En las últimas semanas, no habíamos visto a Tom Cruise y Ana de Armas juntos. Una imagen bastante asidua desde el pasado febrero, cuando saltaron las alarmas después de haber compartido cena en la noche más romántica del año. El helicóptero del actor y el helipuerto londinense donde aterriza y despega, en sus visitas a la ciudad, se habían convertido en escenario de las continuas idas y venidas de la pareja, mientras el mundo especulaba sobre su relación: ¿amigos?, ¿compañeros de proyecto?, ¿algo más? Ellos daban la callada por respuesta, o no tanto, porque la protagonista de Ballerina dijo en la televisión americana, en plena promoción del filme, a mediados de mayo, que estaban trabajando "en muchísimas cosas, no solo en uno, sino en varios proyectos. También están Doug Liman y Christopher McQuarrie. Estoy muy emocionada".
Pero no pudo contener el huracán mediático, ya fuerza 5, que se había desatado a finales de abril, tras acudir ambos a la fiesta del 50 cumpleaños de David Beckham. Hubo un antes y un después, porque la prensa británica pasó a referirse a Ana como la "novia" del actor. Quizá por eso decidieron poner un poco de distancia, coincidiendo con las campañas de sus nuevos trabajos, estrenos que los llevaron a uno y otro lado del mundo, mientras atendían compromisos por separado. Pero la llegada del verano, el sol y las vacaciones nos han regalado las imágenes definitivas de su relación. No hay duda de que pasan tiempo juntos por cuestiones profesionales y que, probablemente, Tom piense en ella como la protagonista de alguno de sus nuevos proyectos, llámese secuela de Días de trueno, Judy o Pressure, pero tampoco que navegar juntos por el Mediterráneo solos —o al menos así lo parece, exceptuando la tripulación— muestra algo más que un vínculo laboral.
Fotografiados de nuevo, pero esta vez lejos de los proyectos laborales: mientras recorrían en un velero la costa occidental de la isla balear, relajados y cómplices
Las instantáneas son fruto, como en las mejores ocasiones, de la más pura casualidad. Escenas que bien podrían ser de una película, pero llevadas a la vida real: una pareja en la cubierta disfrutando tranquilamente del relax y la desconexión en un entorno único. Ana con vestido blanco semitransparente y el biquini debajo, lista para darse un chapuzón si la ocasión lo requiere, sombrero de rafia y descalza —la norma en los barcos, especialmente veleros, para proteger el suelo—; Tom con suéter celeste, pantalón corto azul y un panamá para protegerse del sol. Ambos charlan cómplices y con toda familiaridad, incluso parece que, en un momento dado, ella apoya el pie en la hamaca donde está él con toda naturalidad, mientras Salsa, uno de los perros de la actriz, los observa de lo más tranquilo —otra demostración de que el actor es uno más en la "familia perruna" de Ana (aunque no vemos a Elvis, su bichón maltés)—.
Recientemente, Ana ha confesado en una entrevista que le "gustaría tener hijos y una familia. A ser posible, pronto. Pero no depende solo de mí. Como sabemos, el amor es impredecible..."
Las fotos fueron tomadas el 30 de junio, entre Cala’n Bosh y el Cap D’Andratx, en el suroeste de la isla, cerca de Ciutadella, por lo que es de suponer que pudiera haber sido el punto de partida y de llegada de la pareja en su día en alta mar. La evidencia es que cada vez pasan más tiempo juntos, pero lo que ocurra solo el mismo tiempo lo dirá. Aunque Ana ha confesado recientemente que le "gustaría tener hijos y una familia. A ser posible, pronto", en la revista italiana F Magazine. "Pero no depende solo de mí. Como sabemos, el amor es impredecible... Nunca se sabe cuándo llegará el amor verdadero. Las relaciones no se pueden controlar: la vida no es una película".