"El ganador de la décima edición de MasterChef Celebrity es... ¡Mariló!". Así anunciaba Pepe Rodríguez un momento que ya es historia del programa. Y, con él, también el cierre de una de las ediciones más intensas, emocionantes y disputadas que recordamos.
Mariló Montero llegó a la final con un objetivo claro: cocinar sin miedo y demostrar que, aunque empezó con inseguridades y dudas, había trabajado como la que más para llegar hasta ahí. Y esa evolución fue precisamente lo que terminó enamorando al jurado.
Una gran evolución
Si algo ha marcado esta edición es el crecimiento constante de la periodista navarra. No era la concursante más técnica al principio, pero sí una de las más disciplinadas. Tomaba notas, repetía elaboraciones, pedía feedback y nunca disimuló cuando algo se le resistía. Y eso, en MasterChef, importa tanto como un buen emplatado.
En la final, presentó un menú pensado al detalle, con guiños personales y un nivel técnico que sorprendió incluso a los jueces. Pepe, Jordi y Samantha coincidieron: era un menú ambicioso, preciso y valiente. Y, sobre todo, demostraba que había entendido la cocina del concurso de principio a fin.
© RTVEUna final muy reñida
El duelo final no fue fácil. Mariló se enfrentó a Miguel Torres, uno de los concursantes más precisos y regulares de la edición, que llegó a la última prueba con un menú muy sólido y un nivel técnico admirable. Ambos compitieron codo con codo en una gala llena de tensión, silencios medidos y ese ambiente eléctrico que solo se respira cuando el jurado sabe que están ante dos propuestas de altura.
El premio –75.000 euros– fue la guinda del triunfo, pero Mariló sorprendió con un gesto que emocionó a todos: anunció que donaría la cantidad íntegra a la ONG Fundela, un gesto que añadió aún más significado a su victoria. Fue una manera de cerrar su paso por el programa, manteniendo el espíritu que la acompañó durante todo el concurso: cocinar con entrega.
El menú ganador: raíces, familia y emoción
Lo que más sorprendió al jurado y al público no fue solo la técnica, sino la intención detrás de cada plato. Mariló diseñó un menú profundamente personal, donde cada elaboración tenía un propósito y una dedicatoria: a su madre, a su tierra, a sus hijos y hasta a sus noches en Sanlúcar, un lugar al que vuelve siempre para reencontrarse. El jurado la reconoció como la “cocinera tenaz” gracias a esa combinación de emoción, aprendizaje y técnica.
Entrante homenaje a su madre
Abrió su menú con un plato inspirado en la huerta navarra y en la cocina que la acompañó desde niña. Un plato que conectó de inmediato con el jurado. Era la forma perfecta de decir: “esto soy yo”. Como explicaba a los jueces, este plato "Homenajea la huerta española, a Navarra, y a mi madre. Fue una mujer que dedicó su vida a sus hijos. Ahí está lo que comíamos gracias a ellos dos, a mis padres".
El principal: el solomillo Wellington rebautizado como “Besos”
La parte más técnica del menú llegó en forma de un Wellington reinterpretado, que Mariló bautizó como “Besos”, una manera de representar el afecto hacia sus hijos y la ternura que quería transmitir en su plato más complejo.
Se trataba de un solomillo Wellington impecablemente ejecutado: jugoso, brillante, con un hojaldre perfecto y un equilibrio de sabores muy medido.
El jurado lo tuvo claro desde el primer bocado. “Hay que ir a muchos restaurantes de alta cocina para ver una presentación así”, dijo Pepe Rodríguez, subrayando la dificultad y el nivel profesional del plato. Y no era una frase de cortesía: la presentación y la técnica eran de sobresaliente.
El postre: “Estrellas”, su forma de cerrar el círculo
Para terminar, Mariló presentó “Estrellas”, un postre con el que quiso mirar hacia arriba y hacia adelante. Con toques de luz, textura y un punto emocional que hablaba de noches en Sanlúcar y de la sensación de que, incluso en los momentos difíciles, siempre hay algo que ilumina el camino.
No era solo un postre bonito: era un cierre poético y sereno a un menú que había ido de menos a más, igual que su propio paso por el concurso.
© RTVEMariló Montero ganó porque emocionó, sorprendió y ejecutó a un nivel altísimo. Pero, sobre todo, porque cocinó con verdad. Su menú fue una declaración de amor a sus raíces, un abrazo a su familia y un recordatorio de que la cocina es un lugar donde también se cuenta quiénes somos.
Y esa es, quizá, la mejor receta que nos deja esta final.
