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Plantas de exterior

El acanto: una joya mediterránea de hojas escultóricas que da carácter al jardín de sombra


Bajo el nombre científico ‘Acanthus mollis’, esta vivaz mediterránea aporta textura, volumen y elegancia sin exigir grandes atenciones. Te contamos cómo cultivarla para aprovechar todo su potencial ornamental.


La poda otoñal ayuda a la salud del acanto© Adobe Stock
21 de noviembre de 2025 - 18:11 CET

El acanto (Acanthus mollis) cautiva por la majestuosidad de sus hojas verdes, grandes y profundamente recortadas, que aportan un aire escultórico al jardín durante todo el año. Aunque el acanto cautiva por la elegancia de su follaje, en verano se engalana con altas espigas que alzan flores blancas y rosadas, coronadas por brácteas púrpuras

Descubre todos los secretos para cultivarlo con éxito, desde cómo mantener su vigor hasta cómo aprovechar su carácter perenne para embellecer cualquier espacio. Ya te avanzamos que es una planta de exterior de fáciles cuidados

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Detalle de las lobuladas hojas del acanto (‘Acanthus mollis’)© Hans / Pixabay

Conquista los jardines

El acanto se ha convertido en una elección muy apreciada en jardinería por su capacidad de transformar espacios con elegancia y carácter. Su follaje amplio y profundamente recortado aporta una textura única que realza las zonas de sombra parcial, donde otras plantas suelen perder protagonismo. Además, su porte vigoroso lo hace perfecto para crear borduras que delimitan y dan volumen a los parterres, generando un efecto arquitectónico natural. 

En jardines de inspiración mediterránea es donde encuentra su hábitat ideal, ya que tolera bien los suelos pobres y las condiciones de cierta sequía, mostrando una resistencia y adaptabilidad que lo convierten en una flor de bajo mantenimiento. Así, el acanto no solo embellece con sus enormes hojas lobuladas, sino que también aporta estructura y personalidad a cualquier espacio exterior.

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Acantos en flor situados en una zona sombría del jardín© Adobe Stock

En zonas calurosas, prefiere el sol filtrado

La ubicación ideal del acanto en las zonas cálidas es con sombra parcial o el sol filtrado pues sus grandes hojas se queman fácilmente, sin embargo, en climas templados sí puede llegar a tolerar una exposición de luz directa. 

Para disfrutar de la planta en todo su esplendor procura que tampoco reciba demasiada sombra, debido a que las flores pueden ser menos abundantes o incluso no aparecer, porque la energía se concentra en mantener el follaje en lugar de producir espigas florales. 

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El acanto es una planta que requiere poco riego y sufrirá más si te pasas con el agua que si le escasea© Karola G / Pexels

Una planta mediterránea con poca sed

El acanto es una planta ornamental muy resistente que no necesita riegos abundantes. Durante los meses de crecimiento activo (primavera y verano), un riego semanal es suficiente, siempre dejando que la tierra se seque ligeramente entre cada aporte hídrico. Y durante el resto del año apenas requiere agua.

De hecho, es más importante no excederse que quedarse corto. Signos de que la planta está recibiendo más agua de la que necesita es que las hojas se vuelven amarillas o blandas.

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Procura al acanto un suelo con un buen drenaje para garantizar su salud© Thirdman / Pexels

Un sustrato arcilloso o arenoso, pero nunca encharcado

Como hemos comentado en el punto anterior, la humedad daña al acanto. De modo su salud depende de un buen drenaje

Se adapta a suelos tanto arcillosos como arenosos, no obstante en suelos demasiado compactos o húmedos, las raíces pueden pudrirse, por lo que conviene evitar el encharcamiento. En cuanto al pH, el acanto se siente cómodo en valores ligeramente alcalinos (6,5–7,5), lo que favorece la absorción equilibrada de nutrientes.

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Floración del acanto (‘Acanthus mollis’)© Pennya / Pixabay

Un abonado ligero basta

El acanto, con sus hojas grandes y elegantes, es una de esas especies que parecen sofisticadas, pero que en realidad son muy fáciles de mantener y requieren muy pocos esfuerzos en jardinería. No exige suelos ricos ni riegos constantes y, en cuanto al abonado, tampoco reclama lujos. Basta con un aporte ligero de fertilizante equilibrado durante los meses de crecimiento para que luzca vigoroso y florezca con fuerza. El resto del año se puede dejar descansar sin añadir nada más. 

Esa austeridad convierte al acanto en una planta agradecida: no exige demasiado y, a cambio, regala un porte majestuoso y flores espectaculares. Es la prueba de que la belleza en el jardín no siempre requiere grandes esfuerzos ni cuidados complicados.

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La poda otoñal ayuda a la salud del acanto© Adobe Stock

Claves para un follaje saludable

El acanto no requiere una poda estricta, pero sí responde positivamente a pequeños cuidados que mejoran su vigor y su aspecto. A lo largo del año basta con retirar las hojas secas, dañadas o decaídas, especialmente después del invierno o tras periodos de calor intenso, cuando la planta puede presentar bordes marchitos o tallos debilitados. Esta limpieza asimismo reduce la aparición de hongos y permite que las nuevas hojas crezcan con más luz y espacio. 

En otoño, cuando el follaje comienza a decaer de forma natural, se puede recortar ligeramente para favorecer la emisión de hojas frescas en primavera, aunque nunca es necesario rasurar la planta por completo: el acanto conserva parte de su energía en las raíces y responde mejor si se deja actuar su ciclo. 

Cultivado en maceta, estos cuidados se complementan con un trasplante cada dos o tres años, ya que las raíces, gruesas y expansivas, agotan el espacio con rapidez. Al renovar el contenedor o el sustrato, la planta recupera vitalidad y produce hojas más grandes y decorativas.

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Para obtener semillas del acanto, se debe esperar a que las cápsulas de las flores se sequen y se abran, generalmente en otoño© Chris / Pexels

Semillas o división, ¿qué método para reproducir el acanto elegir?

Los métodos de propagación por semillas y por división son los más eficaces para multiplicar el acanto, pero cada uno ofrece ventajas distintas según el objetivo del jardinero y el ritmo de crecimiento deseado. 

La siembra es un proceso más lento, ideal cuando se busca obtener numerosas plantas a la vez o conservar la diversidad natural de la especie. Las semillas se recolectan maduras y se siembran en otoño o primavera sobre un sustrato ligero y bien drenado; la germinación puede tardar semanas y las plántulas avanzan con calma, pero permiten crear nuevas matas bien adaptadas al suelo donde crecen desde el inicio. 

En cambio, la división de mata resulta más rápida y fiable cuando el propósito es replicar exactamente una planta ya establecida y obtener ejemplares vigorosos en poco tiempo También se realiza en otoño o primavera, separando cuidadosamente los fragmentos de raíz que contengan al menos un brote; estas porciones arraigan con facilidad. 

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Acanto con problemas de salud visibles en su follaje© Emma / Pexels

Los principales enemigos del acanto y cómo mantenerlos bajo control

Aunque el acanto es una planta resistente, tiene algunos enemigos frecuentes que aparecen según el clima y si no se hace un correcto manejo del riego. 

En ambientes húmedos y sombreados, los caracoles y babosas son, con diferencia, las plagas más habituales: devoran bordes y superficies de las hojas y dejan rastros brillantes, debilitando los brotes jóvenes. En condiciones más secas y calurosas, pulgones y ácaros pueden atacarlo

Los problemas fúngicos más serios aparecen cuando el riego es inadecuado o el drenaje es deficiente, provocando la presencia del oídio o la podredumbre de raíces. 

La mayoría de estos problemas se controlan ajustando la humedad, mejorando la ventilación, retirando hojas afectadas y actuando con tratamientos suaves como jabón potásico, aceite de neem o fungicidas específicos cuando es necesario.

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Columna de estilo corintio, con motivos de acanto© Zeynep / Pexels

Cómo el acanto dio forma al capitel corintio

Originario del norte de Grecia, Albania y Croacia, el acanto es una planta perenne cargada de historia y simbolismo. Sus hojas exuberantes inspiraron los capiteles corintios, el orden más refinado de la arquitectura clásica, gracias a la creatividad del escultor ateniense Calímaco en el siglo IV a.C. Desde entonces, el acanto se convirtió en emblema de vida eterna y en un motivo ornamental que atraviesa siglos de arte mediterráneo. 

Resistente y adaptable, esta especie es capaz de vivir durante décadas, regenerándose cada año con nuevas hojas y flores. Esa capacidad de renacer y mantenerse presente convirtió al acanto en símbolo de inmortalidad.

© ¡HOLA! Prohibida la reproducción total o parcial de este reportaje y sus fotografías, aun citando su procedencia.