A simple vista, la finca donde vivían Gene Hackman y su esposa, la pianista Betsy Arakawa, parecía un remanso de paz. Una propiedad de más de 3,7 millones de euros, enclavada en pleno desierto de Santa Fe (Nuevo México), alejada del bullicio de Hollywood y resguardada de las miradas indiscretas. Sin embargo, tras sus puertas se ocultaba un enemigo tan invisible como letal: el hantavirus, un virus mortal transmitido por roedores que ha empezado a preocupar seriamente a las autoridades sanitarias estadounidenses.
Fue a principios de febrero cuando un vigilante de la urbanización dio la voz de alarma tras asomarse a la casa y encontrar los cuerpos sin vida del actor y su esposa. En un primer momento, todo apuntaba a una desgracia doméstica. Pero lo que las autoridades descubrieron en los días siguientes fue mucho más inquietante: una infestación crónica de roedores en al menos ocho estructuras del terreno, incluidas tres garajes, cobertizos y dependencias secundarias.
Un “caldo de cultivo” para el virus
El Departamento de Salud Pública de Nuevo México calificó la situación como un verdadero “caldo de cultivo para el hantavirus”: nidos activos, roedores muertos y vivos, heces secas, trampas dispersas y hasta coches contaminados por actividad reciente. A pesar de los esfuerzos de la pareja por controlar la plaga —había trampas en varias zonas—, el virus ya había hecho su trabajo. Según los forenses, Betsy Arakawa murió por síndrome pulmonar por hantavirus, una complicación grave causada por la inhalación de partículas infectadas, probablemente mientras limpiaba o se movía por zonas contaminadas. Gene Hackman, de 95 años, falleció pocos días después por causas naturales agravadas por el aislamiento.
Ni el lujo ni el paisaje pudieron ocultar una realidad insalubre que se fue gestando lentamente en la propiedad. Una historia de decadencia silenciosa, de abandono parcial y de un virus que se propagaba sin que nadie lo viera venir… hasta que fue demasiado tarde.
¿Qué es el hantavirus y por qué preocupa tanto?
La muerte de Arakawa ha vuelto a poner en el centro del debate a este virus raro pero mortal, que ahora ha reaparecido con dos nuevos casos confirmados esta semana en Nevada. Aunque en EE. UU. se registran menos de 50 casos al año, el hantavirus tiene una tasa de mortalidad que puede llegar al 50 %.
Se transmite por la inhalación de partículas presentes en los excrementos, la orina o la saliva de roedores infectados, en especial el conocido “ratón ciervo”. Los síntomas iniciales imitan una gripe común (fiebre, fatiga, dolores musculares), pero pueden evolucionar rápidamente hacia un cuadro pulmonar grave con acumulación de líquido en los pulmones.
Según los CDC (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE. UU.), el 38 % de los infectados que desarrollan síntomas respiratorios fallecen.
¿Por qué ahora?
La alarma no se limita solo al caso Hackman-Arakawa. Con la llegada del calor, las autoridades sanitarias han advertido que los roedores salen de sus madrigueras para anidar en cobertizos, graneros, garajes o cabañas —espacios cerrados durante el invierno—, donde los humanos pueden estar expuestos sin saberlo.
Melissa Bullock, epidemióloga del estado de Nevada, advierte: “Cualquier persona que haya estado en contacto con nidos o excrementos de roedores y experimente síntomas, debe acudir de inmediato al médico”.
Un enemigo más escurridizo de lo que se creía
Un estudio reciente de la Universidad Virginia Tech, basado en más de 14.000 muestras de sangre de 49 especies de roedores recolectadas en 45 puntos del país, reveló algo sorprendente: el virus circula entre más especies de las que se creía, y su distribución es mayor.
Aunque el ratón ciervo sigue siendo el principal transmisor, se detectaron anticuerpos en seis especies adicionales, muchas de ellas hasta ahora no relacionadas con el hantavirus. Virginia, Colorado y Texas son ahora zonas de especial vigilancia.
El legado de una tragedia
La muerte de Betsy Arakawa ha marcado un antes y un después en la percepción pública del hantavirus. De ser una amenaza casi desconocida, ha pasado a ocupar titulares por su letalidad, su invisibilidad y su capacidad para atacar incluso en los hogares más inesperados. Ni siquiera una estrella de Hollywood pudo escapar de su alcance.
Hoy, la finca de Santa Fe permanece vacía, cercada y en proceso de descontaminación. Pero el mensaje ya ha calado: la amenaza puede estar más cerca de lo que creemos. Y no siempre da señales antes de atacar.