La vida nómada del futbolista no ha quedado del todo atrás, si bien es cierto que es en Dubái donde, desde hace más de una década, se encuentra su hogar. No el único, eso sí, porque a miles de kilómetros de la ciudad de oro del Golfo, está su otro refugio: una casa en Vigo, que, para ellos, es la más "especial".
Míchel Salgado no habla de morriña, aunque, como todo gallego, por muy lejos que esté de su tierra, siente la llamada del Atlántico. No se olvida del lugar que lo vio crecer y donde dio sus primeros pasos como una joven promesa del fútbol que, con el tiempo, llegaría a leyenda —tanto en el Real Madrid como en el Celta de Vigo.
Cada verano regresa junto a su mujer, Malula Sanz, con la que acaba de celebrar (el pasado julio) 25 años de matrimonio —en un año "redondo", ya que los dos cambian de década (cumplen 50)—, y sus tres hijos: Malu, de 22 años, Miguel, de 20, y Alán, de 15.
Tres gallegos de corazón a los que les encanta volver a esta ciudad que conocen "desde que tienen uso de razón", como apunta Miguel.
Pese a la distancia que, a veces, les obliga a separarse, son una auténtica piña. "Pasamos mucho tiempo juntos", nos cuenta Malu, que continúa abriéndose paso en el mundo de la música —a diferencia de sus hermanos, que están dispuestos a continuar la estela de su padre en el mundo del deporte.
—Míchel, Malula, ¿qué significa para vosotros esta casa?
MALULA.—La compramos cuando todavía no teníamos hijos. Es nuestro hogar, nuestra casita, la única que ha estado fija siempre (hace poco nos hemos mudado en Dubái), aunque tiene un "batiburrillo" de cosas de diferentes casas, distintas épocas con los niños y recuerdos…
MÍCHEL.—Fue la primera que, de alguna manera, hemos hecho juntos (justo al año de casarnos). Nos encantó cuando la vimos y la hicimos a nuestro gusto. Tiene un significado especial, tanto para nosotros como pareja, como para toda la familia. A los niños les encanta.
"A mis hijos siempre les digo que pueden ver dónde me he criado y adónde he llegado. Soy una persona que me lo he labrado todo con esfuerzo"
—¿Cómo es vuestra vida allí en Dubái? ¿Os plantearíais regresar a España?
MA.—Espectacular, yo no me muevo… (sonríe). Ya hemos comprado la casa para siempre. Dubái es el punto intermedio entre Asia y Europa, tenemos aviones directos a todos sitios, así que es muy cómodo para nosotros. Sobre todo, por el trabajo de mi marido, por mis hijos que viven fuera (Miguel juega en Portugal, en el Estoril Praia, mientras que Malu estuvo en Miami) y el pequeño (Alán), que se me va también. Mis hijos han crecido allí.
MI.—No, no pensamos volver, aunque en la vida nunca se sabe porque ya sabes cómo es el mundo del fútbol: mañana tienes una oferta y, en un mes, estás de vuelta. Pero queremos que, pase lo que pase, los próximos años, nuestra base sea Dubái. Hemos conseguido nuestra casa… aunque en Vigo tenemos esta y en Madrid otra que usamos mucho menos, pero es una de las ciudades de mi vida (y el equipo de mi vida).
—Míchel, fuiste el primero que tuvo la visión de poner rumbo a Emiratos Árabes. ¿Te "llevaste" a otros compañeros?
—Yo creo que sí he tenido la visión antes que el resto. Nosotros íbamos todos los años y nos enamoramos de la ciudad: desde el primer momento, vi que tenía algo especial (y acerté), así que, en cuanto me retiré del fútbol, lo primero que hice fue orientar nuestra vida hacia allí. De alguna manera, fui como un embajador del deporte, abriendo las puertas a todo el mundo y ayudando a mucha gente a que lo conociera.
25 años de amor de un matrimonio contra todo pronóstico
—Acabáis de celebrar 25 años de matrimonio (en julio), que se dice pronto.
MA.—Aquí seguimos al pie del cañón… Han sido maravillosos. Hay altos y bajos, pero siempre nos hemos apoyado el uno al otro, manteniendo el cariño y el respeto a los niños.
MI.—No se cumplen todos los días… Nos casamos después de nueve meses de noviazgo. Ella era hija del presidente del Real Madrid [el recordado Lorenzo Sanz], yo, jugador del equipo… Era una situación difícil, por eso nadie daba un duro por nosotros. Estamos orgullosos de haber roto con todas las apuestas, pero, sobre todo, de la familia que hemos formado con tres hijos maravillosos.
—Tuviste claro que Malula era la mujer de tu vida…
MI.—Tengo mucha suerte. Soy una persona que lucha por los suyos. Una cosa es decir que es la mujer de tu vida y otra es mantenerlo y hacer todo lo posible para que sea así… Yo creo que esto ha sido una cosa de los dos. Estos 25 años han pasado tan rápido… y si es así es porque lo hemos hecho bien y eso, quizá, es lo más importante.
Los tres hermanos están muy unidos y tienen "una relación muy bonita". "Somos superfamiliares. Pasamos mucho tiempo juntos", señala Malu
—¿Cuál diríais que es el secreto para estar unidos tanto tiempo?
MA.—No creo que haya un secreto… Al final, en sí, es el respeto. Estar apoyándose, sobre todo, en las malas, que es cuando se demuestra quién está a tu lado, porque, en las buenas, todo el mundo está…
MI.—Yo diría que es pensar que no estamos casados, que todos los días, de alguna manera, hagamos lo mismo que hacíamos cuando empezamos a salir juntos… Creo que esa es una de las claves. El mayor privilegio que he tenido es poder comer y cenar con mis hijos y con mi mujer todos los días.
—Malula, supongo que tuvo que ser un tanto difícil adaptarse a la vida de un futbolista, acompañarlo a cualquier parte…
—Sí, es dejar un poco todo… Pero, bueno, al final, es tu compañero de vida. En mi caso, era un poco mi ámbito. Mis amigos, mi padre, mis hermanos… todos estaban en el mundo del fútbol. De hecho, siempre decía: "Ni de broma con un futbolista". ¡Y toma! (ríe). Pero estoy encantada. Claro que hay muchas cosas que se quedan atrás, pero también tienes otros privilegios (por ejemplo, los niños han aprendido inglés, francés, tienen conocimientos de árabe…).
—Entonces, ¿qué viste en Míchel que te hizo cambiar de opinión?
—No lo sé (ríe). Yo estaba estudiando fuera...
—(Interviene Malu) ¡Habías vuelto! Me sé yo mejor la historia y no existía (risas).
—Sí, había vuelto, y un día quedo a comer con mi hermana (Diana) en Madrid y me dice: "Mira, ese es el chico por el que va a firmar papá" (en el Real Madrid). Él estaba con un representante que conocía, y digo: "Ay, qué guapo es...". Pues lo típico que piensas cuando eres una niña de 24. A su vez, el representante le comentó: "Ahí están las hijas del presidente del club". Pero no nos cruzamos la mirada, fue después, en un viaje, sí... Primero en Galicia, y luego ya en Grecia, en un viaje de Champions. Estaba tomándome una cerveza con Karembeu y, claro, no existían los móviles... Llegó Míchel y le dijo que se quedase a tomar algo con nosotros. Lo típico: empezamos a hablar... Y cuando fuimos a pagar, se dieron cuenta de que no llevaban dinero, ¡y tuve que pagarlo yo! (ríe). Y digo: "¡Anda que me salió cara la historia!". Una cosa llevó a la otra. Nueve meses después, nos casamos. Mucha gente se pensaba que estaba embarazada... Ya ves tú, tonterías. Lo peor fue decírselo a mi padre, que nos decía: "Estáis locos". Y yo como: "¡Anda, papá!".
MALU.—Yo tengo 22 años, me acerco a esa edad, y ahora pienso: "¿Cómo pudisteis hacer eso?".
MI.—Imagínate que el presidente del Real Madrid te dice eso: "Estáis locos". Fue la anécdota más buena de aquel momento porque, la verdad, era una locura pensarlo.
Sus tres hijos, su mayor orgullo
—Malula, nos comentabas que ahora es Alán quien abandona el "nido".
—Creo que voy a sufrir mucho. Se va a jugar a Chipre ahora y pienso que va a ser espantoso (ríe). Porque nuestro pequeño es el que siempre ha estado, el que me acompaña en todos los viajes. Miguel se fue con doce años, muy pequeño, a Vigo, pero aquí está la familia de mi marido, así que estaba muy cuidado (aunque no es lo mismo porque tú no estás ahí con él). Pero, bueno, al final, todo se soluciona con videollamadas, teléfono… Malu se fue con 20, más tarde (iba a irse a la universidad con 17, pero, por la pandemia, no pudo vivir esa experiencia y lo hizo "online"). La verdad es que los tres me cuentan todo.
—Míchel, parece que tus dos hijos siguen tus pasos… ¿Te hace ilusión?
—Lo que yo quiero es que disfruten. Para mí, hacer deporte, jugar al fútbol, es lo más bonito del mundo, y ver cómo se impregnan de sus valores ya me llena. No sé dónde van a llegar, pero es lo que menos me preocupa. Lo que de verdad me gusta es lo que veo de ellos, cómo son como personas, cómo respetan al grupo, a la gente… Lo que más me llena de orgullo es cuando me comentan: "Tienes unos hijos supereducados". Mi obsesión no es que lleguen a ser futbolistas profesionales.
—Y Malu, cantante… ¿Lo esperabais?
(Interviene Malu).—Yo creo que mi madre lo sabía incluso antes que yo (ríe).
MA.—Pienso que ha querido serlo desde que nació, porque es una "peliculera" que no veas. Todo el día cantando, bailando… por eso te decía que uno de los privilegios que hemos tenido es poder darles la formación que necesitan.
—¿Les habéis dado un consejo especial?
MI.—Siempre les digo lo mismo: "Perseguid vuestros sueños y no paréis". Pueden ver dónde me he criado y adónde he llegado. Si yo lo puedo hacer, ellos, también. No soy ni Messi ni Ronaldo, sino una persona que me lo he labrado todo con esfuerzo, como mis padres. También les animo a creer en ello y trabajar muy, muy duro para que se haga realidad, a pesar de los momentos malos. Da igual que lleguen o no. Solo fracasa el que no lo intenta.
MA.—Les he dicho que se encontrarán piedras en el camino, eso está claro, pero hay que levantarse y luchar por ello siempre. Ellos pueden optar por lo que quieran. Siempre les he avisado que van a escuchar todo tipo de barbaridades y que tienen que hacer oídos sordos y seguir con lo que realmente quieren. Doy gracias porque mis hijos son muy fuertes en eso y cada uno ha hecho lo que ha querido. Me siento superorgullosa de ellos.
Promesas de la canción y del balón
—La verdad es que los tres tenemos una relación muy bonita, —nos comenta Alán, una opinión que también comparte Miguel:
—Obviamente, estar lejos de ellos desde que soy pequeño duele mucho. No es fácil dejar a tus hermanos (a los que ves todos los días porque vives con ellos, y que los quiero y me quieren más que a nadie), a no verlos más de dos veces por año... Pero tenemos una relación muy fuerte y nos ayudamos mucho entre los tres.
—Somos superfamiliares —añade Malu, que "divide" su corazón entre la capital y Galicia—. Me siento muy madrileña y muy gallega, las dos cosas.
En mayo, nos sorprendía lanzando la que, quizá, ha sido una de sus canciones más personales hasta el momento, Mi lugar, en la que habla de su familia.
—La había escrito hace tiempo, en noviembre de 2023, en un momento en el que ya había pasado mucho tiempo fuera y los echaba mucho de menos. Estaba triste sin ellos, así que les dije a los productores que quería hacer algo de la familia y quedó muy bonito —nos explica. Este verano ha sumado un nuevo éxito, Chuli chuli, que, según nos avanza, también está gustando mucho —y que interpretó en la fiesta con la que celebraron las bodas de plata.
—¿Qué tal ha ido por Miami, Malu? Me imagino que ha sido importante para tu carrera como cantante.
—Es una ciudad complicada. Hay mucha competición... Pero, bueno, es la cuna de todo. Es una ciudad a la que me gusta ir porque, al final, es donde hago mi música, pero sí que es un poco complicada... Me encanta, pero me gusta más estar en casa.
—Muchos de tus temas superan el millón de visualizaciones...
—Una locura. Cuando me llaman y me dicen eso, me quedo pensando... "¿Cómo es posible?". Es una prueba de que todo el trabajo siempre tiene su recompensa, que no es en vano... Más allá de visualizaciones, que la gente te diga que tu canción le ha hecho llorar o reír es lo mejor. Que a la gente le guste tu música es el mayor regalo.
—¿Cuál sería tu colaboración soñada?
—Soñada de "estoy tocando el cielo" sería Rosalía o Beyoncé, que es mi ídolo (me apasiona todo lo que hace), pero estamos hablando de "titanes". También Malú, que me ha enseñado muchísimo y he aprendido mucho de ella (y sigo haciéndolo).
—¿Qué dirías que es lo que más te inspira a la hora de crear?
—Mis experiencias, mi vida, todo lo que he pasado... Mis sentimientos, mis emociones... y Beyoncé (ríe) a la hora de cómo crear.
Malu ha escogido un camino muy diferente al de sus hermanos, Miguel y Alán, que se han decantado por seguir la tradición familiar, dedicándose al fútbol.
—Miguel, ¿tuviste claro, desde pequeño, que lo tuyo era el fútbol?
—No había ninguna otra opción que no fuese el fútbol, porque no me acuerdo de que me gustara otra cosa en la vida (ríe). Tengo muchos recuerdos especiales con mi padre, gracias a Dios. Él, a pesar de la persona que es y de tanto trabajo que tiene, te diría que siempre ha sido un padre muy presente. Siempre que tenía un poco de tiempo, lo pasaba con su familia.
—Alán, ¿tú cuándo lo supiste?
—Desde que nací. Tengo vídeos en los que aparezco, con dos años, dándole a la pelota... Así que desde que nací, no tengo dudas. Siempre fútbol.
—Os habrá dado muchos consejos...
MI.—Siempre han sido los mismos: que lo dé todo en todo lo que hago en la vida, ya no solo hablando del fútbol; y que si se hace una cosa, se le da la máxima importancia; respetar a todo el mundo por igual y tener toda la humildad del mundo... Y después, ya consejos sobre fútbol, lo que podría mejorar. Por la experiencia que tiene, sé que va a ser correcto lo que dice. Aunque a veces cueste escucharlo, hay que aprovecharlo.
AL.—Miles, miles... Me ayuda mucho también.
—Alán ahora te vas a Chipre... ¿Estás preparado?
—Sí. Es precioso. Mi padre estuvo entrenando allí al primer equipo tres meses, hace dos años; y yo fui tres meses para jugar, estuve con ellos, pero era muy pequeño y no tenía la edad para ir. Ahora que tengo casi dieciséis, estoy listo.
—Teniendo un padre como el vuestro, ¿fue difícil decantarse por el fútbol?
MI.—Al final, es lo que a mí me gusta y mi padre siempre nos ha dicho a los tres que hagamos lo que nos apasiona, así que mi decisión fue por corazón. No es fácil que, desde una edad tan temprana, tanta gente se meta en tu vida y critique sin saber nada, y más aún jugando en el Celta, porque, al final, es de donde salió mi padre. Era un orgullo muy grande para mí jugar en el equipo. Pese a todo, tuve muy claro salir de Vigo, de mi zona de confort y venir al país vecino [juega en el Estoril Praia, en Portugal] a probar suerte sin que nadie me conociera. No me puedo quejar de cómo me ha salido esa apuesta, tanto en lo personal como en lo profesional.
AL.—Tiene su punto bueno y su punto malo. Aunque mucho más bueno que malo.
La nueva generación Salgado Sanz lleva sus apellidos con orgullo y su familia como bandera: "Mi padre siempre dice que su momento favorito del día es llegar a casa con su mujer y hablar de sus cosas, tomándose una cerveza, un vino… Eso es lo más bonito".