Mucho antes de que Robert Francis Prevost se convirtiera en el Papa León XIV, hubo una mujer que marcó el rumbo de su vida espiritual desde los cimientos: su madre, Mildred Agnes Martínez. Figura central en la historia familiar, Millie fue una mujer profundamente católica cuya influencia moldeó no solo la vocación religiosa de su hijo, sino también el entorno que lo formó.
Orígenes criollos en el corazón de Chicago
Nacida el 30 de diciembre de 1911 en Chicago, Illinois, Mildred era hija de Joseph Martínez y Louise Baquié, una pareja con raíces profundas en la rica tradición criolla de Nueva Orleans. Su padre, según ha revelado The New York Times, era tabaquero y con orígenes en República Dominicana. Su madre, nacida en Nueva Orleans, provenía de una comunidad católica de ascendencia española. La familia se instaló en el Séptimo Distrito de Chicago, un barrio de gran diversidad étnica y fuerte arraigo católico. En ese entorno cultural y religioso nació y creció Mildred, y más tarde, se formó como una mujer adelantada a su época.
Con una inteligencia notable y una sed insaciable de conocimiento, "Millie" ingresó en la Universidad DePaul a los 34 años, en un tiempo en que pocas mujeres, y menos aún mujeres negras o mulatas, accedían a estudios superiores. Se graduó en biblioteconomía en 1947 y más tarde completó una maestría en Educación. Trabajó como bibliotecaria en varias instituciones católicas de Chicago, incluyendo escuelas y parroquias, convirtiéndose en un referente intelectual y moral para su comunidad. Era tan común verla entre libros como cantando en el coro de la parroquia Santa María de la Asunción, donde también presidía sociedades laicas y coordinaba actividades comunitarias.
Una casa llena de fe
Fue en ese entorno profundamente católico y lleno de actividad espiritual que crió junto a su esposo Louis Marius Prevost, hijo de inmigrantes franceses, a sus hijos. Su hogar en Dolton, un suburbio al sur de Chicago, era un epicentro de fe, cultura y hospitalidad. Allí, entre aromas criollos y cantos litúrgicos, se formó el joven Robert Prevost. Los sacerdotes que frecuentaban la casa de los Prevost-Martínez no solo acudían por amistad, sino por la reputación de la cocina de "Millie", herencia directa de la rica tradición culinaria de Louisiana.
El testimonio del hermano mayor del Papa, John Prevost revela que Millie fue más que madre: fue guía espiritual. Mientras sus hermanas se consagraban como religiosas, y su marido servía como catequista, ella daba ejemplo desde la vida cotidiana. “Iba a misa a diario. Limpiaba los altares, la iglesia, la sacristía. Participaba en todo, incluso en las actividades de recaudación de fondos. No recuerdo haberla visto nunca con pantalones”, explicó al portal Chicago Suntimes, una fuente cercana a la familia.
Vocación temprana y heredada
No sorprende que Robert, con apenas 14 años, decidiera ingresar al seminario, renunciando a una vida convencional en favor del llamado vocacional. Más tarde, cuando se convirtió en misionero en Perú, y años después en obispo y cardenal, la huella de su madre seguía viva en sus palabras y decisiones.
Mildred falleció en 1990, sin llegar a ver a su hijo nombrado obispo ni mucho menos Papa. Pero su legado vive no solo en la figura de León XIV, sino también en la comunidad parroquial de Chicago que aún recuerda a la mujer que construyó una biblioteca para su parroquia, que cantaba con fervor y alegraba a quienes le rodeaban.
Hoy, mientras la Iglesia Católica da la bienvenida a un nuevo Pontífice, la historia de Mildred Agnes Martínez o "la dulce Millie", como muchos la recuerdan por su carácter amable y por su talento para cantar, emerge con fuerza. La vida del Papa León XIV, tejida con fe, sabiduría y amor comunitario, es un recordatorio de que los caminos al Vaticano también comienzan en las bibliotecas parroquiales de Chicago.