Con motivo del Día Mundial de la Salud Mental, laSexta y Fundación AXA organizaron “De esto hay que hablar”, un evento moderado por la periodista Mamen Mendizábal que puso sobre la mesa los desafíos emocionales y psicológicos que afectan a millones de personas. Edurne Pasaban, alpinista de renombre, ingeniera y embajadora de la causa, se convirtió en el corazón del encuentro al compartir una historia de fuerza y vulnerabilidad: desde sus cumbres más altas hasta los abismos de la depresión.
En presencia de la ministra de Sanidad, Mónica García, la deportista reveló cómo los momentos de gloria en su carrera contrastaban con episodios de profunda tristeza, subrayando que hablar de salud mental no es un signo de debilidad, sino de valentía. Con datos que estremecen, recordó que más del 59% de la población ha enfrentado algún problema emocional, reforzando la necesidad de contar con un entorno cercano que brinde apoyo y comprensión.
Para Edurne, la montaña no solo enseñó a conquistar picos físicos, sino también a enfrentarse a la “montaña emocional”, con autoconocimiento, cuidado propio y la fuerza de su familia y amigos. Su mensaje resonó con fuerza: pedir ayuda es un acto de coraje, y la verdadera victoria está en cuidar la mente tanto como el cuerpo.
Edurne, ¿qué significa para ti formar parte de un espacio donde se habla abierta y responsablemente de la salud mental?
Pues me parece, primero, un plan muy necesario. Es como un paso muy grande. Yo soy una persona que lleva tiempo hablando y que ha intentado dar visibilidad a la salud mental desde hace muchos años. Yo sufrí problemas de salud mental en 2000 y en 2006, y entonces hablar de todo esto era impensable. Una de mis grandes reivindicaciones es ver esto con normalidad y poder hablar sobre ello. Por eso, hoy tomar parte en una mesa donde se habla de manera responsable y se da visibilidad a este tema me parece un gran honor.
¿Qué mensaje esperas transmitir sobre la importancia de visibilizar este tema?
El mensaje es que los problemas de salud mental los tiene mucha, mucha gente. De hecho, hay unos estudios que se publican desde la Fundación AXA que dicen que más del 59% de la población tiene algún problema de salud mental. Por eso es importante que no tengamos miedo a pedir ayuda cuando se necesita, que no creamos que somos los únicos, sino que muchas personas sufrimos esto, que tenemos que ser valientes.
Tras conquistar los 14 ochomiles, llegaste a un éxito absoluto… y sin embargo apareció la depresión. ¿Qué aprendiste de esa contradicción entre tocar la cima exterior y sentir un vacío interior?
Pues eso, que a cualquier persona le puede afectar, y que puede aparecer en el momento más pleno, como me ocurrió a mí. Me llegó justo cuando estaba escalando los 14 ochomiles y mi trabajo era reconocido. Tras tanto esfuerzo y lucha para alcanzar esos logros, de repente caes en la depresión, en ese lugar oscuro, en un problema de salud mental y piensas: ¿Esto puede pasarme a mí, siendo el momento más alto de mi vida? Sin embargo, esa experiencia también me ayudó. Me permitió tener la capacidad de observar qué me estaba ocurriendo y, al conocerme a mí misma a través de ello, entenderme mucho mejor. Hoy, esa vivencia me da la posibilidad de identificar cuando algo no va bien, ya sea por circunstancias externas o por mi propio estado, y de reconocer claramente qué es lo que me ocurre.
En tus expediciones se hablaba del riesgo físico, del frío, de la falta de oxígeno pero, ¿cómo describirías la “montaña emocional” que tuviste que escalar al regresar a casa?
Para mí, el conocimiento de uno mismo sobre por qué se cae en una depresión y qué provoca esos problemas emocionales fue clave. Me di cuenta de que soy una persona exigente, que no sabía decir que no y que necesitaba ser perfeccionista. Muchos podemos intuir que somos así, pero cuando un especialista te lo señala cara a cara, se comprende de manera más profunda.Esto me ha ayudado muchísimo. Ahora, cuando surgen situaciones similares —porque todavía me ocurren— ya no actúo como antes. Me detengo a reflexionar, pienso antes de actuar y tomo precauciones que antes no consideraba.
A veces pedir ayuda se percibe como un signo de debilidad. ¿Cómo rompiste ese estigma y qué mensaje darías a quienes aún sienten miedo o vergüenza?
Cuando una persona tiene un problema de salud mental y siente el dolor de la ansiedad, de no poder, de no querer levantarse, de no querer seguir viviendo —así de claro—, llega un momento en el que no puedes más. Te das cuenta de que algo pasa y tu entorno también lo percibe. Entonces no hay otra opción. Pedí ayuda, aunque muchas veces lo hice sin saber qué tipo de ayuda estaba pidiendo o qué era exactamente lo que me ocurría, ¿me entiendes? Afortunadamente, en aquel momento tenía cerca al típico médico de familia de toda la vida, el de mi abuelo, el de mi padre… Y fue él quien supo ver que aquello era un problema de salud mental, que había que abordarlo y tratarlo de la manera correcta.
¿Quién o qué fue tu “cuerda” en los momentos más oscuros, esa red que te impidió caer del todo?
Mi familia y mi entorno. Esto es importantísimo. , en este encuentro, se ha hablado precisamente de eso. Cuando hablamos de salud mental y de los problemas que sufren las personas, también hay que hablar de la salud que existe alrededor, de las personas que te acompañan. Porque muchas veces, cuando alguien nos lee o nos escucha, puede pensar: “Ya, pero es que la gente que tiene problemas de salud mental no pide ayuda porque no quiere molestar a quien tiene al lado, a su familia…”. No quieren que nadie los juzgue, ni en su entorno, ni en su trabajo, ni que duden de ellos. Por eso, en muchas ocasiones, no se pide ayuda. Y es entonces cuando te das cuenta de lo importante que es ese entorno, ese círculo cercano que te transmite calma, comprensión y confianza. Tener a tu alrededor personas que te escuchan sin juzgarte, que te acompañan con empatía, es lo que te da la fuerza, la capacidad y la valentía necesarias para pedir ayuda cuando más lo necesitas.
Has hablado de aquel momento en el que tocaste fondo, cuando pensabas en el suicidio y estuviste a punto de intentarlo. ¿Qué recuerdas de esos días y de lo que te empujó a seguir adelante?
Pues mira, en aquel momento no tenía ganas de nada. Por eso intentas el suicidio. Y no porque realmente quieras morir, sino porque, como decían también en el documental que proyectaron en este encuentro, una persona que quiere suicidarse no desea morir, sino que quiere que le quiten el dolor. Eso es exactamente lo que yo sentía: “Por favor, que alguien me quite este dolor de dentro”. Recuerdo un sufrimiento intenso, mucha impotencia y unas ganas de no seguir adelante que eran abrumadoras. Pero, en mi caso, cuando llegas a ese extremo, cuando alcanzas ese punto límite de un problema de salud mental tan profundo, lo único que queda es acudir a especialistas y dejarse ayudar. Un psicólogo o un psiquiatra son las personas adecuadas para tenderte la mano, aunque, lamentablemente, sigue siendo un tema tabú.
A día de hoy, ¿sigues acudiendo?
Sí, sigo yendo a psicólogos. No tengo ningún problema en decirlo. Hay épocas en las que estoy mucho mejor, pero siempre lo comparo con un semáforo: cuando está en verde, todo va bien; cuando empieza a ponerse en ámbar, sé que es el momento de actuar. Entonces decido volver al psicólogo, tomar mis medidas y cuidarme. El conocimiento de uno mismo, después de tantos años, te da tranquilidad. No solo a ti, sino también a tu entorno, porque saben que puedes identificar lo que te ocurre y actuar antes de que las cosas se compliquen.
¿Hay otros hábitos, rutinas o pensamientos que te ayuden hoy a mantener tu equilibrio emocional y prevenir recaídas?
El deporte ha sido fundamental. Y no me refiero solo a correr por el monte o hacer montaña, como muchos podrían imaginar; hablo del deporte en general, de la sensación de mantenerse activo. Me ha servido siempre y me sigue ayudando mucho hoy en día. Cuando paso dos o tres días en Madrid y no puedo practicar tanto deporte, siento tristeza. Enrique, es como si me faltara algo: el deporte, el sueño, descansar… todo eso influye directamente en mi bienestar.
También creo que la buena alimentación y los hábitos básicos son importantes, claro, pero para mí, además del deporte, lo esencial es dedicar tiempo a los amigos. Esos pequeños momentos —una hora, media hora, un café con una amiga— son impagables. No sabes lo que significa. Creo sinceramente que todos deberíamos hacerlo.
Bueno, es como un psicólogo, ¿no?
Total, total. Exacto. Es así. No es solo ir al psicólogo: también es ese tiempo con alguien que te escucha, que te acompaña. Después de todo lo que pasa en un día, ese minuto en el que no piensas en nada más que en estar ahí, con alguien, es impagable.
Después de superar la depresión, ¿qué cambió en ti? ¿Cómo redefiniste el concepto de éxito y felicidad?
Pues yo creo que el éxito de una persona, el éxito y la felicidad, están profundamente ligados. Para mí, el éxito ya no consiste en lograr metas como escalar los 14 ochomiles o ser reconocida deportivamente. Hoy lo entiendo de otra manera: el éxito está en encontrar un equilibrio en tu vida, en sentirte bien contigo mismo y para ti mismo.Durante mucho tiempo he luchado por demostrar, por ser la mejor para los demás, pero he aprendido que eso no define la verdadera felicidad. Creo que la auténtica felicidad reside en ese equilibrio, en aceptarte y cuidarte, en priorizar tu bienestar por encima de la aprobación externa.
¿Hay alguna meta personal o proyecto que hoy te motive y te ayude a mantener el equilibrio emocional?
Pues la verdad es que, ahora mismo, deportivamente no tengo una gran meta. Para mí, mi motivación más importante es mi hijo. Ha sido y es un gran reto. Tiene ocho años y poder verle crecer, formar parte de su educación y hacerlo lo mejor posible es una de las metas más grandes de mi vida. No es fácil. Es una responsabilidad enorme y, a la vez, un desafío precioso: el poder guiarle, acompañarle y elegir siempre el mejor camino. Y, más allá de eso, lo que también me motiva profundamente es poder seguir trabajando en la visibilización de la salud mental, de la depresión y del suicidio. Que se hable, que se entienda, que se normalice. Por eso valoro tanto entrevistas como esta o encuentros como la mesa redonda en la que acabo de participar. Si con esta conversación conseguimos que, aunque sea una sola persona, se sienta acompañada o dé el paso de pedir ayuda, yo ya me doy por satisfecha.
En los últimos años se habla mucho de burnout y agotamiento emocional. ¿Tienes algún consejo para quienes sienten que están al límite?
Bueno, esto… yo no soy ni psicólogo ni nada de eso, así que tampoco puedo dar soluciones profesionales. Pero sí es verdad que vivimos en un mundo muy competitivo, con mucha presión. Cada vez que vengo a Madrid o a otras grandes ciudades lo noto: sentimos que tenemos que ser los mejores, que tenemos que rendir al máximo. Y todo esto genera problemas de salud mental, depresiones, ansiedad por querer ser los mejores, estrés por el trabajo. Uno de los detonantes principales, créeme, es el sueño. Lo veo constantemente a mi alrededor: amigos y amigas que se levantan a las cinco de la mañana porque ya no pueden dormir más. Y si observas bien, es porque tienen una carga de trabajo enorme, con decenas de proyectos que generan ansiedad. El sueño, la falta de descanso, se convierte así en uno de los grandes detonantes de los problemas emocionales. Para mí, sin duda, es uno de los factores más importantes.
¿Crees que tu experiencia te ha convertido en una mejor persona, mejor amiga, mejor profesional o mejor líder?
Buena pregunta. No, no lo creo. Yo sigo siendo como siempre he sido. Mi experiencia en la montaña y todo lo que he vivido me ha hecho, al final, crecer, desarrollarme y madurar. Quizás las experiencias extremas que he vivido, las pérdidas de personas cercanas, todo lo que hemos atravesado, me han enseñado a valorar la vida de otra manera, a entender mejor los valores y la importancia de ciertas cosas. Pero eso no significa necesariamente que sea una mejor persona. Sí que valoro la vida de forma distinta. Lo de ser mejor o peor persona lo deberían decir mis amistades y mi familia; seguramente ellos tendrían otra opinión. Lo que sí sé es que las experiencias y los acontecimientos que vivimos nos marcan profundamente, y estoy segura de que a mí también me han marcado.
Finalmente, ¿qué lección de vida te ha dejado la montaña que ahora aplicas cada día para cuidar tu salud mental?
Pues que no sea tan exigente conmigo misma. He aprendido que no todo el éxito está en llegar a la cumbre, sino en recorrer el camino, como el que hicimos para subir los 14 ochomiles. En ese camino, en cada momento de la escalada, aprendí a disfrutar de las pequeñas cosas que me rodean, esas que a veces pasamos por alto. La montaña me enseñó a valorar cada instante y a apreciar lo que está a nuestro alrededor.
¿Sigues escalando?
Bueno, ahora mucho menos, con un niño de ocho años y todas las responsabilidades que eso conlleva. Además, valoro el riesgo de manera diferente y veo las cosas con otra perspectiva. Claro, no es como antes, pero también es un aprendizaje que me hubiera gustado imaginar de antemano.