Con el verano en su punto álgido y las temperaturas batiendo récords en distintas zonas del país, los incendios forestales han vuelto a ser protagonistas en el mapa climático de España. Además de la destrucción de ecosistemas y el drama de las evacuaciones, hay un riesgo invisible que preocupa a los expertos: el humo y su impacto directo en la salud.
El humo de los incendios es una mezcla compleja de gases —como monóxido de carbono y óxidos de nitrógeno— combinados con partículas microscópicas suspendidas en el aire, conocidas como PM2.5, que pueden penetrar profundamente en el aparato respiratorio.
“Estas partículas son inhaladas fácilmente y provocan irritación e inflamación a nivel bronquial”, explica la Dra. Nuria Bruguera, neumóloga en Hospital Moisès Broggi y vocal de la Societat Catalana de Pneumologia (SOCAP).
La neumóloga subraya que los efectos no solo se producen en personas con patologías previas:
“También pueden afectar a personas sanas, sobre todo si la exposición es prolongada.”
Entre los síntomas más comunes, la Dra. Bruguera menciona irritación ocular, goteo nasal, tos seca o sensación de picor en la garganta. Sin embargo, advierte que en algunos casos los efectos pueden ser más severos: “La presencia de sibilancias, dificultad respiratoria, mareos o incluso pérdida de consciencia son señales de alerta que requieren atención médica inmediata.”
Un riesgo mayor para personas vulnerables
Aunque nadie está exento de los efectos del humo, hay grupos que deben extremar las precauciones. Las personas con enfermedades respiratorias como asma, EPOC o fibrosis pulmonar corren un riesgo especialmente alto.
“En estos pacientes, el humo puede agravar su sintomatología habitual y derivar en episodios de insuficiencia respiratoria que requieran ingreso hospitalario”, señala la especialista. Y añade un dato que no suele contemplarse:
“El peligro no desaparece cuando se apagan las llamas. Las partículas PM2.5 pueden permanecer en el aire hasta tres meses después del incendio.”
Este factor convierte al humo en una amenaza prolongada, capaz de seguir afectando a la salud respiratoria incluso cuando la emergencia ya parece superada.
Qué hacer si el humo llega a tu zona
Ante la llegada de humo a una zona poblada, lo ideal es abandonar el área si se dispone de medios para hacerlo. Pero si no es posible, hay formas de reducir la exposición.
“Lo más importante es evitar que el humo entre en casa. Para ello, hay que cerrar puertas y ventanas, y sellar rendijas o puntos de entrada de aire exterior.”
La Dra. Bruguera recomienda además evitar actividades físicas en exteriores y, en lo posible, utilizar purificadores de aire con filtros HEPA dentro del domicilio.
En situaciones donde no se pueda evitar salir al exterior, el uso de mascarillas tipo N95 es clave. “Las mascarillas quirúrgicas no filtran las partículas finas del humo, por lo que no son eficaces para este tipo de exposición”, advierte.
Vigilancia y prevención
La especialista subraya que la vigilancia de síntomas es fundamental, sobre todo en personas con enfermedades crónicas o en población sensible como niños y personas mayores.
Incluso si los síntomas parecen leves al principio, no hay que subestimarlos. Con incendios cada vez más frecuentes y agresivos, la prevención y el conocimiento se vuelven esenciales.
“Ante cualquier signo de dificultad respiratoria, aumento de la tos, sensación de opresión en el pecho o fatiga inusual, se debe acudir al médico.”
La Dra. Bruguera insiste en que evitar la exposición al humo y conocer las medidas básicas de protección puede marcar una diferencia importante en la salud respiratoria, tanto a corto como a largo plazo.
Y en cualquier caso, si se produce la desgracia de estar en las proximidades de un incendio forestal, hay que seguir siempre las indicaciones de los servicios de protección civil, bomberos y autoridades competentes.