Hay un momento en casi todas las casas en el que algo no termina de cuadrar. Los muebles están bien, el sofá es cómodo, la mesa del comedor encaja, pero las paredes… las paredes se quedan mudas. Demasiado blancas, demasiado desnudas, como si el espacio aún no estuviera acabado del todo. Y es justo ahí donde los cuadros y las fotografías se vuelven imprescindibles. No solo porque decoran, sino porque ayudan a dar escala a los espacios, a vestirlos y a hacerlos más acogedores.
Recurrir a obras de arte es una opción maravillosa, pero no la única. Hoy existen láminas, ilustraciones, fotografías o ediciones asequibles que permiten decorar con gusto sin grandes inversiones. Lo importante no es tanto el precio como la elección. Y tampoco basta con encontrar una imagen que nos guste y colgarla en la pared. Hay muchas más decisiones detrás: el tamaño, la altura, la relación con los muebles, el color de la pared, la luz o el resto de piezas que ya hay en la estancia.
A veces el reto está en encontrar el cuadro perfecto para un espacio concreto; otras, en dar el lugar que merece a una obra de la que ya estamos enamorados. En ambos casos, el objetivo es el mismo: que todo encaje de forma natural. Que los cuadros se relacionen bien con el ambiente, con los tonos de la habitación y entre ellos mismos. Y, sobre todo, que sean piezas que digan algo de quien vive allí, que tengan un motivo, una historia o simplemente ese "no sé qué" que hace que no te canses de mirarlas. Porque una pared bien pensada no es solo decoración: es parte del carácter de la casa.
La pared del sofá: una gran obra como protagonista
Resolver la pared del sofá suele generar más dudas de las que parece. Es grande, muy visible y condiciona todo el salón. Una apuesta segura es colocar una única obra de buen tamaño, centrada respecto al sofá y colgada a una altura cómoda para la vista. También conviene dejar un margen entre el respaldo y la obra, unos 15-20 cm suelen ser suficientes.
En este proyecto del estudio Raquel González Interiorismo se optó por esta solución: una gran pieza de Iratxe Arteta con pinceladas azules muy sutiles. ¿La clave? Repetir esos azules en pequeños detalles del salón (cojines, jarrones y algún textil) para que la obra encaje aunque, a priori, no fuera "la más obvia" para ese espacio. Una idea fantástica cuando te enamoras de un cuadro que no coincide al cien por cien con la paleta de la estancia.
La pared del comedor admite muchas lecturas, y todo depende de si está completamente libre o si sirve de apoyo a un aparador. Si no hay mueble, una obra de gran formato será suficiente. En cambio, cuando contamos con un aparador, conviene tener en cuanta sus medidas, ya que lo ideal es que el ancho del cuadro, o de la composición, no supere el del mueble y que quede centrado respecto a él. La distancia entre ambos puede rondar los 20-30 cm.
En este proyecto de la interiorista Pia Capdevila, el cuadro elegido recoge tonos presentes en los textiles del ambiente, lo que contribuye a crear continuidad visual. También puedes optar por una composición de dos o tres piezas si el espacio lo pide, siempre cuidando que el conjunto se lea como una unidad y no como elementos sueltos colocados al azar.
El recibidor es el primer contacto con la casa y merece algo más que una pared sin gracia. De esta vivienda, diseñada por el arquitecto Lluís Auquer, nos quedamos con la idea de apoyar un cuadro o una fotografía sobre la consola o el aparador para dar carácter a ese frente vacío. Además, permite cambiar la imagen cuando te apetezca, algo muy práctico en espacios de paso.
Aquí queda especialmente bien elegir piezas que tengan que ver con la vivienda o con quienes la habitan: un mapa del lugar donde está situada, una fotografía del paisaje cercano, una ilustración que recuerde un viaje o un momento especial. Son imágenes que reciben, que cuentan algo desde el primer vistazo y que hacen que entrar en casa resulte mucho más agradable. Acompáñalas con pocos objetos y bien escogidos para que el conjunto se vea cuidado y equilibrado.
Decorar una pared con varias piezas es un clásico que nunca falla… si se hace bien. Para que el conjunto se vea equilibrado, hay varios trucos: usar el mismo tipo de marco, mantener una gama de colores similar o, si son fotos familiares, pasarlas todas a blanco y negro. Otra apuesta segura es trabajar con obras de una misma serie o colección, como se ha hecho en este proyecto de Molins Design, donde la coherencia entre piezas hace que la composición tenga sentido y encaje con la decoración. Antes de colgar, un consejo práctico: prueba la composición en el suelo o haz plantillas de papel en la pared para ajustar distancias.
A veces no hace falta más que una pieza con carácter para transformar una estancia. En este proyecto de ÀBAG Studio, una obra de gran fuerza visual se convierte en el eje de la decoración. El truco está en elegir un color de pared que la realce: tonos profundos, empolvados o incluso oscuros pueden hacer que el cuadro destaque mucho más.
Llevar obras de arte al cuarto de baño es una tendencia en alza y tiene todo el sentido del mundo. ¿Por qué no cuidar este espacio igual que el resto de la casa? Puedes colocar cuadros sobre el inodoro, junto al lavabo o en un frente despejado. En este caso, un proyecto de Punto M, se han colocado dos fotografías de Yellow Korner en una pared limpia, sin muebles ni sanitarios, con un resultado muy elegante. Eso sí, mejor optar por marcos adecuados para ambientes húmedos y evitar colocarlos demasiado cerca del agua.
Si tienes muchas láminas o ilustraciones y no sabes cuál elegir, las baldas son tus aliadas. Colocar varias, a distintas alturas y con la longitud que necesites, te permite mostrar muchas piezas de manera ordenada. Y si no, fíjate en este comedor, decorado con muebles de Cult Furniture. Apoya las láminas enmarcadas y juega con tamaños y estilos. Aquí puedes mezclar, aunque siempre ayuda que compartan algo: una gama cromática, un tema o, al menos, cierta coherencia dentro de cada balda. Es una solución perfecta para ir renovando la pared cuando te apetezca.
La chimenea ya tiene suficiente presencia por sí sola, así que lo más sencillo suele ser colocar una única obra encima, centrada. El tamaño importa: ni demasiado pequeña (se perdería) ni tan grande que compita con la arquitectura. Una pieza bien elegida, como esta, de la firma Beach House Art, cerrará el conjunto de forma impecable.
Las composiciones aparentemente desordenadas como la que vemos en la pared de este comedor, con muebles disponibles en la tienda on line de Nest, tienen algo muy atractivo, pero no son fruto del azar. Para lograrlas, mezcla formatos, orientaciones y estilos, pero mantén un hilo conductor: el color, el tipo de marco o el tema. Empieza por una pieza central y ve construyendo alrededor, cuidando las distancias.
La personalización es una de las grandes tendencias en interiorismo: casas que hablan de quienes las habitan. Un ejemplo brillante es este salón en el que una de las paredes se ha decorado con los planos de la reforma, proyectada por el estudio Pilsferrer. Una idea original, muy personal y totalmente ligada a la historia de la vivienda. Porque al final, más allá de estilos o normas, lo importante es que lo que cuelgues en tus paredes te represente.