Yin Yoga o cómo trabajar cuerpo y mente a nivel profundo

Se trata de una práctica que profundiza aún más en las asanas con el fin de mejorar la flexibilidad de las articulaciones y aumentar el nivel de conciencia

Por Gtresonline

El yoga es una de las disciplinas más extendidas en la actualidad debido a sus múltiples beneficios tanto a nivel físico como mental. Su gran cantidad de variantes la convierten en una práctica ideal para todos los públicos al adaptarse cada una de ellas a las necesidades y habilidades de cada individuo, de modo que no hay excusa para no darle una oportunidad sea cual sea tu condición física. Pero si, por ejemplo, el hatha -uno de los tipos más populares que se corresponde con su versión más estática- ya no es suficiente para ti, el Yin Yoga te ayudará a profundizar aún más en las asanas logrando una mayor conexión entre cuerpo y mente. O, lo que es lo mismo, adquirir una mayor conciencia sobre el propio cuerpo para obtener un mayor control mental.

Aunque similares, la gran diferencia respecto al hatha yoga reside en la menor complejidad de las posturas. En general, las correspondientes al Yin yoga se realizan en el suelo, a un ritmo lento y con muy poco esfuerzo muscular con el fin de poder sostenerlas durante periodos más prolongados en el tiempo: entre 45 segundos y dos minutos en el caso de principiantes, hasta cinco minutos o más en el de los practicantes más avanzados.

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Profundizar a todos los niveles

El Yin Yoga se basa en los conceptos taoístas del yin y el yang, principios opuestos y complementarios en la naturaleza. El yin podría describirse lo como estable, inmóvil, femenino, pasivo, frío y en movimiento descendente. Por su parte, el yang es cambiante, móvil, masculino, activo, caliente y ascendente. Trasladado al cuerpo, los tejidos conectivos (tendones, fascia y ligamentos) relativamente rígidos son yin, mientras que los músculos y la sangre más móviles y flexibles son el yang. Aplicando estos conceptos a la práctica del yoga, tenemos que las asanas más pasivas son yin, mientras que las más activas y dinámicas (propias del vinyasa) son yang, porque estimulan los músculos, bombean sangre y generan calor.

De este modo, las posturas de Yin Yoga aplican un estrés moderado a los tejidos conectivos del cuerpo con el objetivo de aumentar la circulación en las articulaciones y mejorar la flexibilidad. Su práctica también contribuye a recuperar la movilidad y eliminar la tensión acumulada después de un largo día sentados en la oficina o tras una intensa sesión de entrenamiento. Con un enfoque más meditativo que otras de sus variantes, además tiene como fin cultivar una mayor conciencia del silencio interior y autoconocimiento.  

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Origen y práctica

La realización de asanas mantenidas durante mucho tiempo era algo habitual en la práctica tradicional del yoga tanto en China como en la India desde la antigüedad. Su enseñanza fue introducida en Occidente a finales de los años 70 por el por el experto en artes marciales y profesor de yoga Paulie Zink y difundida a través de Norteamérica y Europa por los maestros Paul Grilley y Sarah Powers quienes, por el contrario que su fundador, no lo consideran como una práctica completa en sí misma, sino como un complemento para ayudar a mejorar y profundizar en otras de las variantes del yoga como el hatha, vinyasa o ashtanga.