Cuando Paula vino al mundo, el 2 de febrero de 2007, su padre, el inolvidable Carlos Larrañaga, tenía 70 años y vivía una segunda juventud junto a Ana Escribano, su cuarta mujer y el último gran amor de su vida. La pareja, que se había conocido y enamorado sobre las tablas en la obra El hombre de Central Park, presentó a la recién nacida en ¡HOLA! con tan solo seis días.
"Me siento capacitado, con más paciencia, con más experiencia de la vida, para darle mucho más a mi hija pequeña que lo que he podido dar, en su momento, a mis otros hijos. Cuando eres más joven eres más egoísta y te ocupas más de ti. En este momento, mi único egoísmo es que mi hija esté bien", nos decía entonces el actor, padre de Pedro, Amparo y Luis —con su primera mujer, María Luisa Merlo— y de Kako —de su relación anterior con Isabel Rayo—.
Lamentablemente, Carlos nos dejó cuando Paula tenía tan solo cinco años. Por aquel entonces ya estaba divorciado de Ana. Ahora que ha cumplido la mayoría de edad, da un paso al frente junto a su madre en una nueva presentación, ya adulta, para contarnos que quiere seguir sus pasos. Padres, hermanos, abuelos, tíos… Paula Larrañaga es la nueva generación de una saga familiar sinónimo de arte y talento; una estirpe que lleva la interpretación y las artes escénicas impresas en el ADN.
Madre e hija nos revelan los miedos y las ilusiones que acompañan este nuevo camino y nos hablan con emoción del recuerdo siempre presente de un padre que, como afirma Ana, "estaría muy orgulloso" de la mujer en la que se está convirtiendo.
Nos cuenta, además, de la gran y atípica familia que forman todos juntos, también junto a Julia, de 21 años, y Martina, de nueve, las otras dos hijas de la actriz, de una relación anterior y de otra posterior a su matrimonio con Carlos Larrañaga. "Me motiva mucho, a la hora de elegir este camino, saber que tengo a personas tan cerca de mí que tienen tanta experiencia y que me pueden ayudar tanto", asegura Paula.
—Ana, Carlos y tú presentasteis a Paula, cuando solo tenía unos días, en las páginas de ¡HOLA! y ya ha cumplido 18 años.
—¡Tenía solo seis días! Parece mentira cómo ha pasado el tiempo.
—Durante todo este tiempo no hemos sabido nada de ella, como si, también al faltar Carlos, hubieras querido que tuviera una infancia alejada de los focos.
—Sí, quería que tuviera una infancia lo más normal posible, lejos de los focos. Paula siempre ha estado muy ligada a este mundo: ha crecido entre camerinos, ha estado en los rodajes y sabe bien lo que es, pero preferí que no estuviera expuesta públicamente.
—Ha crecido entre bambalinas, entonces.
—Sí, y es una de las cosas que me gusta de cara a que ella quiera dedicarse a esto. Sabe perfectamente lo que implica y lo duro que puede ser muchas veces: los viajes, las horas de espera, los camerinos y el teléfono cuando no suena. Esta profesión es preciosa, pero nada fácil.
—¿Cuándo te dijo que quería ser actriz y en qué momento te diste cuenta de que iba en serio?
—El año pasado, cuando iba a comenzar segundo de bachillerato, me dijo que quería estudiar Arte Dramático. Paula es muy Larrañaga en el sentido de que suele querer las cosas para ayer. Por eso, mientras cursaba segundo de bachillerato, se matriculó en primero de Arte Dramático. Le va muy bien, está muy contenta y los profesores me dan muy buen feedback. Yo siempre he pensado que tiene una artista dentro, en el sentido más amplio de la palabra, porque pinta muy bien, escribe mucho, edita vídeos... Siempre creí que podría dedicarse a algo así, aunque sin tener claro que fuera exactamente la interpretación. El tiempo dirá.
—Paula, parece entonces que te está gustando la experiencia y que continuarás…
—Sí, este año empiezo el segundo curso de los tres que son en total. La verdad es que estoy encantada con la escuela. Me ha motivado muchísimo comenzar y vivirlo desde dentro, porque, aunque ya lo veía, la experiencia es mucho mejor. Es muy bonito, a veces también muy estresante, pero me está gustando mucho. Al mismo tiempo, comienzo la carrera de Educación Infantil en la universidad y eso me motiva mucho también. El mundo de los niños me encanta y siempre se me ha dado muy bien. Por eso, compaginar las dos cosas me hace muchísima ilusión.
Como si fuera la primera vez
—Ana, vamos a viajar en el tiempo. ¿Qué recuerdos tienes de tu vida junto a Carlos?
—Tengo recuerdos muy bonitos. Siempre intento quedarme con lo bueno, porque, como en todas las relaciones, si lo viviera en el presente, tendría sus aspectos positivos y sus aspectos negativos. Junto a Carlos, vivimos experiencias preciosas. Para mí fue la maternidad, y él vivió esta paternidad como si fuera la primera vez, a pesar de que ya estaba muy implicado con mi hija Julia, que entonces tenía tres años.
—¿Qué crees que diría hoy al ver a su hija Paula?
—Yo creo que estaría muy orgulloso. De hecho, a ella se lo digo muchas veces: "Papá estaría muy orgulloso de la mujer en la que te has convertido y en la que te estás convirtiendo". Y es que Paula es un ser humano excepcional y eso es lo más importante.
"Carlos murió cuando Paula tenía cinco años. Pero lo seguimos sintiendo muy vivo, está presente en toda la casa en sus fotos y en los cuadros que pintaba, y hablamos de él constantemente"
—Tuviste una difícil tarea por delante: hacer que tu hija conociera a su padre, mantenerlo presente y vivo en su recuerdo.
—Sí, Carlos murió cuando Paula tenía cinco años. Pero lo seguimos sintiendo muy vivo, está presente en toda la casa, en sus fotos y en los cuadros que pintaba —lo hacía muy bien—, y hablamos de él constantemente. Por ejemplo, las galletas que le gustaban siguen siendo "las galletas de papá", lo que demuestra que está totalmente presente. Trato de contarle anécdotas y muchos recuerdos y a ella le encanta escucharlos. Seguramente se los haya contado mil veces, pero no se cansa de oírlos.
—¿Qué es lo que más te gusta escuchar de tu padre, Paula?
—Hay cosas que me cuenta mi madre y que tengo muy presentes, pero la verdad es que yo misma recuerdo muchas, aunque parece increíble porque era muy pequeña. Y más allá de la gran figura que era mi padre y de lo superorgullosa que me siento, me llena de alegría poder recordar y que mi madre me hable de las cosas más pequeñas.
—¿Alguna anécdota divertida que guardes con especial cariño y te guste oír siempre?
—Esta la recuerdo yo. Un día que tenía que recogerme del cole, yo era muy pequeñita, tardó un montón en llegar y yo no sabía qué pasaba. Y resulta que se había mudado a Madrid; me llevó, llenó el piso de globos y regalos y me dio la sorpresa. Fue increíble.
"De alguna manera, estoy destinada al mundo de la interpretación, es obvio, y me siento muy unida a la profesión. La he visto desde muy pequeña, pero nadie me la ha impuesto"
—¿Preguntas mucho sobre él a la gente que lo conocía?
—Sí, claro. Principalmente, a mi madre, porque es con quien más conectada me siento y con quien más siento que puedo hablar de esto. También he hablado con Julia, mi hermana mayor. Mi padre fue muy importante en su vida cuando ella era muy pequeñita. Me gusta tenerlo presente.
—¿Qué piensas cuando escuchas a la gente hablar de él con cariño?
—Es un orgullo muy grande que alguien te mire con cariño y te diga: "Yo conocí a tu padre y le admiraba" o "le vi en esta serie". Me llena de alegría.
Todos los años el día del padre
—Ana, ¿conservas, por ejemplo, cartas, objetos, vídeos, que también pueda tener Paula?
—Sí, porque a Carlos, además, le gustaba mucho escribir cartas. De hecho, ya le escribíamos a Paula durante el embarazo, antes de nacer. Recuerdo que en las primeras decía: "A mi hijo", porque él estaba convencido de que iba a ser un niño. ¿Te acuerdas, Paula?
—Sí —responde Paula.
—Escribía muchísimo —prosigue Ana—, porque le encantaba, y todas esas cartas se las he ido dando. Y sus hermanos quisieron que ella conservara la Medalla de las Bellas Artes. Para todos sus hijos era muy importante y decidieron que la tuviera Paula.
"La maternidad en solitario no es fácil. Y en todos estos años hemos vivido momentos duros, la verdad, he pensado muchas veces en qué diría Carlos, pero estamos muy orgullosas de haber salido airosas"
—¿También el anillo que te regaló cuando nació?
—Sí, claro que lo conservo.
—¿Crees que le haría especial ilusión que Paula haya decidido continuar la saga familiar en el mundo de la interpretación o le daría cierto temor?
—Yo estoy convencida de que le encantaría, tenlo por seguro, porque él estaba muy orgulloso de sus hijos y de que se dedicaran a esta profesión. Si estuviera aquí, yo sería la temerosa, porque él era más valiente.
—¿A quién se parece, qué crees que ha heredado de ti y qué de su padre? Recién nacida, decíais que era Larrañaga pura...
—Físicamente es más Larrañaga. Es cierto que en la gestualidad y en la manera de expresarse se va pareciendo a mí y hay gente que dice que somos iguales, pero toda la familia pensamos que es más Larrañaga. Y después tiene esas cosas intensas que son muy Larrañaga —ríe—. En cuanto a su forma de ser, no lo sé, al final se ha criado conmigo, he hecho de madre y de padre y le habré inculcado mucho. ¿Paula, tú qué opinas?
—¿Cómo ha sido para ti criarla prácticamente en solitario?
—La maternidad en solitario no es fácil. Y en todos estos años hemos vivido momentos duros, la verdad; he pensado muchas veces en qué diría Carlos y he echado mucho de menos su opinión. Al final, te falta la otra respuesta, ese otro 50 por cierto. Pero estamos muy orgullosas de haber salido airosas. Todos los años, el Día del Padre, Paula me felicita y me dice: "Mamá, eres el mejor papá del mundo", y me llena de ilusión que piense que, como padre, también he hecho lo que he podido.
"Tenemos una relación estupenda y me siento muy conectada con ellos, a pesar de la edad", dice Paula de sus hermanos paternos. "Somos una familia peculiar, pero muy bonita", añade Ana
—Imagino que habrá sido difícil... Y, por otro lado, ¿cómo has fomentado la relación de Paula con sus hermanos mayores?
—Adoran a su hermana y su hermana a ellos, pero claro, yo quedo más fácilmente a tomarme un café con Luis, con Amparo o con quien sea de la familia. Simplemente, mantenemos una relación más directa por una cuestión de edad y afinidad. El tiempo lo puso todo en su sitio y ahí estamos, con una relación muy bonita. Yo, encantada de que estén en nuestra vida y nosotras de estar en las suyas.
—Como una gran "modern family".
—Sí, totalmente.
—¿Paula, qué tal te llevas con tus hermanos? ¿Intentas verlos con frecuencia?
—Tenemos una relación muy buena. Con el tiempo, nos hemos ido viendo más, me han dado su apoyo y los he tenido muchas veces para lo que necesitara. Es verdad que la diferencia de edad choca, incluso recuerdo cuando era pequeñita y me preguntaban con extrañeza en el colegio: "¿Cuántos años tienen tus hermanos?". Pero siempre nos hemos llevado muy bien. No los veo tanto como, a lo mejor, a mis hermanas maternas, con las que me he criado y con las que hay una relación diferente por edad y cercanía. Pero, a pesar de ello, tenemos una relación muy bonita.
—¿Has visto las películas, las series de tu padre y las obras que seguro hay grabadas? ¿Has tenido oportunidad de verle también actuar, de aprender de él en ese aspecto?
—Sí, siempre me ha gustado ver cosas suyas. He visto algunos capítulos de Farmacia de guardia, que siempre me la mencionaban mucho; de Verano azul; El hombre de Central Park me gusta un montón, que era claro…
—La obra donde os conocisteis Carlos y tú, ¿es así, Ana?
—Sí, la tenemos grabada y a Paula le encanta porque nos ve a los dos. Es una suerte como hija poder verle ya no solo en fotos, sino actuando o hablando en entrevistas.
"Me siento muy unida a la profesión"
—¿Te reconoces en cosas de tu padre cuando lo ves y escuchas en las entrevistas?
—Más que en entrevistas, me reconozco en las cosas que recuerdo y en lo que mi madre me ha contado. Creo que hay rasgos de mi padre en mi personalidad, sobre todo emocionales y muy intensos. Mi madre siempre me dice que ve mucho de él en mí. También tengo muchas cosas de ella, de hecho, veo fotos suyas de pequeña y me parezco. Pero, a lo largo de mi vida, me han dicho muchas veces "eres muy Larrañaga", y lo digo con mucho orgullo.
—¿Qué significa para ti llevar el apellido Larrañaga?
—Para mí es tanto un orgullo como una gran responsabilidad. A veces he sentido la presión en la escuela de interpretación, no porque me la haya impuesto nadie, en absoluto, sino porque tenía que vivir este proceso. De hecho, ha sido una decisión completamente libre, pero internamente te martirizas pensando "quiero estar a la altura". Mi familia, mi madre y las personas que me rodean me motivan mucho y no siento presión por su parte. Al contrario, es algo que provocas tú misma con tus pensamientos.
—Padres, hermanos, abuelos, tíos… Con una familia entera dedicada a este mundo, ¿no crees que estabas destinada a ello?
—Yo creo que sí. De alguna manera, estoy destinada, es obvio, y me siento muy unida a la profesión. La he visto desde muy pequeña, pero nadie me la ha impuesto; siempre se me ha dado a entender que puedo elegir lo que quiera.
—¿Has tenido ya alguna experiencia en el escenario o delante de las cámaras?
—Sí, participé en El jardín de las delicias, un cortometraje con Jorge Muriel, que fue una experiencia increíble. Más allá de lo que siempre he visto, ahora que he empezado a estudiar, me he dado cuenta de que es una experiencia diferente, porque ya no se trata solo de ser un espectador, sino de enfrentarte a ello, con sus dificultades. Es un reto y estoy muy motivada.
—Yo he tenido una compañía de teatro de jóvenes —interviene Ana— y, de pequeña, ha hecho funciones conmigo.
—¿Sueles ir al teatro a ver a tu madre, a Amparo, a Luis…? Es la mejor escuela.
—Sí, claro que voy a ver todo lo que puedo. Cuando empiezan una nueva obra me encanta ir. De hecho, algunas de las de mi hermana, mi hermano y mi madre las he visto como 800 veces —ríe.
—¿Quiénes son tus referentes en la interpretación? Además, obviamente, de tu familia.
—Sigo a un montón de actores y actrices, tanto españoles como de fuera. Me gustan mucho, por ejemplo, Anna Castillo y Kate Winslet.
—Ahora que no nos escucha ¿qué es lo que más admiras de tu madre?
—Me encanta verla subida en un escenario. Creo que tiene un talento increíble y una vis cómica que resalta a la vista y me llena de orgullo.
De cerca
—Vamos a conocerte un poquito más de cerca. ¿Cómo es un día perfecto para ti?
—Me gusta mucho hacer planes con amigos, ver vídeos, me encanta dibujar y muchos de mis planes tienen que ver con el mundo del arte.
—¿Alguna película favorita?
—Titanic. Es un clasicazo, pero me gusta mucho. Una que me marcó fue "¿A quién ama Gilbert Grape?", porque el papel de Leonardo DiCaprio en esa película me parece impresionante.
—¿Qué música tienes en tu "playlist"?
—Literalmente, de todo. Me gusta mucho el rock, pero también la música clásica y la música española, dependiendo del día.
—Vive con los cascos puestos —añade Ana— y no he visto a una persona que tenga gustos musicales tan diversos; de repente se va a un concierto de metal extremo y al rato escucha boleros.
—¿Te gusta la moda?
—Sí, he probado un montón de formas de expresarme con la ropa. El tema de los looks, la forma de vestir y de probar cosas me encanta.
—¿Tienes alguna otra afición además de todo lo que has dicho?
—Me gusta probar y aprender muchas cosas nuevas por mi cuenta, intento ser autodidacta. Por ejemplo, a veces intento tocar el ukelele, me gusta cocinar, leer…
—¿Te sientes emocionalmente parte de la saga o quieres ir por tu propio camino?
—Ahora mismo estoy aprendiendo a mi aire, voy por mi propio camino. Mi inicio es personal y no me fijo en nada en concreto, pero siento mucha conexión con mi familia. Hay diferencia, por supuesto, por el tema de la edad, pero me siento muy conectada con mis hermanos.
—¿Y te verías algún día compartiendo tablas con tu madre o con ellos?
—Me haría muchísima ilusión.
"Estoy feliz y enamorada"
—Ana, hablando de teatro, compartes escenario con María Luisa Merlo, el primer y el último gran amor de Carlos Larrañaga, en la obra Mentiras inteligentes, desde hace cinco años.
—La conocí antes que a Carlos, siempre nos hemos tenido mucho cariño y me apoya mucho. Incluso cuando Carlos y yo estábamos juntos, si en algún momento discutíamos, María Luisa era mi paño de lágrimas. Siempre hemos tenido una relación muy buena y una gran conexión; es una mujer muy moderna, muy buena gente y muy divertida. Nos reímos mucho, nos contamos muchas cosas y nos llevamos muy bien.
P.—Yo le tengo mucho cariño a María Luisa.
A.—Siempre me pregunta por Paula y por mis otras hijas.
"¡Ahora estoy muy feliz y enamorada! Mi pareja es totalmente ajena a este mundo. Vivimos cada uno en su casa, yo con mis niñas", dice Ana, madre también de Julia y Martina
—Está pendiente, ¿es como la gran matriarca?
—Sí, y Amparo también cumple esa función. Estamos ahí las tres haciendo equipo. Somos una familia grande y peculiar, pero muy bonita.
—¿Cómo es tu vida hoy en día?
—Estoy en uno de los momentos más felices de mi vida, porque mis hijas se van encauzando, aunque Martina todavía tiene nueve años. Estoy muy tranquila y muy bien.
—¿Has criado a tus tres hijas sola?
—Sí, a las tres. Pero, como te digo, ¡ahora estoy muy feliz y enamorada! Mi pareja es totalmente ajena a este mundo y no quiere saber nada de él. Vivimos cada uno en su casa, yo con mis niñas. Estar las cuatro juntas me hace tan feliz, y después de momentos difíciles, estamos muy bien.
—¿Cómo es esa relación de madre e hijas?
—Hablamos con toda la naturalidad del mundo y compartimos mucho tiempo juntas, también he buscado pasar tiempo a solas con cada una de ellas. Me parece importante.
—¿Sigues dirigiendo la residencia de mayores?
—Llevo muchos años y me encanta. Igual que Paula ha vivido entre camerinos, mi madre tenía dos residencias de mayores y para mí era tan habitual estar allí que era como ir a ver a mis propios abuelos. Los quiero mucho, me llena y me hace muy feliz también esa faceta de mi vida.
—Para terminar, Paula, antes hablábamos de qué te diría tu padre si te viera. Y ahora, ¿qué le dirías tú a él?
—Me encantaría hablar con él y que viera la mujer en la que me he convertido. Sé que estaría muy contento conmigo. No sé ni siquiera si sería capaz de hablar de la profesión, porque tendría tantas cosas que preguntarle y tantas cosas que aprender de él.
A.—¡Tantos besos...!
P.—Sí, tantos besos que darle…