Victoria-MarIa y Valentina-Maria Geyer, alemanas de origen, nos reciben hoy en su finca situada entre Marbella y Sotogrande, en la Costa del Sol. Alejada del bullicio, la casa se encuentra en uno de los enclaves más exclusivos de España, reconocido por su animada vida social, sus veranos familiares, sus paisajes, playas y campos de golf.
Cada temporada estival, visitantes de todo el mundo se acercan a esta región para disfrutar de su descanso, la naturaleza y una oferta de ocio diversa. En este lugar, las dos hermanas se reencuentran cuando no coinciden en su residencia de Bruselas, donde viven su padre y Victoria-Maria con su familia. A pesar de haber seguido caminos distintos en diferentes países, ambas comparten un fuerte sentido de unión y disfrutan profundamente del tiempo compartido.
Victoria-Maria, madre de tres hijos —Gustave, Alphonse y Eugenia-Maria—, ha forjado una sólida trayectoria como interiorista, ocupando un lugar destacado en el mundo de la decoración y el diseño de interiores. También ha lanzado su propia colección de muebles, que lleva su sello personal, que fusiona distintas épocas y tendencias.
Por su parte, Valentina-Maria decidió, en 2024, establecerse en España con su esposo, Nicolas Brusselmans, y sus tres hijos —Samuel, Josephine y Emilia—, apostando por una vida más conectada con la naturaleza. En esta finca ha encontrado el lugar ideal para desarrollar su pasión por la permacultura, un sistema de diseño para la creación de entornos sostenibles que se basa fundamentalmente en el bienestar de las personas y el cuidado de la tierra. Con este enfoque práctico y holístico, comparte su filosofía de vida con otras personas a las que ayuda a través del "reiki", una técnica de sanación energética de origen japonés. Además, imparte talleres de meditación y terapia equina, promoviendo el bienestar integral. Hoy, ambas se reúnen para mostrarnos esta casa, un proyecto común que refleja el profundo vínculo que las une.
Habla Victoria
—Victoria, ¿qué supuso para ti asumir la dirección del diseño de la casa de tu hermana?
—Para mí fue un proceso sencillo. Valentina-Maria confió en mí para llevar adelante el proyecto y, desde ese momento, empecé a trabajar en la idea general. Tenía claro desde el principio que quería lograr un ambiente discreto, pero, al mismo tiempo, acogedor y lleno de color. Recorrí cada habitación con mucha atención, cuidando cada detalle y respetando siempre tanto la paleta de colores como el tipo de piedra que mi hermana quería.
—Desde Bruselas hasta España, ¿cómo has gestionado y supervisado la obra para que todo saliera perfecto?
—Manejamos proyectos en diferentes partes del mundo, y aunque nuestra base está en Bruselas, eso nunca ha sido un impedimento. Cuando surge un nuevo proyecto, no importa dónde se encuentre: puede estar aquí, en Bruselas o incluso en el Polo Norte, siempre encontramos la manera de que todo salga según lo planeado.
"Valentina confió en mí para llevar adelante este proyecto y, desde ese momento, empecé a trabajar en la idea general. Tenía claro desde el principio que quería lograr un ambiente discreto, pero, al mismo tiempo, acogedor y lleno de color"
—¿Cómo descubriste tu pasión por el diseño de interiores?
—Desde muy joven, en realidad. Siempre estaba cambiando los muebles de sitio y redecorando mi habitación, ¡a mi madre la volvía loca!
—Eres autodidacta en el mundo del diseño, algo nada sencillo. ¿Qué retos encontraste en tu camino?
—¡Muchísimos, de verdad! Pero también he aprendido muchísimo a lo largo de los años. Ha sido un proceso muy natural, un aprendizaje constante. Creo firmemente que nunca dejamos de aprender y me sigue fascinando todo lo que aún me queda por descubrir.
—¿Dónde encuentras la inspiración?
—Me inspira absolutamente todo, solo hay que caminar por la vida con el corazón y los ojos abiertos.
—Has trabajado con clientes de diversas nacionalidades y culturas. ¿Tienes alguna anécdota curiosa o divertida de tus proyectos?
—¡Sí, claro! La más divertida me pasó en Suiza, que es el único país donde el contratista suele terminar el trabajo antes de lo previsto… ¡Son extremadamente rigurosos! Recuerdo que una mañana, sobre las 7:30, el empapelador me llamó muy preocupado porque el revestimiento que estábamos colocando —una carísima paja asiática—, según él, estaba defectuoso y decidió arrancarlo por su cuenta. El papel era completamente artesanal y esos nudos e hilos formaban parte de la trama, no eran imperfecciones. Pero, para él, aquello estaba "roto", así que lo tiró. ¡Casi me da un infarto!
—¿Cuál ha sido el mayor desafío profesional que has afrontado en tu carrera y por qué?
—Sin duda, un proyecto secreto en París en el que estamos trabajando actualmente. ¡Pronto se verá!
—Tu marido y tus hijos son una parte fundamental en tu vida. ¿Cómo consigues compaginar la familia y el trabajo en tu día a día?
—Louis, mi marido, y yo llevamos dos años trabajando juntos y somos socios en nuestra empresa. A nuestros hijos les encanta vernos colaborar como equipo y creo que es un gran ejemplo para ellos.
—¿Qué lugar ocupa España en tu corazón y cómo vives cada regreso?
—Me encanta venir, aunque me gustaría poder hacerlo con más frecuencia. Siempre que estoy en esta casa, aprovecho para escaparme un rato a El Corte Inglés (¡ja, ja, ja!), porque, lamentablemente, no tenemos ninguno ni en Bélgica ni en Francia. También me encanta cenar en el Marbella Club y hacer compras en el casco antiguo.
El flechazo de Valentina
—Valentina, ¿cómo fue ese flechazo con la finca que hoy es vuestro hogar?
—Después de varios años maravillosos en Bélgica, donde desarrollamos nuestras carreras y criamos a nuestros tres hijos, mi marido y yo empezamos a sentir la necesidad de darle a nuestra vida un propósito más profundo. Queríamos estar más cerca de la naturaleza y vivir de una forma que nos permitiera compartir nuestras experiencias con los demás y reconectarnos con nosotros mismos y el entorno. Buscamos durante más de cuatro años en diferentes lugares del mundo hasta que, finalmente, encontramos esta casa con unas vistas increíbles. Fue amor a primera vista.
—Diseñar una casa siempre es un reto… pero hacerlo con una hermana debe de ser una experiencia única. ¿Cómo viviste esa complicidad creativa?
—Renovar nuestra casa junto a mi hermana fue una experiencia increíblemente enriquecedora. Cada una tiene un mundo creativo bastante distinto, lo que hizo que el resultado final fuera una hermosa fusión de dos visiones diferentes. Nuestra colaboración fue muy armoniosa porque, a pesar de nuestras diferencias, compartimos dos valores fundamentales: en primer lugar, heredamos de nuestros padres —sobre todo de nuestra madre— una profunda apreciación por la belleza y la elegancia, y ambas tenemos una pasión inquebrantable por nuestro trabajo. Estas bases comunes nos permitieron crear algo realmente especial.
"Desde jóvenes, mi marido y yo compartimos una pasión especial por la hospitalidad: nos encanta crear mesas bonitas, cocinar y compartir momentos inolvidables con quienes nos visitan", afirma Valentina
—En un entorno tan especial, ¿cómo es el ritmo de vida que compartes con tu familia a diario?
—Desde que nos mudamos aquí, el año pasado, los días se pasan volando. Siempre hay mucho por hacer: renovar la casa, avanzar con nuestro proyecto de permacultura... Mi rutina arranca con media hora de pilates, seguida de otra media hora de meditación. Después disfruto de un desayuno saludable antes de ocuparme de los perros y los caballos, trabajar con ellos, estudiar y asegurarme de que la casa esté en perfecto orden. También dedico tiempo a cocinar y cuidar del jardín. Por la noche, me gusta tomar una copa de vino con mi marido, sintiéndome agradecida por vivir en un lugar tan maravilloso.
—¿Qué significa para ti abrir las puertas de tu casa a amigos y seres queridos y cómo conviertes esas visitas en recuerdos inolvidables?
—Me encanta y lo hacemos con frecuencia. Desde jóvenes, mi marido y yo compartimos una pasión especial por la hospitalidad: nos encanta crear mesas bonitas, cocinar y compartir momentos inolvidables con quienes nos visitan. Organizamos todo alrededor de largas cenas deliciosas, con mesas cuidadosamente decoradas, donde hablamos de nuestras vidas y de nuestra pasión por la gastronomía. También invitamos a nuestros invitados a practicar yoga o a acompañarnos a dar de comer a nuestros burros y caballos.
—¿Qué es lo que más admiras de la gente española y su estilo de vida?
—Lo que más amamos de España y de su gente es la increíble calidez y generosidad con la que nos han recibido. Las personas que viven en fincas como la nuestra tienen una conexión profunda con la tierra y siempre nos han recibido con los brazos abiertos. Hemos compartido momentos animados, felices y alegres, pero también desafiantes, como las inundaciones de noviembre. Vivimos experiencias realmente angustiosas junto a la gente del campo y ellos supieron cómo afrontar esas situaciones difíciles con sentido común, una sabiduría profunda y un gran entendimiento tanto de la tierra como del espíritu humano.