Cómo defenderse del calor

El Ministerio de Sanidad elabora un plan para prevenir los efectos de una posible ola de altas temperaturas

Por hola.com

Tanto ésta como el golpe de calor aparecen cuando los mecanismos orgánicos para regular la temperatura corporal, sobre todo la sudoración, no son capaces de contrarrestar el calor ambiental. Es lógico, por lo tanto, que ambas situaciones se den con más frecuencia en verano, en entornos cálidos y húmedos, afectando más intensamente a niños y ancianos.

Los síntomas, tanto de la insolación como del golpe de calor, son muy parecidos. La hipertermia, manifestación más llamativa, se mantiene alrededor de los 40ºC a lo largo de todo el proceso, dando lugar a sequedad de piel y taquicardia. Aparecen dolor de cabeza, sensación de mareo, vértigo, náuseas y dolor abdominal. Si no se trata y el cuadro progresa, también se pueden sufrir falta de tono muscular, convulsiones, pérdida de consciencia e, incluso, acabar en estado de coma.

El tratamiento se inicia colocando al paciente en un ambiente oscuro y fresco. El baño de agua fría, la aplicación de paños húmedos y la ventilación por aire son también eficaces. Si precisa atención médica, además de estas medidas para bajar la temperatura se utilizará medicación antitérmica, se recurrirá a la rehidratación y, si aparecen síntomas neurológicos, a la sedación.

La prevención es el arma más eficaz para luchar contra la insolación y el golpe de calor. Para ello, en verano la ropa ha de ser escasa, ligera y transpirable. Además no debemos olvidar protegernos del sol con un sombrero y permanecer en lugares frescos y que, a ser posible, estén en penumbra. También es fundamental la toma frecuente de agua, de manera constante y más de dos litros al día, o de bebidas isotónicas para mantener un buen estado de hidratación, y evitar realizar actividades físicas intensas o cambios bruscos de temperatura nada más comer.