¿Puede una filosofía nacida hace más de dos mil años ayudarnos a tomar mejores decisiones, gestionar nuestras emociones y encontrar calma en medio del caos? Cada vez más personas en todo el mundo creen que sí. El estoicismo, una corriente filosófica que nació en la Antigua Grecia, ha regresado con fuerza como una herramienta práctica para la vida cotidiana. Hoy, en plena era de la hiperinformación, las dudas constantes y el malestar emocional, sus enseñanzas nos invitan a parar, observar y pensar con mayor claridad.
Para comprender por qué esta antigua manera de ver el mundo se ha convertido en una brújula para miles de personas, entrevistamos a Donald Robertson, psicoterapeuta cognitivo-conductual, miembro de la Royal Society for Public Health (RSPH). Este experto, que además es autor del libro Piensa como un filósofo griego (Ed. Temas de Hoy), nos explica cómo las enseñanzas de Sócrates, adaptadas al contexto actual, nos ayudan a gestionar mejor nuestras emociones, cuestionar nuestras creencias limitantes y construir una vida más coherente con nuestros valores.
¿Qué es la filosofía estoica y por qué puede ayudarnos hoy en día?
El estoicismo es una escuela de filosofía griega antigua que ha vuelto a ser muy popular en las últimas décadas. Fue fundada en el año 301 a. C. por un comerciante fenicio de tintes llamado Zenón, después de perder toda su fortuna en un naufragio cerca de Atenas. Empezó a formarse en filosofía y, al parecer, se vio especialmente influido por Sócrates, que había sido ejecutado en Atenas un siglo antes. A los estoicos les encantaban las paradojas, y Zenón decía que el viaje más provechoso que había hecho en su vida fue aquel en el que lo perdió todo, porque le arrojó a los brazos de la filosofía. Creó una filosofía basada en el principio de que la sabiduría moral (o “virtud”) es el único bien verdadero. En otras palabras, cosas que la mayoría solemos valorar, como la riqueza o la reputación, no son tan importantes como pensamos.
La consecuencia más llamativa de seguir la “ética de la virtud” estoica es que parece conducir a una mayor resiliencia emocional. Por esa razón, las palabras “estoico” y “resiliente” llegaron a ser prácticamente sinónimas durante muchos siglos. En las décadas de 1950 y 1960, cuando se estaba desarrollando la terapia cognitivo-conductual (TCC), sus fundadores, Albert Ellis y Aaron T. Beck, citaron en repetidas ocasiones el estoicismo como una de sus principales influencias filosóficas. Hoy en día, la TCC, inspirada en el estoicismo, se ha convertido en la forma de psicoterapia moderna basada en la evidencia más extendida. A medida que la psicología moderna valida indirectamente estas ideas antiguas, el estoicismo se ha hecho cada vez más popular como una forma de autoayuda en la actualidad.
Hoy en día, la TCC, inspirada en el estoicismo, se ha convertido en la forma de psicoterapia moderna basada en la evidencia más extendida. A medida que la psicología moderna valida indirectamente estas ideas antiguas, el estoicismo se ha hecho cada vez más popular como una forma de autoayuda en la actualidad.
¿Puede ser útil el método socrático en la actualidad?
Creo que el propio Sócrates diría que el legado más importante que dejó fue lo que llamamos el “método socrático”. Es famosa su frase “la vida no examinada no merece la pena ser vivida”. Pues bien, el método socrático es la técnica que utilizó para examinar su vida. Primero requiere poner en palabras nuestras suposiciones más profundas exponiendo, por ejemplo, cómo definiríamos lo que es bueno para nosotros, o qué implican virtudes como la sabiduría o la justicia. A continuación, debemos utilizar la razón para cuestionarnos vigorosamente, advirtiendo las contradicciones de nuestro pensamiento, como las posibles situaciones en las que nuestra definición original ya no funciona. Más que nada, Sócrates quería que aprendiéramos a pensar por nosotros mismos. Esto es importante porque vivimos en una “era de la información” en la que cada vez más máquinas piensan por nosotros, gracias al desarrollo de la inteligencia artificial.
El método socrático ha dado lugar a muchas formas de “interrogatorio socrático”, que se utilizan en la educación, sobre todo en derecho y medicina, pero también en la psicoterapia moderna. La TCC utiliza el cuestionamiento socrático para ayudar a las personas a comprender sus pensamientos y creencias irracionales. La pregunta más importante en terapia es “¿Dónde están las pruebas de eso?”, pero también solemos preguntar “¿Cómo te está funcionando eso?” y “¿Cuál sería una alternativa más racional a esa creencia?”. Aprender a cuestionar nuestro propio pensamiento es crucial para la superación personal.
¿Por qué nos cuesta tomar decisiones?
Uno de los principales frenos es el deseo de soluciones perfectas, que intenta protegernos de la incertidumbre y del miedo a asumir riesgos. La ansiedad tiende a limitar nuestro pensamiento y puede inhibir nuestra capacidad para tomar decisiones. Cuando nos liberamos de la ansiedad, o simplemente somos más tolerantes con ella, tendemos a ser más flexibles y creativos en nuestro pensamiento, lo que nos hace mejores en la resolución de problemas.
Sócrates creía que hay varios pasos básicos que pueden mejorar nuestro pensamiento y podría decirse que constituyen el fundamento de la filosofía antigua como método. Debemos ir más despacio y detenernos a pensar para cuestionar nuestras suposiciones más fundamentales y las de los demás. La mayoría de la gente quiere ganar las discusiones y teme equivocarse, pero Sócrates creía que la persona que más gana con una discusión filosófica, paradójicamente, suele ser la que refuta. Por eso debemos aceptar que nos demuestren que estamos equivocados. Debemos intentar poner a prueba nuestros supuestos, en particular las definiciones de los términos clave. Por ejemplo, alguien puede hablar sin parar de “justicia” sin pararse realmente a intentar comprender qué significa esa palabra. Si pensamos en preguntas creativas, podemos poner a prueba nuestros supuestos y detectar contradicciones en ellos. A Sócrates también le gustaba señalar los dobles estándares (raseros). Por ejemplo, preguntó qué cualidades buscamos en un amigo ideal. ¿Nos aplicamos ese mismo criterio a nosotros mismos? ¿O existe a veces una contradicción, un doble parámetro, en la forma en que utilizamos el concepto de amistad?
La Terapia Cognitiva-Conductual utiliza el cuestionamiento socrático para ayudar a las personas a comprender sus pensamientos y creencias irracionales
¿Qué diferencia hay entre pensar bien y pensar demasiado?
Pensar demasiado es una causa frecuente de ansiedad y depresión, y a veces de otros problemas de salud mental. Los psicólogos modernos suelen denominar “preocupación” al exceso de pensamientos sobre futuras fuentes de ansiedad, y “rumiación” al exceso de pensamientos sobre el pasado y su significado en la depresión. Para hacer frente al pensamiento excesivo, debemos desarrollar la capacidad de gestionar nuestros procesos de pensamiento, algo que los psicólogos describen como una forma de “metacognición”, un término técnico que utilizan para referirse a “pensar sobre nuestro propio pensamiento”. Para dejar de pensar en exceso, por ejemplo, hay que darse cuenta de que empieza, por lo que debemos estudiarnos a nosotros mismos e identificar las señales de alerta para pillarnos en el acto y cortarlo de raíz.
A menudo creemos que pensar demasiado es necesario o útil, así que, como indica la pregunta, es fundamental que aprendamos a distinguir claramente entre pensar demasiado y resolver problemas. Hay más o menos media docena de diferencias típicas que merece la pena tener en cuenta. Por ejemplo, el pensamiento excesivo tiende a ser circular porque suele apuntar a una solución perfecta, en lugar de aceptar una solución que sea lo suficientemente buena como para recibir comentarios de los demás o probarla en la práctica. Cuando somos más conscientes, solemos hacer una pausa en la resolución de problemas y volver a ella más tarde si no llegamos a ninguna parte, mientras que pensar en exceso puede durar horas de forma improductiva. Esto requiere una mayor conciencia del paso del tiempo, lo que suele ocurrir cuando nos mantenemos más anclados en el momento presente en lugar de perdernos demasiado en nuestros pensamientos. Así que pensar bien requiere un cierto nivel de autoconciencia y presencia de ánimo que nos permita darnos cuenta de si estamos progresando o no y adaptar nuestro pensamiento en consecuencia.
¿Por qué nos aferramos a ideas que no nos hacen bien?
Es uno de los grandes enigmas de la psicología. Una respuesta muy conocida se describe a veces como el error de confundir “sentirse mejor” con realmente “mejorar”. Las ideas o comportamientos que alivian el malestar a corto plazo pueden crear hábitos. Una persona puede beber whisky para aliviar su ansiedad y sentirse bien en ese momento, aunque no le sirva de mucho a largo plazo. Otra persona puede darle demasiadas vueltas a sus problemas, lo que también puede producir cierto alivio temporal, porque se parece a tomar medidas constructivas, pero a largo plazo puede convertirse en una preocupación excesiva y ser contraproducente, empeorando nuestra ansiedad. En otras palabras, hacemos lo que nos parece bien en el momento, aunque nos perjudique a largo plazo.
También nos aferramos a formas de pensar poco útiles que hemos aprendido de figuras de autoridad. Los estudios demuestran que las personas a las que se les dan soluciones suelen seguirlas incluso cuando ya no funcionan. Por el contrario, las personas que han aprendido soluciones por ensayo y error, y tienen el hábito de cuestionar sus propios supuestos, tienden a ser más adaptables y modifican su enfoque cuando se dan cuenta de que ya no funciona. Por tanto, si queremos tener resiliencia emocional, debemos aprender a cuestionarnos a nosotros mismos, a pensar con flexibilidad y a probar las cosas en la práctica -debemos tener curiosidad y un enfoque experimental de los problemas-, en lugar de aceptar rígidamente las soluciones que hemos oído a otros.
Las personas a las que se les han dado soluciones, suelen seguirlas cuando ya no funcionan. Por el contario, las que han aprendido por ensayo y error, modifican su enfoque cuando se dan cuenta de que ya no funciona
¿Qué creencias deberíamos revisar si queremos sentirnos más en paz?
Albert Ellis, el fundador original de la terapia cognitiva, pensaba que las exigencias rígidas eran una receta para la neurosis. Muchos psicólogos han coincidido en esta idea, que en psicoterapia se conocía como la “Tiranía de los Deberes”. Si crees que absolutamente “debes”, “tienes que” o “estás obligado a” hacer algo, como tener éxito en una carrera en particular, y que sería terrible o catastrófico si no lo logras, eso suele hacerte propenso a problemas emocionales como la ansiedad y la depresión. Es natural desear el éxito, de forma condicional y adaptativa, pero a menudo, por alguna razón, cruzamos una línea al convertir deseos flexibles en exigencias rígidas, incondicionales y absolutas. Pueden ser exigencias que nos imponemos a nosotros mismos, a otras personas o a la vida en general. Puedes pensar en las exigencias rígidas como un algoritmo o subrutina informática, que estás programando para que ejecute tu cerebro, que dice algo así como: “Debo ser absolutamente respetado en todo momento por los demás, de lo contrario me enfadaré mucho”.
La vida real es más confusa. Las creencias saludables tienden a ser más flexibles y adaptables, al reconocer que, aunque deseemos algo con fuerza, no tenemos la garantía de conseguirlo, y nos preparan de antemano para afrontar la decepción. Por ejemplo: “Definitivamente prefiero que la gente me muestre respeto, pero en el mundo real eso no siempre ocurre, no está del todo bajo mi control, y si de vez en cuando alguien parece faltarme al respeto, no es el fin del mundo y puedo afrontarlo”. La persona que tiene ese tipo de creencias adaptativas suele ser mucho más resistente emocionalmente y, en ese sentido, su vida será más tranquila.
Las exigencias rígidas son una receta para la neurosis. La vida es más confusa. Las personas que tienen creencias adaptativas suelen ser mucho más resistentes emocionalmente y, en ese sentido, su vida será más tranquila
¿Cómo podemos aprender a hablarnos mejor a nosotros mismos?
Como siempre, el primer paso es darnos cuenta de cuándo se produce el hábito que queremos cambiar. Debemos darnos cuenta de cuándo empezamos a hablarnos con dureza a nosotros mismos. ¿Cuáles son los desencadenantes externos? ¿Qué pensamientos y sentimientos internos preceden a que nos hablemos con dureza? El cambio no es difícil siempre que nos comprometamos a ejercer la compasión y seamos capaces de detectar cuándo empezamos a hacer lo contrario. Imaginar que nos hablamos a nosotros mismos como hablaríamos a un niño o a alguien que realmente nos importa es una buena guía.
También es importante comprender las desventajas de hablarnos a nosotros mismos con dureza. A menudo consigue precisamente lo contrario de lo que queremos lograr. Al volvernos severos interiormente, esperamos motivarnos, pero a la larga podemos acabar minando nuestra motivación. La compasión nos ayuda a pensar de forma más flexible y creativa, y a adaptarnos a los problemas que se nos presentan en la vida. Cuando nos volvemos severos con nosotros mismos, nuestro pensamiento se vuelve desesperado y rígido, y es entonces cuando a menudo nos encontramos con graves problemas emocionales.
Es importante comprender las desventajas de hablarnos a nosotros mismos con dureza. A menudo consigue precisamente lo contrario de lo que queremos lograr. Al volvernos severos interiormente, esperamos motivarnos, pero a la larga podemos acabar minando nuestra motivación
¿Qué puede hacer alguien cuando siente que tiene la cabeza llena de dudas?
Depende de la naturaleza de la duda. La duda puede ser saludable. Sin embargo, si alguien se siente abrumado, suele implicar que experimenta algo que los psicólogos actuales denominan “intolerancia a la incertidumbre”. Algunas personas tienen mayor tolerancia a la incertidumbre y la ambigüedad que otras. Cuando percibimos la incertidumbre en sí misma como peligrosa, esto puede hacer que nuestras ansiedades se sientan mucho peor, y también puede hacernos más propensos a preocuparnos. Podemos caer en la trampa de buscar una solución perfecta a nuestros problemas, que eliminará por completo todas nuestras dudas. En lugar de eso, es mejor darse cuenta de que cierto grado de duda es normal en la vida, y la mejor forma de afrontarlo suele ser hacer un esfuerzo consciente para ser más tolerantes con la incertidumbre, cuando los riesgos de hacerlo son bajos. En lugar de buscar una solución perfecta, hay que buscar una que sea lo suficientemente buena como para probarla y ver qué pasa. La ciencia utiliza experimentos cuando hay dudas. Podemos aplicar un enfoque experimental a nuestras propias preocupaciones, aprendiendo a aceptar riesgos modestos, en lugar de sentirnos paralizados por la duda, y probando posibles soluciones en la práctica.
¿El estoicismo sirve también para gestionar emociones como el miedo o la rabia? Sí. Los antiguos estoicos desarrollaron una forma de psicoterapia y un sofisticado modelo de la emoción. Escribieron libros enteros sobre la “terapia de la psique”, la mayoría de los cuales se han perdido, por desgracia, aunque tenemos un libro entero de Séneca sobre la terapia estoica de la ira, que sobrevive intacto hoy en día. Los estoicos describen docenas de técnicas terapéuticas individuales, pero el núcleo de su enfoque es la comprensión de que emociones como el miedo y la ira son de naturaleza cognitiva: se basan en creencias subyacentes. Esto se resume perfectamente en la famosa frase de Epicteto: “La gente no se altera por los acontecimientos, sino por sus opiniones sobre los acontecimientos”. Ganamos una libertad considerable cuando comprendemos de verdad que no son los acontecimientos externos, ni otras personas, los que nos dan miedo o nos enfadan, sino, al menos en gran medida, nuestras propias creencias, en particular nuestros juicios de valor. Podemos ayudarnos a ver esto más claramente preguntándonos, como hizo Sócrates, si todas las demás personas se sienten igual de molestas por el tipo de cosas que tanto nos asustan o enfadan. Si algunas personas se sienten de forma diferente ante las mismas cosas, eso sugiere que nuestras creencias quizá estén dando forma a nuestras emociones.
Los estoicos se preguntaban qué nos hace más daño, si nuestro miedo o aquello a lo que tememos. Lo mismo ocurre con la ira: ¿Qué nos hace más daño, nuestra ira o aquello por lo que estamos enfadados? La mayoría de la gente, tras reflexionar, responderá que sus emociones fuertes les hacen más daño que las cosas por las que están enfadados. Esto queda más claro cuando pensamos en el largo plazo con más detenimiento, considerando el impacto más amplio del miedo y la ira habituales, en diferentes aspectos de nuestra vida, incluidas nuestras relaciones. Los estoicos no sólo hablaban de las consecuencias de nuestros actos. Creían que el miedo y la ira pueden ser intrínsecamente perjudiciales, en la medida en que van en contra de nuestros valores fundamentales y del tipo de persona que queremos ser en la vida. Así que ser consciente, en el calor del momento, de cómo estas emociones se relacionan con tus valores más profundos y tu objetivo final en la vida puede ser muy útil como forma de ganar perspectiva sobre ellas.
¿Cómo se aplica la filosofía estoica en terapia de pareja?
Hay muchas formas de relacionar la filosofía con la terapia. Para muchas personas, la más importante es que las filosofías, como el estoicismo, pueden proporcionar un marco más amplio para terapias como la TCC. Cuando las personas terminan la terapia, a menudo sienten que los conocimientos que han adquirido tienen un significado mucho más amplio y general. Pueden tratar de adoptar una nueva filosofía de vida basada en esas ideas. Dado que el estoicismo fue la inspiración filosófica original de la TCC, podría decirse que proporciona toda una forma de vida coherente con los conceptos básicos y las técnicas de ese enfoque. Tener una filosofía de vida fundamentada en la psicoterapia basada en la evidencia puede ayudarnos a desarrollar una resiliencia emocional duradera.
La terapia moderna suele animar a los clientes a mirar en su interior para aclarar sus valores fundamentales, especialmente como tratamiento de la depresión clínica. También podría decirse que para las personas que llegan a la conclusión de que la búsqueda de la sabiduría, o la razón, es uno de sus valores más fundamentales, el estoicismo puede proporcionar una extensión natural de esa idea. Para los estoicos, la simple comprensión de que la sabiduría es más importante que cualquier bien externo, incluyendo cosas como la riqueza y la reputación, era una piedra angular de toda su filosofía. Muchas personas llegan hoy a conclusiones similares cuando se toman el tiempo de reflexionar detenidamente sobre sus propios valores. Aunque la gente a menudo parece estar en desacuerdo cuando se trata de dilemas éticos específicos, la investigación muestra en realidad un sorprendente grado de coherencia con respecto a nuestros valores fundamentales. En muchos casos, esos valores ya se alinean estrechamente con el estoicismo, por lo que la filosofía puede convertirse en una forma de vivir más coherente con ellos.
Debemos darnos cuenta de que preocuparnos no nos va muy bien y detenernos. Entonces podemos empezar a evaluar lo que está ocurriendo de forma más racional.
¿Por qué es importante parar y pensar con calma?
Una de las ideas centrales tanto del estoicismo como de la TCC es la comprensión de que nuestros pensamientos no son sólo fragmentos de información que procesamos desapasionadamente. Más bien son capaces de cautivar nuestra mente, hasta un grado desconcertante. Cuando estamos absortos en la preocupación, por ejemplo, podemos perder la noción del tiempo y ni siquiera darnos cuenta de que alguien nos llama por nuestro nombre. Miedos que normalmente nos parecerían ridículos, empiezan a parecer creíbles. A menudo describo la preocupación como una forma de autohipnosis negativa, o como una historia de terror que nos contamos a nosotros mismos sobre nuestras propias vidas. La rumiación mórbida en la depresión y la rumiación furiosa son similares en este sentido: formas de pensar que captan nuestra atención y nos atan a pensamientos irracionales. Como dijo una vez el filósofo Wittgenstein: tenemos que mostrar a la mosca el camino para salir de la botella de las moscas. Eso suele empezar por pulsar el botón de pausa. Debemos darnos cuenta de que preocuparnos no nos va muy bien y detenernos. Entonces podemos empezar a evaluar lo que está ocurriendo de forma más racional.
En muchos casos, como observan a menudo los filósofos antiguos, haríamos bien en posponer la respuesta y esperar hasta que nuestros sentimientos se hayan calmado de forma natural. Estar muy ansioso, enfadado o deprimido pone a nuestro cerebro en un modo de funcionamiento diferente, en el que se activan muchos sesgos cognitivos, y nuestro juicio se ve gravemente enturbiado como consecuencia de ello. Es como la diferencia entre estar ebrio y sobrio. Mientras te das cuenta de lo ebrio que estás, puedes decirte a ti mismo que no es un buen momento para conducir una moto o manejar maquinaria pesada, y que deberías esperar hasta que los efectos del alcohol hayan desaparecido por completo. De la misma manera, cuando se está muy ansioso, por ejemplo, puede ser prudente esperar a calmarse antes de intentar pensar en problemas complejos de pareja y encontrar soluciones. Al recuperar la calma, podemos pensar con más claridad y llegar a soluciones más racionales.
¿Puedes poner un ejemplo práctico para usar el estoicismo en el día a día?
Si tuviera que elegir uno entre innumerables ejemplos posibles, elegiría el ejercicio conocido como la Visión desde Arriba. (Ese nombre se lo dio un filósofo francés moderno llamado Pierre Hadot - no sabemos cómo lo llamaban los estoicos antiguos). El emperador romano y filósofo estoico Marco Aurelio dijo que realizaba esta práctica contemplativa todos los días. Encontramos referencias a algo parecido en muchos textos antiguos. Consiste en contemplar los acontecimientos problemáticos como si los viéramos desde lo alto. De hecho, Marco parece compararlo con la vista desde la Acrópolis ateniense, contemplando el antiguo Ágora, donde Sócrates fue juzgado y ejecutado. Todos los asuntos estresantes y complejos de la vida humana pueden contemplarse con mayor objetividad desde esta posición ventajosa. Ahora hay estudios modernos que demuestran que resolvemos mejor nuestros propios problemas cuando adoptamos una perspectiva en tercera persona, como si estuviéramos mirando la vida de otra persona.
Los estoicos a veces extendían esta práctica a imaginar nuestro lugar dentro del conjunto del espacio y el tiempo. Ampliar nuestra perspectiva espacial y cronológica de los acontecimientos puede ser una forma de aflojar las garras de las emociones fuertes y recuperar nuestra flexibilidad cognitiva. Sabemos, por ejemplo, que cuando las personas están ansiosas o enfadadas, tienden a reducir considerablemente su foco de atención. Se centran en los aspectos concretos que más les molestan de una situación y repiten esos momentos en su mente, como si fuera una película. Cuando ampliamos nuestra atención para abarcar otros aspectos de una situación, tendemos a diluir la intensidad de nuestra respuesta emocional. En concreto, si podemos ir más allá de los peores momentos e imaginar lo que probablemente ocurriría después si lo afrontáramos bien y reaccionáramos con sensatez, adelantando nuestros pensamientos en el tiempo, tenderemos a sustituir la preocupación por la resolución racional de problemas.
Pregúntate qué tipo de persona quieres ser en la vida. ¿Qué tipo de persona no quieres ser? ¿A quién admiras? ¿Qué pasaría si te parecieras más a ellos?
¿Qué le dirías a alguien que está perdido o agobiado mentalmente?
Creo que el principal consejo que les daría es que siempre hay esperanza porque estos problemas son normales, los ha experimentado la mayor parte de la raza humana, en un momento u otro, a lo largo de la historia. Algunas personas llevan mal el sentimiento de pérdida, mientras que otras lo llevan bien. Podemos aprender de los que lo hicieron mejor. ¿Qué hicieron? ¿Qué se decían a sí mismos? Eso es, en gran medida, lo que hace la terapia: destilar la sabiduría colectiva de millones de personas que han encontrado formas de enfrentarse a los problemas universales de la naturaleza humana. Utilizamos innumerables estudios de investigación para perfeccionar eso, pero a menudo nos basamos claramente en las estrategias de afrontamiento elaboradas por nuestros antepasados a lo largo de muchos siglos. Si algunas personas afrontan mejor los problemas que otras, podemos aprender a modelar lo que les funcionó.
Otra cosa que me gustaría decir es que nuestros valores pueden guiarnos en la mayoría de los problemas. Pregúntate qué tipo de persona quieres ser en la vida. ¿Qué tipo de persona no quieres ser? ¿A quién admiras? ¿Qué pasaría si te parecieras más a ellos? Céntrate en los rasgos de tu carácter más que en tus posesiones o tu estatus social. ¿A quién quieres ser? Este cambio de perspectiva, que se aleja de los resultados y se acerca al proceso, tiene muchas ventajas sutiles. Tu carácter se basa en tus acciones, que tienen lugar momento a momento. Una vez que empiezas a ver las cosas de esta manera, tu atención se centra más en el momento presente, en el “aquí y ahora”, y se queda menos atrapada en mórbidas cavilaciones sobre el pasado o en ansiosas preocupaciones sobre el futuro. De este modo, ganas en libertad, porque tu centro de control no está en el pasado ni en el futuro, sino en el momento presente. Ahí es donde se toman las decisiones y empieza el cambio. Así que reorienta tus valores en torno al tipo de persona en el que quieres convertirte y centra tu atención en el momento presente para volver a encarrilar tu vida.