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La Navidad siempre ha sido un momento de fiesta y bullicio. De corazones, luces y regalos. De reuniones, abrazos y amistad. Este año, sin embargo, las fiestas navideñas nos llegan en un momento de aislamiento forzoso. Las calles están vacías y las luces y los alegres cánticos han dejado paso a un silencio que nos deja con la respiración entrecortada. Sin posibilidad de vernos ni de compartir el pan a la mesa. Un silencio al que nos ha empujado una enfermedad y una pandemia que se han adueñado del mundo y a la que cuesta ponerle, en el horizonte, un final. Un silencio de recuerdo por todos aquellos que se han ido y por los que sufren los sinsabores de la vida.
Sin embargo, este mismo silencio puede ser la inesperada oportunidad de recibir al Salvador con Él desea. Un tiempo de recogimiento, de reflexión y de tranquilidad en el que descubrimos, en cada uno de nosotros, el significado de la Navidad. Como nos decía el Papa Francisco: "Tú eres, sí, la noche de Navidad cuando, humilde y consciente, recibes en el silencio de la noche al Salvador del mundo sin ruido ni grandes celebraciones; tú eres sonrisa de confianza y de ternura, en la paz interior de una Navidad perenne que establece el reino de Dios dentro de ti". Que el nacimiento del Niño Jesús nos haga vivir estas fiestas iluminando con nuestras vidas el camino de los demás con bondad, paciencia, alegría y generosidad, en espera de poder volvernos a abrazar. ¡Feliz Navidad!
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