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Valentina no derrocha la felicidad que le corresponde a cualquier novia el día de su boda, celebrada en medio de una guerra, la de Ucrania, que ha cambiado su vida para siempre

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A su alrededor no hay invitados, solo la destrucción propia de toda guerra 

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Aun así, ella y su ya marido, Alexander, han optado por vivir, por seguir luchando por sus sueños en medio de la devastación

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Antes de que iniciara el conflicto, en esta sala de bodas en la que se está oficiando la suya, se celebraban once enlaces al día, mientras que ahora solo tiene lugar uno a la semana

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Ahora las banderas ucranianas tienen mayor presencia que las flores o cualquier otro adorno en estas ceremonias, marcadas por el dolor, pero también por la resiliencia

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La boda de Alexander y Valentina se ha oficiado en Mykolaiv, un enclave estratégico desde el que se lanza la ofensiva a otras ciudades ocupadas por los rusos, así como un punto de defensa de Odessa y su puerto, que distribuye grano a la mayor parte de Europa

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Valentina no va vestida de blanco y Alexander no lleva chaqué ni un traje de chaqueta, sino que ambos llevan ropa inspirada en la tradición del país, subrayando su pertenencia a una nación devastada por las bombas

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Esta pareja, con gran valentía, decide seguir adelante con sus vidas con una boda muy lejos de lo que, seguramente, soñaban pero que les abre las puertas de la ilusión

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