En el paisaje urbano que cambia cada día, circulan ya desde hace tiempo las famosas pegatinas medioambientales de la DGT; B, C, ECO y Cero—, y muchas de ellas determinan no solo el tipo de ciudad que habitamos, sino la capacidad que tiene un vehículo para moverse libremente dentro de ciertas zonas. Pero ahora se abre paso un nuevo jugador en ese abanico de distintivos: la etiqueta azul, formalmente conocida como pegatina V-26. No es un distintivo más de emisiones, sino un sello que identifica a vehículos destinados al uso compartido.
¿Qué es la etiqueta azul?
A diferencia de las pegatinas medioambientales, cuya misión es clasificar los coches según su nivel de contaminación, la V-26 tiene un propósito social y práctico: señalar a otros conductores y a las autoridades que ese coche forma parte de un sistema de movilidad compartida o “car sharing”. Su diseño es similar en forma y tamaño a las etiquetas tradicionales: fondo azul, silueta blanca de coche y figuras que representan a los ocupantes. Incluye también la matrícula y un código de identificación otorgado por Tráfico.
¿Quién puede llevarla y cómo funciona?
Solo los vehículos inscritos como de uso compartido ante el registro de la DGT tienen derecho a esta pegatina. No todos los coches eléctricos o híbridos podrán portar el distintivo azul, salvo que estén formalmente habilitados para compartirse. Aunque la colocación de esta etiqueta no es obligatoria a nivel estatal, algunas ciudades podrían exigirla como requisito para acceder a carriles de alta ocupación (VAO) o para gozar de facilidades normativas. En esos casos, el distintivo debe ir en un lugar visible: idealmente en el ángulo superior izquierdo del parabrisas si el coche lo tiene; de lo contrario, en cualquier zona frontal que garantice su visibilidad.
¿Por qué aparece esta nueva etiqueta ahora?
La implantación de zonas de bajas emisiones (ZBE) y las restricciones al tráfico en los centros urbanos han convertido en estratégicos los mecanismos de movilidad sostenible. En ese contexto, la etiqueta azul da visibilidad y legitimidad a una modalidad de transporte que crece: compartir coche para reducir emisiones, tráfico y costo. Además, ayuda a los agentes de tráfico a distinguir esos vehículos y aplicarles reglas específicas; por ejemplo, para permitirles el uso de carriles VAO.
Algunas dudas y retos por delante
Uno de los desafíos es coordinar esta nueva etiqueta con las normativas actuales y futuras de movilidad urbana. Por ejemplo, se deben definir con claridad los beneficios concretos que tendrán estos coches (acceso libre a ciertas zonas, exenciones, horarios especiales). Además, el sistema de etiquetado medioambiental ya ha sido cuestionado por su “flexibilidad excesiva”: vehículos híbridos con emisiones cuestionables consiguen etiquetas más favorables, lo que ha generado críticas de organizaciones medioambientales.