José Moro: '¿Cómo pueden habernos hecho este sacrilegio derramando esos vinos por las tuberías?'

Hablamos con el presidente de Cepa 21 sobre sus vinos, el viñedo, la evolución y el futuro de su bodega y sobre el triste suceso ocurrido en su bodega con unas pérdidas de más de 2 millones de euros.

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Lleva el vino en su ADN pues desde pequeño se crio entre viñedos, depósitos y barricas, en el corazón de la Ribera del Duero. Su abuelo y su padre le transmitieron un legado único. José Moro es hoy uno de los referentes del sector vitivinícola español. Cepa 21 es su bodega, un proyecto con su sello personal, ubicada en Castrillo de Duero (Valladolid), que precisamente el año pasado cumplía 21 años de trayectoria con un gran cambio de imagen en sus etiquetas.

Aquí despliega esa herencia familiar a la que ha añadido todo el conocimiento y la formación necesaria para elaborar vinos modernos y con una gran personalidad, vinos que gusten al consumidor actual, elaborados con las técnicas más vanguardistas pero sin perder de vista la tradición y el origen.

Hemos compartido un vino con el presidente de Cepa 21, reconocido como una de las 100 personas más creativas en el ámbito empresarial por la revista Forbes, para charlar sobre la bodega, sus vinos más emblemáticos, el viñedo, la evolución y el futuro del vino... y el terrible incidente sobre el sabotaje que acaba de sufrir en su bodega cuando un desalmado vació 60.000 litros de vino valorados en 2,5 millones de euros.

-¿Qué supone para la bodega y para José Moro este lamentable suceso?

Es algo triste, desagradable y muy doloroso porque afecta de una manera importante, no solo desde el punto de vista económico, sino de lo que podrían suponer esos vinos cuando hubieran salido al mercado: alegría, buenos momentos. Se ha vaciado un tanque entero de 20.000 litros de Horcajo, que es nuestro vino más importante y que el precio de la botella está a 55€. Hemos perdido otro depósito de Malabrigo, nuestro segundo vino más importante y cuyo precio está sobre los 25€. Y un tanque también de Cepa 21, que cuesta sobre 13€ la botella. Esto supone una pérdida de cerca de 2 millones y medio de euros. Pero también hay un dolor que afecta a lo sentimental, al orgullo de toda la gente que trabajamos en Cepa 21 y a nuestra forma de vida. Es algo gravísimo, un sacrilegio haber derramado tanto vino por las tuberías, una imprudencia de alguien que parece no estar muy cuerdo, que va contra la propia Ribera del Duero como Denominación de Origen y contra los agricultores que cultivan la uva cada año y que gracias a ellos podemos elaborar estos grandes vinos. Tendremos que utilizar otras cosechas, pero la del 23, en algunos casos no va a ser posible disfrutarla.

Ahora mismo toda la información está en manos de la Guardia Civil. Todos los vídeos que recogimos en las cámaras de seguridad y todas las pruebas que recogió la policía judicial el mismo domingo.

¿Qué significa Cepa 21 para ti?

Cepa 21 fue un proyecto que nació con muchísima ilusión. Queríamos hacer algo diferente en el contexto de la Ribera del Duero y elaborar vinos que mostraran el carácter, la personalidad de los dueños, pero sobre todo que tuvieran frescura, más viveza. Para ello, busqué una parcela con una orientación más norte para que el ciclo vegetativo fuera más largo, es decir, para que desde que sale una yema hasta la vendimia, pasara el mayor tiempo posible y la maduración fuera más homogénea. Y, que esa maduración se reflejara tanto en boca en cuanto a redondez, como en unas características organolépticas mucho más definidas en torno a esa fruta típica que es la uva Tempranillo. Todo ello bien ‘educado’, bien ‘domesticado’ -como digo yo- y con un proceso adecuado en el cual todas las características de esa variedad y con esa orientación más norte sacaran la máxima expresión del vino. Teníamos potencia, teníamos unas buenas características, teníamos personalidad, pero había que aportar finura y elegancia. Y eso es lo que hemos conseguido gracias a un proceso y un protocolo adecuado, con una crianza en barrica perfecta para encontrar un vino que fuera diferente, que está triunfando y está gustando mucho.

-¿Eso es lo que diferencia los vinos de Cepa 21 del resto de los elaborados en la Ribera del Duero?

Cepa 21 tiene personalidad propia. No es ni mejor ni peor, eso se lo dejo al consumidor. Pero lo que queríamos era hacer algo diferente y eso lo hemos conseguido. Todavía, por la propia idiosincrasia de los viñedos, del suelo, de las orientaciones, de las altitudes, creo que incluso podemos conseguir mayor calidad en los vinos. Estamos trabajando en ello. Pero en 21 años, el proyecto ha crecido desde el punto de vista del viñedo, bajando esas raíces a lo máximo en la tierra y tratando de coger y buscar esa calidad de esos suelos que, dependiendo de si son cálidos, arcillosos o de guijarro o canto rodado, van dando diferentes características a nuestros vinos. Hemos crecido desde el punto de vista comercial, nos hemos ‘pateado’ el mundo entero para que la marca tenga el reconocimiento que se merece. Y, sobre todo, hemos crecido en imagen de marketing y de producto. Por ejemplo, hemos cambiado las etiquetas -aunque son una continuidad de lo que había antes- porque cada etiqueta tiene una historia detrás muy bonita, pero ahora están renovadas, con más viveza, mucho colorido y espontaneidad. Mezclan perfectamente la tradición con la innovación y la modernidad.

-Hablas de innovación y modernidad y vuestra bodega es posiblemente una de las más equipadas tecnológicamente hablando. ¿La tradición e innovación tienen que ir de la mano para evolucionar?

El que una bodega tenga un buen diseño y una buena arquitectura forma parte del gusto también de cada bodeguero. Pero lo más importante es que todo sea lo más práctico posible para poder trabajar adecuadamente y que los procesos siempre busquen la calidad de los vinos. Todo se diseña para sacar la máxima productividad, la máxima riqueza y la máxima complejidad organoléptica de los vinos. Teniendo en cuenta desde esos depósitos hechos a medida, los tiempos de fermentación, con las temperaturas adecuadas dependiendo de cada tipo de vino, eligiendo el tipo de crianza y el tipo de madera con sus diferentes tostados y diferentes usos: primer año, de segundo año, de tercer año.

-¿Cómo está afectando el cambio climático en vuestros vinos?

El cambio climático está haciendo que se acorte el ciclo vegetativo de la vid. Antes cuando yo era un niño, vendimiábamos el 11 de octubre, hoy estamos haciéndolo el 11 de septiembre. El tiempo se acorta y al final el ciclo se tiene que cumplir en el tiempo adecuado para que sobre todo, toda la materia de fenólicos, todo lo que da cuerpo y estructura al vino, llegue con la máxima maduración.

Este cambio climático nos favorece enormemente en esta orientación norte que tenemos porque el ciclo vegetativo se alarga tanto por la orientación como por la altitud y no solo en nuestros viñedos, sino también en los de los proveedores que llevan con nosotros desde el primer día, porque son todos de la parte norte de la Ribera del Duero, de la parte de Soria y de la parte de Burgos. Y en esas altitudes donde tienen sus viñas saben que el ciclo vegetativo es más largo y provoca un estado de concentración y estado de madurez de las uvas mucho mayores de los que puedan tener otros vinos, que se refleja en una mejor calidad.

-De los vinos que haces en Cepa 21, ¿cuál es tu favorito?

Yo creo que cada vino tiene su momento. Por ejemplo, empezaría con nuestro rosado, que es muy fresco, tiene tensión y, como fermenta sobre lías, coge volumen y junto con la acidez, se convierte en un vino superatractivo. Por otro lado, en las laderas más pobres, en las tierras más áridas donde la producción es muy baja y los racimos muy pequeños, sale la uva con la que elaboramos Horcajo, que es nuestro tope de gama: un vino riquísimo, con mucha concentración y más poderío.

Cada vino tiene sus características de acuerdo a la tierra de donde viene. Si me preguntas ¿cuál es el mejor?  Te diría que cada uno es para una ocasión. El vino es algo emocional, muchas veces depende de tu estado de ánimo. No es lo mismo estar fresco, alegre, que te haya salido todo en positivo y que a lo mejor aguantas un vino más joven, más dinámico, más explosivo, más extrovertido… que ese día que estás cansado y te apetece un vino que tenga más tiempo, que esté más redondo, que no tenga tanta expresividad en la boca y que te acaricie, que te de cariño. Siempre digo que cuando estemos ante una botella de vino, cerremos los ojos y que registremos todas las sensaciones organolépticas en nuestra cabeza, tanto desde el punto de vista olfativo como gustativo, y seamos capaces de sentir, oler un vino y almacenarlo en nuestra memoria. Todo ello nos ayudará a definir el vino que nos apetece en cada momento.

-¿Qué le espera a Cepa 21 a partir de ahora, a pesar del varapalo que acaba de sufrir la bodega?

La verdad, aunque nos haya pasado esta desgracia, a Cepa 21 le espera lo mejor. Tiene todas las posibilidades para ir creciendo. Todavía podemos mejorar la calidad de nuestros vinos, porque estos viñedos van a evolucionando y van a ir sacando todavía más autenticidad. Y esa autenticidad la tenemos que saber transmitir y llevarla a una botella para que se traduzca en complejidad y en matices y que de esa manera nos coloque entre los primeros vinos del mundo, porque van a estar ahí, entre los primeros vinos del mundo.

Las palabras paciencia y perseverancia tienen que estar presentes siempre en todos los aspectos: desde el viñedo, la elaboración, hacer marca… Y yo tengo esa paciencia y, esa perseverancia y no tengo ninguna duda que Cepa 21 va a ir escalando para ser una marca absolutamente querida y deseada. En ello estamos y vamos a seguir luchando por ello.

-Desde siempre habéis sido una bodega muy implicada en causas solidarias. ¿Cuáles son esos proyectos en los que participáis?

Al final lo que hace uno es expresar, a través de estas acciones solidarias, su forma de ser. Yo creo que no hay cosa más bonita en esta vida que ser solidario, porque eso es lo que te produce bienestar y satisfacción. Es puro egoísmo, pero ojalá hubiera mucho egoísmo de este, ¿no? Creo que es muy bonito dedicar esas gotas de vino en ser solidario con causas que merecen la pena, que las sientes de verdad. Si puedes ayudar mínimamente a que muchos de los problemas que tienen los que más sufren les sean un poco más livianos, ese acto de generosidad es lo más bonito del mundo. Ahora hemos estado con el Padre Ángel tanto en la casa que tiene para ayudar a madres solteras, gente sin techo, niños con riesgo de exclusión social… Y, afortunadamente, cada vez hay más acciones de este tipo y a nosotros, que somos tan afortunados, nos produce satisfacción enorme hacer algo socialmente por gente que lo necesita y desde el punto de vista personal, me ayuda a crecer en valores, en humanidad…