Limpiar la nevera es una tarea que todos realizamos de vez en cuando, pero la mayoría lo hacemos mal. Normalmente basta con vaciar los estantes, pasar un trapo con jabón y volver a colocar los alimentos. Sin embargo, esa rutina no es suficiente para eliminar las bacterias que pueden acumularse en su interior y que, sin que lo notemos, pueden poner en riesgo nuestra salud. Microorganismos como la listeria o la salmonella pueden sobrevivir incluso en temperaturas bajas, y su presencia puede provocar intoxicaciones alimentarias graves.
Limpiar y desinfectar no es lo mismo
El error más común es pensar que limpiar y desinfectar son lo mismo. Cuando solo usamos jabón o productos multiusos, eliminamos la suciedad visible, pero no los gérmenes. Estos se esconden en rincones, juntas de las puertas o cajones, donde pueden mantenerse activos durante semanas. Por eso, además de limpiar, es necesario desinfectar la nevera al menos una vez al mes. Este paso, que casi nadie hace, es el que realmente evita la proliferación de bacterias.
¿Cómo hacerlo correctamente?
Para hacerlo correctamente, primero hay que vaciar completamente el frigorífico, incluyendo los cajones y bandejas desmontables. Después de lavarlos con agua y jabón, hay que preparar una mezcla desinfectante sencilla: una cucharada de lejía apta para uso alimentario por cada litro de agua. Se pulveriza esta solución sobre las superficies interiores, se deja actuar unos minutos —al menos cinco— y se aclara con un paño limpio humedecido en agua. Finalmente, es importante dejar secar el interior al aire antes de volver a colocar los alimentos.
Más allá de la limpieza, hay otros hábitos que ayudan a mantener la nevera libre de bacterias. Mantener una temperatura constante entre 3 y 5°C, no sobrecargar los estantes y revisar con frecuencia las fechas de caducidad son pasos esenciales. También conviene separar los alimentos crudos de los cocinados y guardar los productos en recipientes herméticos para evitar contaminaciones cruzadas.
Y es que limpiar la nevera no se trata solo de mantenerla ordenada o con buen olor, sino de garantizar que los alimentos que guardamos en ella sean seguros. Incluir el paso de la desinfección profunda en la rutina de limpieza puede marcar la diferencia entre un electrodoméstico limpio y uno realmente higiénico. Un gesto simple que ayuda a prevenir enfermedades y a conservar los alimentos en las mejores condiciones posibles.





