido sanar, perdonar y avanzar tras haber vivido esta situación. "Yo creo que hay una niña todavía herida dentro, que en el fondo cuando se siente útil con este tema va sanando poquito a poco. Creo que es importante exteriorizarlo. La gente que sufre bullying tiene dos caminos, o taparlo y esconderlo y llevar ese sufrimiento dentro, o transmutarlo y hacerlo real para que otra gente no lo sufra, entonces creo que también esa implicación es muy sana", explica la presentadora en dicha entrevista.
Alerta, además, de cómo ha cambiado esta realidad debido a las nuevas tecnologías. “Aunque hay herramientas nuevas y yo creo que la gente está un poquito más alerta, el acoso ahora es mucho más complicado, es 24/7, con las redes sociales, el ciberacoso, el ciberbullying…”, apunta, reconociendo que aún queda mucho por hacer.
Habla de la vergüenza de la víctima, que en un primer momento piensa siempre que algo estará haciendo ella mal. Por eso considera que es importante hacerlo público, compartirlo con nuestro entorno. “Cuando lo haces público, cuando cuentas con tu familia, cuando cuentas con tus amigos, cuando cuentas con ese apoyo y lo haces real, y le pones nombre, estoy sufriendo bullying, nunca estás solo. Eso es importante que las víctimas lo entiendan, nunca están solas”, apunta Lara Álvarez.
Por eso da un consejo claro: “Compártelo, no te lo calles, no te quedes con la sensación de que tienes un problema, porque eso es lo que quiere el acosador, acorralarte, dejarte de lado”.
Heridas invisibles en la edad adulta
Cuando hablamos de bullying solemos asociarlo con la infancia y la adolescencia, pero lo cierto es que sus efectos pueden no terminar cuando se cierra la puerta del colegio. Muchas personas que fueron víctimas de acoso escolar arrastran durante años heridas invisibles que condicionan su forma de relacionarse, de confiar, de sentirse válidas. El dolor no siempre grita: a veces se disfraza de inseguridad, de miedo al rechazo, de dificultad para poner límites o de una constante necesidad de aprobación.
En la vida adulta, ese acoso que parecía cosa del pasado puede manifestarse en forma de ansiedad, aislamiento o baja autoestima. Y lo más duro es que, en muchos casos, ni siquiera se reconoce como una secuela del bullying. Hablar de ello, como recomienda Lara Álvarez, no solo libera: también abre caminos para que nadie más tenga que callar lo que tanto pesa.
He visto cómo esas heridas se infiltran en la vida adulta, afectando la forma de relacionarse, de trabajar y de mirarse a uno mismo
"Cuando acompaño en consulta a personas que vivieron bullying en su infancia o adolescencia, suelo observar cómo esas palabras hirientes y esas miradas de rechazo siguen resonando en su interior, como un eco que no termina de apagarse. Muchas llegan con la sensación de no ser suficientes, de tener que demostrar constantemente su valor para ser aceptadas", nos comenta la psicóloga general sanitaria Leticia Martín Enjuto, que añade que esa herida en la autoestima puede hacer que, incluso años después, se cuestionen a sí mismas en cada paso que dan. "La falta de experiencias que compensen esos mensajes negativos puede fragilizar mucho el autoconcepto. Esto se refleja en una autocrítica constante, en el miedo al juicio ajeno y en una tendencia a compararse desfavorablemente con los demás. Es como si el bullying hubiese dejado una voz interna que repite, en silencio, que no merecen ser vistas, queridas o respetadas", nos cuenta.
Cómo se manifiestan las consecuencias del 'bullying' en la vida adulta
Para la psicóloga, a veces las huellas del bullying no se ven a simple vista, pero están ahí. "Aparecen en forma de inseguridad, miedo al rechazo, necesidad constante de agradar o dificultad para confiar", apunta. Y nos cuenta su propia experiencia en consulta: "He visto cómo esas heridas se infiltran en la vida adulta, afectando la forma de relacionarse, de trabajar y de mirarse a uno mismo. También pueden manifestarse como una tendencia a evitar la exposición, a no atreverse a soñar en grande por temor a volver a ser criticados o ridiculizados. Es como si parte de esa persona siguiera protegiéndose del mundo, aunque ya no exista el mismo peligro. Y esa protección, aunque comprensible, puede limitar su libertad y su crecimiento".
No es extraño, por ejemplo, que puedan aparecer episodios de ansiedad, depresión o incluso fobia social. "Las experiencias de acoso reiterado activan un estado de alerta constante que, con el tiempo, puede derivar en estos episodios. Muchas personas no relacionan esos síntomas con el bullying vivido años atrás, pero cuando empezamos a hablar de su historia, aparecen esos recuerdos cargados de miedo y de dolor", nos dice.
Por qué es importante exteriorizarlo
Lara Álvarez remarca la importancia de expresarlo, de verbalizarlo. Y es que el hecho de compartir el testimonio puede ser incluso terapéutico para la víctima. En opinión de la psicóloga es fundamental. "Cuando alguien rompe el silencio y se atreve a poner en palabras lo vivido, da un paso enorme hacia la liberación. Verbalizar el dolor ayuda a sacarlo de dentro, a dejar de cargarlo en soledad, y sobre todo a comprender que lo ocurrido no fue su culpa", nos cuenta.
"Muchas personas sienten un alivio profundo simplemente al ser escuchadas y comprendidas sin juicio. Compartir el testimonio públicamente puede ser muy reparador porque cambia la posición en la que se vivió el acoso. Ya no se es solo víctima: se convierte en alguien que sobrevivió, que puede inspirar y tender la mano a otras personas. Contar la historia, con todas sus emociones, permite resignificarla y transformarla en una fuente de fortaleza", añade Leticia Martín Enjuto.
Verbalizar el dolor ayuda a sacarlo de dentro, a dejar de cargarlo en soledad, y sobre todo a comprender que lo ocurrido no fue su culpa
La vergüenza que impide contarlo
Muchas víctimas no se deciden a transmitir el proceso que están viviendo debido a la vergüenza, que la psicóloga define como una compañera silenciosa pero muy poderosa. "Muchas personas que vivieron bullying sienten que aquello fue, de algún modo, culpa suya: que algo en ellas provocó el rechazo o las burlas. Esa creencia, totalmente injusta pero comprensible, hace que callen por miedo a que otros las juzguen o no las comprendan. Ese silencio parece proteger, pero en realidad aísla", nos explica. En su opinión, cuando la vergüenza empieza a transformarse en comprensión y autocompasión, hablar ya no es tan doloroso. "Y en el momento en que se atreven a contar su historia y reciben validación, es como si se quitaran un peso enorme de encima", añade.
¿Puede el tiempo curar las heridas?
Dejar pasar el tiempo y confiar en que, poco a poco, la herida sane, el daño se vaya haciendo cada vez más pequeño. Es una opción para algunas de las víctimas. "El tiempo puede suavizar el dolor, pero no basta por sí solo para sanar. He conocido a personas que cargaron durante décadas con recuerdos que creían 'superados', y que en realidad seguían muy presentes, solo que escondidos. Basta una situación parecida o una palabra desafortunada para que ese pasado vuelva con toda su carga emocional", nos comenta la psicóloga.
Sin embargo, cuando el paso del tiempo se acompaña de un proceso de elaboración emocional, de apoyo y de nuevas experiencias reparadoras, sí puede convertirse en un aliado. "Entonces el pasado deja de pesar tanto, y se transforma en algo que forma parte de la historia personal, pero que ya no define quiénes somos hoy", comenta.
El tiempo puede suavizar el dolor, pero no basta por sí solo para sanar. He conocido a personas que cargaron durante décadas con recuerdos que creían 'superados', y que en realidad seguían muy presentes, solo que escondidos
Establecer vínculos
Otro aspecto que no podemos obviar es que el bullying puede dejar un impacto profundo en la forma de vincularse con los demás. "Quienes lo sufrieron suelen tener miedo a ser heridos otra vez, y eso puede hacer que eviten la intimidad, que les cueste confiar o que busquen de manera desesperada la aprobación de los demás. A veces se establecen relaciones basadas en la dependencia emocional, por el miedo a quedarse solos. Además, pueden interpretar señales neutras como si fueran amenazas, reaccionando con desconfianza o incluso con frialdad para protegerse", nos dice la psicóloga, que considera que esto complica mucho construir relaciones sanas, estables y equilibradas. "No porque no lo deseen, sino porque aprendieron —erróneamente— que acercarse demasiado implica riesgo", matiza.
Pasos para sanar heridas profundas causadas por el 'bullying'
Para finalizar, Letizia Martín Enjuto nos resume los que son, en su opinión, los pasos fundamentales para tratar de sanar las heridas profundas causadas por haber vivido un episodio de bullying en la infancia o adolescencia.
- El primer paso es reconocer que esas heridas existen y que merecen ser atendidas. Buscar ayuda psicológica puede ser clave para dejar de cargar con creencias que se formaron en una etapa de vulnerabilidad y que hoy ya no tienen sentido.
- Trabajar la autoestima, el autocuidado y rodearse de personas que aporten seguridad y respeto también es fundamental.
- Otra vía muy valiosa es poder contar la experiencia, ya sea en terapia, con personas de confianza o en espacios seguros como grupos de apoyo. Nombrar el dolor ayuda a entenderlo y a liberarlo.
- También pueden ser muy terapéuticas la escritura, el arte o cualquier forma de expresión emocional que permita transformar el sufrimiento en algo con sentido.