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Cayetano Martínez de Irujo, duque de Arjona, en las puertas de "Las Arroyuelas", que heredó de su madre© Pepe Mesa

Cayetano Martínez de Irujo, su historia jamás contada: “He estado varias veces en la ruina”

El aristócrata, que celebrará su boda con Bárbara Mirjan en su finca sevillana el 4 de octubre, nos cuenta su dura transformación y su vuelta a empezar


23 de julio de 2025 - 6:32 CEST

Pese a haber crecido entre los distintos palacios de la Casa de Alba, Cayetano Martínez de Irujo se siente hombre de campo. Así lo afirma al recibir a ¡HOLA! en "Las Arroyuelas", donde decidió fijar su residencia hace cinco años. Se trata de la enorme finca, ubicada en la localidad sevillana de Carmona, que el duque de Arjona here­dó de su madre, la inolvidable Cayetana Fitz-James Stuart.

Cayetano Martínez de Irujo, duque de Arjona, en las puertas de "Las Arroyuelas", que heredó de su madre© Pepe Mesa
Cayetano Martínez de Irujo, duque de Arjona, en las puertas de "Las Arroyuelas", que heredó de su madre

En "Las Arroyuelas", el aristócrata se encuentra desarrollando un ambicioso proyecto agropecuario que espera ampliar tras la reciente construcción de uno de los embalses más grandes de Andalucía. Además, en su finca, Cayetano vuelve a entrenar con caballos, justo cuando le acaban de reconocer su "labor en la defensa y promoción de la hípica en España". Tan especial es "Las Arroyuelas" para el jinete que será el lugar donde, el próximo 4 de octubre, celebre su boda con Bárbara Mirjan, tras nueve años de relación. 

—¿Por qué es especial esta finca?

—Son 1.500 hectáreas, al cien por cien, agrícolas. Es la primera finca en la que mi padre empezó a recuperar todas las tierras del padre de mi madre, al que no le gustaba el campo y las arrendó todas. Mi padre inició la estructura de inversiones agropecuarias.

 Ubicada en el término municipal de Carmona, a 45 kilómetros de Sevilla, la finca cuenta con cerca de 1.500 hectáreas, que el jinete está dedicando a la explotación agraria© Pepe Mesa
Ubicada en el término municipal de Carmona, a 45 kilómetros de Sevilla, la finca cuenta con cerca de 1.500 hectáreas, que el jinete está dedicando a la explotación agraria

—Luego, está su valor sentimental.

—Mucho. Cuando tenía cinco años, venía aquí con mi padre y paseábamos por el campo. Cuando él se echaba la siesta, el encargado me contaba historias. Algunas de los bandoleros y "los migueletes", que eran la Guardia Civil de la época. Desde niño, quería esta finca y pensaba que le tocaría a mi hermano mayor. Fue una gran sorpresa cuando me la dio mi madre. 

"He estado en la ruina. Pero me las he ingeniado para salir adelante, aunque la estructura de gastos es muy difícil de mantener. Mantengo a 35 familias y mis hijos han estudiado de la mejor manera posible"

—Aquí tendrá muchos recuerdos con ella.

—En sus últimos años, mi madre venía prácticamente todos los días. Esta finca, individualmente, quizá sea la más completa. El complejo de fincas unidas, con mejor explotación, se lo llevó mi hermano Carlos —duque de Alba—, que eligió él, por ser el mayor, para mantener los palacios. Yo tengo Arbaizenea y menos mal que mi madre me dio esta finca. Es una joya y, con el proyecto agrario, estoy duplicando la rentabilidad.

Media Image© Pepe Mesa

Su nueva vida en el campo

—Poca gente sabe que aquí vive usted.

—Desde la pandemia. La pasé aquí y fue una maravilla. Ahí decidí quedarme.

—¿Tiene casa en Madrid?

—Sí, tengo. Pero ahora me cuesta ir a Madrid. Siempre he sido de campo y estoy muy feliz aquí. Carmona es un grandísimo pueblo y su alcalde, Juan Ávila, un fenómeno. Luego, estoy a 25 minutos de Sevilla. Es que no puedo pedir más.

Imágenes del porche de la vivienda principal. © Pepe Mesa
Imágenes del porche de la vivienda principal.

—¿Cómo se ha amoldado su entorno al cambio?

—Querría resaltar que Bárbara es una mujer absolutamente excepcional. Sabe que la adoro y que la valoro. Es inteligente y es resolutiva, como pocas personas que he conocido en mi vida. Bárbara se adapta a todo. También le gusta el campo.

—Ella trabaja en Madrid. ¿Viene mucho aquí?

—Bastante. Viene los fines de semana o dependiendo de su trabajo. 

La piscina que tiene la finca.© Pepe Mesa
La piscina que tiene la finca.

—Me he cruzado con Margaret, la hija de la niñera de la familia —fallecida en 2015—. 

—Sí, vive conmigo. Margaret es una hija más. Después de desayunar, la llevamos a Carmona para que vaya a un centro de discapacitados que creó el Cordobés, hijo — Margaret, con 59 años, tiene síndrome de Down—. Allí, hace todo tipo de actividades y vuelve a las cuatro y media. En esta finca también he mantenido a una familia siria durante dos años y medio que se ha integrado en Carmona. 

Luego, acogí a una familia afgana, a cuyo padre mataron por trabajar para Estados Unidos. Estuvo seis meses aquí y, luego, los llevé a Madrid, donde escolaricé a los niños. Pero, de repente, cogieron un autobús y se fueron a Alemania sin despedirse. Además tuve a tres keniatas y les organizaba las cuentas corrientes. Ahora, uno de ellos es político local.

"Menos mal que mi madre me dio esta finca. Es una joya. Es donde vivo ahora. Aquí pasé la pandemia y entonces me pregunté: '¿Qué hago en Madrid?'. Siempre he sido de campo"

Cayetano posa con su perro, "Jambo" —que, casualmente, es "hola" en suajili—, en el porche de la vivienda principal© Pepe Mesa
Cayetano posa con su perro, "Jambo" —que, casualmente, es "hola" en suajili—, en el porche de la vivienda principal

—¿Cómo es su día a día en 'Las Arroyuelas'?

—Me levanto a las ocho. Después de desayunar, voy a la oficina. Además de Belén, mi secretaria de Madrid, tengo a tres trabajadores excepcionales: el gerente de la empresa agrícola y de otra que hemos creado; la persona que me lleva al funcionamiento de la casa, y el responsable de los caballos, que he convertido en encargado. Ellos son mi guardia pretoriana. Sin ellos, no podría haber hecho todo lo que estamos haciendo y lo que vamos a hacer.

"Estoy aprendiendo a ser empresario sin dinero, como casi todos. Con dinero heredado, es relativamente fácil. Lo difícil es salir adelante sin dinero y pidiéndolo a los bancos"

Media Image© Pepe Mesa

—¿De qué se trata?

—Estoy aprendiendo a ser empresario sin dinero, como el 90 por ciento de los empresarios. Con dinero heredado, es relativamente fácil. Lo difícil es salir adelante sin dinero y pidiéndolo a los bancos. Todo lo que hice los siete años después de morir mi madre me salió regular o mal, porque yo había sido deportista de élite y no estaba preparado. Venía un par de días a la semana o cada dos para ver cómo iba la finca, la otra que tengo en Córdoba con Fernando, las tres parcelas en "El Carpio" y otras dos pequeñas. Pero, en la pandemia, me quedé un mes y me pregunté: "¿Qué hago en Madrid?". Justo al año, me dieron la concesión para poner 750 hectáreas de regadío, que es algo por lo que llevaba luchando 27 años. Ahí dije: "Ya está".

La capilla de la finca© Pepe Mesa
La capilla de la finca

—Aquí cultiva trigo, girasol…

—También garbanzo, colza, avena… La base es el trigo y, luego, el girasol. También tengo olivos, que los puse para la marca y no depender cien por cien de mi hermano, pero, al final, di la marca.

—¿Ahora comercializa usted su propio aceite?

—Lo vendo a granel. En la finca, llevo puestas 120 hectáreas y, este año, planeo poner hasta 300. No quiero arriesgar más mi patrimonio, así que estoy refinanciándome y poniendo en valor lo que tengo.

—Actualmente, ¿es rentable todo lo que ha invertido?

—Todavía no. Voy a pasar tres años muy difíciles, hasta que las 300 hectáreas empiecen a ser rentables. Luego, me quedan 450 más.

 Cayetano con uno de los tres caballos con los que compite. Además, tiene otros siete en "Las Arroyuelas". © Pepe Mesa
Cayetano con uno de los tres caballos con los que compite. Además, tiene otros siete en "Las Arroyuelas".
Media Image© Pepe Mesa

—¿Ha hecho cálculos de todo lo que lleva invertido en esta finca?

—Una barbaridad. Pero la he duplicado en mejoras: tractores, nave, casa… En todo. Aún me quedan unos buenos millones para ir invirtiendo. Por eso, voy a poner 300 hectáreas nada más. Cuando empiecen a producir y pueda pagar ese dinero, veré cómo seguir aumentando.

—La novedad es que acaba de construirse un embalse gigantesco.  

—Es el mayor embalse privado de Andalucía que sea de una sola persona. Son 32 hectáreas de embalse y dos hectómetros setecientos. Se hizo en un año, justo en el año de sequía. Reconozco que estaba muy asustado por si ocurría algún problema, como hemos tenido.

"Nadie de mi familia me venía a ver competir. La primera vez que ocurrió fue en los Juegos Olímpicos de Barcelona. En casa creían todavía menos en mí que fuera"

El aristócrata en su despacho© Pepe Mesa
El aristócrata en su despacho

—¿Qué ha sucedido?

—Hubo una correntía de agua el invierno pasado y se reventó el embalse. De hecho, hemos estado ocho meses arreglándolo. La empresa que me ayudó a construir el embalse, JICAR, y su presidenta, María Dolores, se han portado fenomenal. Si no hubieran querido solucionarlo y me hubieran metido en líos judiciales, me habrían metido en la miseria.

—La vida de campo es muy dura e ingrata. ¿Se lo imaginaba?

—No. Pero el deporte de élite te prepara mentalmente y te endurece.

—El embalse podría haberle arruinado. Al igual que las sequías.. ¿Ha estado a borde de la ruina?

—Varias veces. Y no al borde, sino en la ruina. Pero me las he ingeniado para salir adelante, aunque la estructura de gastos es muy difícil de mantener. Mantengo a 35 familias y, luego, mis hijos han estudiado de la mejor manera posible, algo que han aprovechado increíblemente bien. —Dentro de "Las Arroyuelas" tiene "La Motilla", que decidió transformar en un hotel boutique.—Pero lo he quitado. Alquilé la casa un par de veces, pero pagan muy poco y es un follón. Se creen que es su casa, te rompen cosas… No compensa. Prefiero que la agricultura mantenga todo lo que tengo y que esa casa sea para mis hijos y la madre de mis hijos.

Posando con algunos de los reconocimientos que ha recibido a lo largo de sus cuatro décadas de carrera como jinete© Pepe Mesa
Posando con algunos de los reconocimientos que ha recibido a lo largo de sus cuatro décadas de carrera como jinete

—¿Les gusta venir a sus hijos?

—Mucho. Cuando nacieron, yo no tenía casa y vivieron aquí sus dos primeros años. Ahora vienen mucho. Tenemos tres o cuatro caballos para montar por el campo, además de los tres míos de saltos. A mis hijos les gusta montar y conducir en quads… Todo lo que hacían de pequeños.

—¿Qué hace usted cuando no trabaja? 

Monto uno o dos caballos. Puse una pista de arena pequeña y compré un par de saltos. También tengo un pequeño gimnasio y entreno tres cuartos de hora. Pero no paro de trabajar.

Sus grandes logros y sus sustos

—Hablando de caballos, acaban de concederle el Premio Espiga, y cito textualmente, "en reconocimiento a su incansable labor en la defensa y promoción de la hípica en España".

—Ha sido una gran satisfacción. Han tardado diez años o más en reconocer la labor tan grande e importante que he hecho por la hípica española. Desgraciadamente, por el pequeño sector de prensa infame de este país, se han empañado todas las grandes cosas que he hecho por el deporte. 

Yo traje la Copa del Mundo a España y la Global Champions Tour junto con Álvaro Arrieta. A él le dieron la concesión como organizador y yo busqué una sede. También traje los Juegos Ecuestres Mundiales de Jerez, junto con doña Pilar. Además, contribuí a que viniera la final de la Copa de Naciones a Barcelona. Son los cinco eventos más grandes en el deporte ecuestre mundial y están en España porque los traje yo.

Cayetano en el embalse de 32 hectáreas que acaba de construir© Pepe Mesa
Cayetano en el embalse de 32 hectáreas que acaba de construir

"Me educaron para ser un espejo de la sociedad y, más o menos, te castran todas las iniciativas de ser un competidor. Fue durísimo, porque no tenía nada que ver con el resto de los jinetes"

—¿De qué premio se siente más orgulloso?

—Sin duda, ganar una prueba puntuable en un campeonato del mundo, en Estocolmo. Ser rey por un día lo puede decir poca gente. Después, participar en los Juegos Olímpicos de Barcelona, donde estuvimos al borde de la medalla. Quedamos en cuarto puesto, que es el más amargo, y, encima, por menos de un punto. También haber ganado el Gran Premio de Madrid, que pocos españoles lo han conseguido. De hecho, lo gané en el 2000 y todavía no lo ha ganado otro español.

—Sigue compitiendo a sus 62 años, y eso que tuvo grandes problemas de salud.

—Estuve seis años entrando y saliendo del hospital… Once operaciones. Me salvó la vida el doctor Enrique Moreno. Entre Dios y los humanos está él, que es el mejor cirujano del mundo.

"De pequeño, era totalmente diferente a mis hermanos, menos a Fernando, que es muy humano. Con los dos mayores nunca me entendí"

Media Image© Pepe Mesa
Entre los girasoles de sus tierras. "Me he embarcado en un proyecto extremadamente grande Lo he hecho en solitario, aunque he tenido ofertas para hacerlo conjuntamente. Incluso me han llamado para alquilar o vender las 700 hectáreas", nos explica© Pepe Mesa
Entre los girasoles de sus tierras. "Me he embarcado en un proyecto extremadamente grande Lo he hecho en solitario, aunque he tenido ofertas para hacerlo conjuntamente. Incluso me han llamado para alquilar o vender las 700 hectáreas", nos explica

—¿Cómo se encuentra actualmente de salud?

—Bien, gracias a Dios. Tengo una malla en el intestino y no he vuelto a tener problemas. Ahora me cuido, pero lo que pasé fue terrible.—Lleva 46 años en la hípica.—Lo más satisfactorio es que es un deporte longevo y lo puedes practicar hasta cuando te sientas capaz. He tenido que hacer un trabajo psicológico muy muy duro para darme cuenta de que la alta competición se había terminado para mí y tenía que bajar a un nivel medio.

—¿Cómo lo gestionó?

—Con mucha dificultad, porque no asumía que había terminado mi época en la alta competición… Ya no tenía los reflejos, los recursos y la cabeza ya no iba a la velocidad que tiene que ir.

Media Image© Pepe Mesa
Media Image© Pepe Mesa

—¿Cuándo se dio cuenta de ello?

—En los últimos tres años. Tuve varias caídas tontas que jamás había tenido y, en la última, me rompí una costilla. Entre eso y todo lo que tengo en la cabeza, he estado seis meses sin competir. En este tiempo, he hecho un trabajo psicológico de primer nivel para asumir que ya tengo que bajar el listón. Ahora vuelvo a competir. Lo echaba de menos y me encontraba bien. Lo que no me divierte es hacer competiciones de veteranos y cosas de esas. Para jinetes que hemos estado tantos años en lo más alto… eso es para aficionados.

—¿Cómo es que decidió convertirse en jinete? 

—La hípica fue uno de los deportes que tuve como parte de mi educación. Siempre heredaba caballos de mis hermanos y, con 16 años, le dije a mi madre que me comprara un caballo. Ella accedió. Con ese caballo me seleccionaron para el equipo júnior y ganamos una Copa de Naciones en Gijón… Pero nadie me venía a ver competir… Mi familia es diferente. La primera vez que lo hicieron fue en los Juegos Olímpicos de Barcelona.

"Eugenia fue la niña de mis ojos hasta que nació mi hija. Volvemos a tener relación, aunque no es la misma"

—¿Cómo reaccionó su madre cuando le dijo que quería ser jinete? 

—Se pensó que me había vuelto loco y que no quería hacer nada en la vida. Para ella, era un deporte que había complementado mi educación, así que no me ayudó nada. Me dijo"Tienes lo que han tenido tus hermanos, la cuadra de Madrid con los caballos, y ya está". 

Con 18 años, me fichó Ralph Lauren para introducir Polo en España y tenía muy buen sueldo. Gracias a eso y a la pequeña herencia de mi padre, pude arrancar mi carrera deportiva. Cuando fui a los Juegos Olímpicos, mi madre lo vio en el Telediario y se preguntó cómo había llegado tan lejos si ella no me había ayudado. A partir de ahí, cambió radicalmente y me valoró, como hizo el resto de su vida.

—En algún momento, ¿le intentó a disuadir?

—No. Mi madre nunca se metía en nuestras vidas. Ni en parejas ni en profesiones. Tenía un respeto a la libertad que es admirable como madre.

—¿Cómo era en ese sentido?

—Una madre muy estricta, pero, a la vez, muy muy cariñosa y humana. Siempre tuve una relación muy especial con ella. En los últimos cinco años de vida, depositó en mí lo más importante de su vida, que era su patrimonio y el palacio de Liria. La Casa de Alba es la única familia en el mundo y en la historia que ha reconstruido un palacio de esa envergadura.

"Cuando le dije a mi madre que quería ser jinete, pensó que me había vuelto loco y que no quería hacer nada en la vida. Para ella, era un deporte de complemento en mi educación y no me ayudó"

El duque de Arjona en el salón de la vivienda principal, junto a "Jambo" y "Limita", una de los ocho perros adoptados que tiene en la finca. "Todos recogidos de la carretera, excepto uno", nos explica© Pepe Mesa
El duque de Arjona en el salón de la vivienda principal, junto a "Jambo" y "Limita", una de los ocho perros adoptados que tiene en la finca. "Todos recogidos de la carretera, excepto uno", nos explica

—¿En qué momentos se acuerda más de ella?

—Me acuerdo de mi madre todo el tiempo. La tengo presente y le doy gracias por todo. Sé que me protege, guía y ayuda. La tengo conmigo.

—¿Cómo era usted de pequeño? 

—Totalmente diferente a mis hermanos: de personalidad, de cómo veía las cosas… Me sentía muy desubicado en mi propia casa y con ellos. A excepción de mi hermano Fernando, que es una grandísima persona y muy humano. Con los dos mayores nunca me entendí demasiado. 

Con Jacobo me llevaba muy bien hasta que mi madre comunicó la carta que publiqué en mi libro, que es donde ella anunciaba que yo me ponía al frente de todas las empresas agrícolas. Ahí se acabó mi relación con Jacobo. Luego, con Eugenia, bien. Fue la niña de mis ojos hasta que nació mi hija. Lo que pasa es que la vida nos ha distanciado…

El jinete con Bárbara Mirjan, a quien conoció en Marbella, en agosto de 2016, y con la que celebrará su boda el próximo 4 octubre, precisamente, en "Las Arroyuelas"© Clipper
El jinete con Bárbara Mirjan, a quien conoció en Marbella, en agosto de 2016, y con la que celebrará su boda el próximo 4 octubre, precisamente, en "Las Arroyuelas"

"Bárbara es una mujer absolutamente excepcional. La adoro y la valoro. Es inteligente y resolutiva, como pocas personas que he conocido. Bárbara se adapta a todo y le gusta el campo"

—Pero ya está todo bien con Eugenia.

—Sí. Volvemos a tener relación, aunque no de la misma manera. Hay otro tipo de relación.

—Afirma que su madre no confiaba en su potencial como jinete, pero ¿y el resto de su familia?

—No. Y eso que, de juvenil, siempre me seleccionaban en el equipo nacional. Generalmente, nadie cree en ti, pero te apoya tu familia. Lo más difícil fue ver que en casa creían todavía menos en mí que fuera. Para mí, ha sido muy triste.

—En sus inicios, ¿sentía que sus compañeros le miraban con recelo por ser aristócrata? 

—Nunca me paré a pensar en eso. En el extranjero, se enteraron de quién era mi familia cuando gané en el campeonato del mundo. Me preguntaron en rueda de prensa quiénes eran mi padres y de dónde venía. Era atípico que un español ganara, viniendo de un país de segunda.

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—Pero, en España, su madre era muy conocida. ¿Cuándo se liberó de esos prejuicios?

—Me costó mucho. Fue cuando empecé a convivir con los mejores jinetes del mundo. Tuve que romper las barreras educacionales. Me educaron para ser un espejo de la sociedad y, más o menos, te castran todas las iniciativas de ser un competidor. Fue durísimo, porque yo no tenía nada que ver con el resto de los jinetes. Pero, mira, al final, terminé siendo su presidente durante doce años.

—¿Sus hijos son conscientes de sus logros? 

—De siempre, porque, desde pequeños, me siguieron por todos los concursos europeos. Han vivido muy muy de cerca todas las competiciones.

—No en los Juegos Olímpicos. Les sorprenderá tener un padre olímpico.

—Los dos lo valoran mucho. Sobre todo, Luis, que compitió. La madre de ellos también, al igual que Bárbara, que vivió mi vuelta a las competiciones de saltos. Los últimos cinco años de vida de mi madre estuve sin competir, porque me dediqué a llevar la Casa de Alba, como me pidió ella. Pero, cuando conocí a Bárbara, decidí volver a competir. Bárbara me ha apoyado mucho, como hicieron mis hijos y su madre en todo lo anterior.

Los éxitos de sus hijos

—Conociendo los sinsabores de la hípica, ¿prefiere que ninguno de sus hijos se haya dedicado a ella?

—Luis hizo sus pinitos de juvenil y monta bien, pero para ser un profesional debes irte fuera y tener mucho dinero. España tampoco es un país productor de caballos buenos. Entonces, si no lo eres tú y si la federación no hace nada… Gracias a Dios, saqué a mi hijo sin que se diera cuenta. Ahora, trabaja en JP Morgan. Con 24 años y contrato indefinido. Estuvo dos años en distintos departamentos y cogieron a cinco de 500. De esos cinco le han dado a dos un contrato fijo.

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—Entonces, le va muy bien.

—También a Amina, que trabaja en Aman, una empresa de altísimo standing hotelero. Los dos están en Londres. Me gustaría verlos más, pero estoy muy orgulloso de ellos.

—Usted empezó desde cero, como deportista y como empresario.

—He roto dos barreras educacionales de primerísimo nivel que muy poca gente de mi parte social o nadie tenemos: ser un deportista de élite y ser un empresario sin dinero como yo, duplicando o triplicando lo que tengo. Creo que eso no lo tiene prácticamente casi nadie en España. Luego, he aprendido a vivir en paz conmigo mismo y mi pasado.

—Antes hablaba de Arbaizenea, su palacio de San Sebastián. Como «Las Arroyuelas», se lo asignó su madre. 

—Sí. Lo salvé de que se quedara ahogado en un parque público. Hubo un proyecto urbanístico en toda la zona, que eran 100.000 metros cuadrados y se iba a hacer un paseo peatonal. Me enteré de ello cuando quedaban quince días para que se cerraran las alegaciones. Fue en la época de Jesús Aguirre, que dijo que se había visto con el alcalde y no era verdad. Entonces, me reuní con Odón Elorza —entonces alcalde— en San Sebastián y recuperamos los 20.000 metros de la casa y del jardín. El resto, que eran 80.000 metros, se donó. Mi madre dijo que yo sería el único que iba a defender Arbaizenea y me lo asignó. Tenía razón. En tres ocasiones me han ofrecido hacer un hotel de gran lujo, pero no he querido.

—¿Sigue alquilando Arbaizenea para celebraciones?

Hacíamos bodas en el jardín y venían de toda España, estaba supersolicitado, pero decidí cortar. Ahora estamos estudiando hacer un proyecto en una parte final del jardín para hacer eventos internacionales. 

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—¿Va mucho a San Sebastián?

Dos días al mes. Me encanta.

—Formar parte de la Casa de Alba supondrá tener cabeza para gestionar patrimonio, fincas, cuadros… Todo.

—El mayor aprendizaje lo adquirí con mi madre, por cómo gestionó su patrimonio. La importancia de la Casa de Alba, por encima de las otras dos casas importantes de España, que son Medinaceli y Medina Sidonia, es que nosotros hemos traído el patrimonio conservado y mejorado al siglo XXI. Mi madre me enseñó muchísimo. Sobre todo, en los seis años que estuve al frente de toda la Casa y de todo el patrimonio por designación de mi madre. Ahí aprendí a dirigirlo todo. Cuando vi cómo se estructuró ese patrimonio gigantesco me quedé alucinado de la gestión tan impresionante que hizo mi padre. Aun muriéndose tan joven, él creó la estructura. Gracias a su renovación, ha podido llegar ese patrimonio a los herederos de mi madre. 

—De las 19 personas que han ostentado el ducado de Alba, su madre es de las más recordadas.

—Mi madre tenía una inteligencia natural, como yo he visto solo en otras dos personas, Amancio Ortega y Felipe González. Desgraciadamente, a Amancio no le conoció, pero era muy amiga de Felipe González.¿Y si se hubiera convertido en el duque de Alba?

"Me acuerdo de mi madre todo el tiempo y le doy gracias por todo. Sé que me protege, guía y ayuda. El mayor aprendizaje lo adquirí con mi madre, por cómo gestionó su patrimonio"

—¿Cómo ve el futuro de la Casa?

—Bien, porque mi sobrino Fernando —hijo mayor del duque de Alba— es inteligente y está bien preparado. Tiene buena conciencia de lo que es la Casa de Alba, aunque no ha convivido allí todo lo que debería desde niño. 

—¿Alguna vez ha pensado cuál sería el futuro de la Casa si usted hubiese sido el duque de Alba?

—Jamás. Todos tuvimos absolutamente claro que el heredero del ducado no se elegía ni por alto, ni más guapo, listo o capaz, sino por haber nacido el primero. Pero, desde luego, jamás hubiera abierto los palacios al público, como ha hecho mi hermano Carlos. Yo hubiera gestionado el patrimonio artístico y su archivo histórico, superior al Archivo de Indias. Con trabajo, esfuerzo y un gran equipo, se puede sacar la rentabilidad para mantener esos palacios y vivir como un duque de Alba y su familia. 

—¿Por qué lo dice?

—Abrir los palacios al público me parece absolutamente lo contrario a lo que hubiera querido mi madre y a lo que se enfocó en sus 88 años de mandato. También a la reconstrucción del palacio de Liria, en lo que sus seis hijos hemos estado plenamente sacrificados. Mi madre siempre nos decía que, de no reconstruirse Liria, habríamos vivido en una casa, como la gente piensa que vivimos. Pero, al haberse reconstruido el palacio, no había ese dinero. Luego, todos hemos estado en la causa, al cien por cien, en beneficio de que se lo lleve uno para que el patrimonio se mantenga unido.

Cayetano en la sala de estar de la vivienda. En ella posa junto a un retrato de su madre, Cayetana de Alba, mientras valora todos los retos que ha asumido en su finca sevillana. "He tenido muchísimas dificultades y quebraderos de cabeza, pero estoy contento porque es mi casa, es mi futuro y mi finca. Se lo dejaré a mis descendientes", confiesa el jinete a ¡HOLA!© Pepe Mesa
Cayetano en la sala de estar de la vivienda. En ella posa junto a un retrato de su madre, Cayetana de Alba, mientras valora todos los retos que ha asumido en su finca sevillana. "He tenido muchísimas dificultades y quebraderos de cabeza, pero estoy contento porque es mi casa, es mi futuro y mi finca. Se lo dejaré a mis descendientes", confiesa el jinete a ¡HOLA!

—¿Quiere decir que la gente se imagina que han tenido una vida de ricos, pero que no ha sido así y ese dinero ha ido para el palacio?

—Para mantenerlo y mejorarlo.

—¿Liria es un pozo sin fondo?

—Exacto. Liria, Monterrey y Las Dueñas. Y, de paso, también Arbaizenea. He manejado la Casa de Alba y lo sé. Era muy importante la mentalidad de mi madre y cómo quería el futuro de la Casa de Alba. Yo habría abierto las visitas a los palacios, pero no convertirlos en museos, como son actualmente. No se puede ofender nadie porque diga esto. Respeto lo que se está haciendo, pero no lo puedo compartir por una cuestión sentimental con mi madre y de impregnación personal.

TEXTO

Antonio Diéguez

FOTOGRAFÍA

Pepe Mesa

ESTILISMO

Lola Delgado 

FOTOGRAFÍAS ADICIONALES

Agencias

ASISTENTE DE PRODUCCIÓN

María Jofre

MAQUILLAJE Y PELUQUERÍA

Jesús Aranyo

© ¡HOLA! Prohibida la reproducción total o parcial de este reportaje y sus fotografías, aun citando su procedencia.