Hoy se cumplen 21 años desde que Carmen Ordóñez, heredera de las legendarias dinastías taurinas de los Ordóñez y los Dominguín, nos dijo adiós para siempre. La exmujer de Francisco Rivera 'Paquirri' y madre de tres hijos - Francisco y Cayetano, de su unión con el torero, y Julián, de su relación con Julián Contreras- falleció a los 49 años, una noticia que conmovió a todo un país el 23 de julio de 2004. El mundo se despedía entre lágrimas de 'La divina', una mujer que marcó una época, vivió la vida a su manera y predijo que no llegaría a cumplir los 50 años, un presagio que lamentablemente se hizo realidad.
Una mujer de rompe y rasga, que no solo fue una de las bellezas reconocidas en nuestro país, también de Europa (y probablemente del mundo). En 1975, la hija del torero Antonio Ordóñez y Carmen Dominguín recibió el título a la mujer más guapa de Europa, un honor del que también presumieron pudieron presumir la princesa Carolina de Mónaco o Margot Hemingway, nieta del escritor Ernest Hemingway.
Su nieta Cayetana Rivera ha heredado la belleza y pasión de su abuela paterna, tal y como se puede apreciar en el excepcional reportaje que publica la revista ¡HOLA! La hija de Francisco Rivera y Eugenia Martínez de Irujo se siente muy orgullosa de sus antepasados, tanto de la duquesa de Alba como de Carmina Ordóñez. "Tengo la pasión y la sensibilidad de los Rivera y la elegancia y el carácter de los Alba", nos confiesa esta belleza de 25 años, cuya mezcla es el equilibrio perfecto de ambas familias. "Me gusta llevar lo mejor de cada una", añade.
Francisco Rivera siempre vio en su hija Cayetana un extraordinario parecido con su madre, Carmina Ordóñez. "Tiene cosas que da hasta miedo... gestos, reacciones que dices ¡madre mía! Esto no lo ha visto nunca y le sale", contó hace unos años en una entrevista concedida a Toñi Moreno. La joven, de ojos marrones y expresivos, piel canela y un color de pelo similar al de su abuela, se siente muy orgullosa de ella, a quien rinde homenaje siempre que tiene ocasión.
De Carmina no solo heredó su belleza, sino también su gusto por tradiciones muy arraigadas en la familia Rivera Ordóñez como las corridas de toros, la Semana Santa o El Rocío, una peregrinación a la que solía acudir cada año y que Tana también disfruta al máximo.
Algunas de las imágenes de Cayetana atravesando el río Quema, bailando o subida en una carreta rumbo a la aldea almonteña recuerdan inevitablemente a escenas protagonizadas por la inolvidable Carmina. "Yo era muy pequeña -solo tenía 4 años cuando su abuela falleció-, pero me quedo con todo lo que me cuenta la gente ahora y en que nos hubiésemos pegado un Rocío maravilloso", contaba Cayetana en una entrevista en ¡HOLA! con motivo de su debut como diseñadora de la colección cápsula 'Herencia', en la que rindió homenaje a sus orígenes. Además de guardar un gran parecido físico con ella, vive esta cita con la misma alegría que lo hacía Carmen.
Cayetana heredó de su abuela y también de su padre la devoción por la Virgen del Rocío, pero también su gusto por las corridas de toros, de las que también era gran aficionada la duquesa de Alba. En su debut como madrina de la Exhibición de Engaches en la Real Maestranza de Sevilla, se emocionó al recordarlas. "Dos mujeres que, como yo, amaron Sevilla hasta el final de sus días", dijo entre lágrimas.
Cada año que pasa, son muchos los que encuentran en Cayetana el vivo reflejo de Carmina. Eugenia Martínez de Irujo así lo deseaba años atrás con admiración: “Cayetana está guapísima, es una mezcla perfecta de Francisco y de mí. Ojalá herede la belleza de su abuela paterna”. Por su parte, la propia Tana Rivera reconocía ese parecido con cariño: “Muchísima gente me dice que me parezco mucho a mi abuela Carmen, a quien nosotros llamamos ‘la agüita’. Siempre llevo conmigo un anillo suyo, un recuerdo que no me quito porque siento que me protege".
“Cada día me veo más reflejada en ella, especialmente en los gestos; tenemos muchos en común, aunque sé que no le llego ni a la suela de los zapatos”, confesaba con esa humildad y honestidad tan propia de Carmina. En cada gesto, mirada y sonrisa, Tana mantiene vivo el espíritu de su abuela, perpetuando el legado único de una mujer de leyenda.