Paco Ráez se emociona al hablar de su hijo: 'Era era un soñador y soñó que se curaría'

El padre de Pablo Ráez ha concedido una entrevista a Onda Cero en la que ha contado cómo fueron los últimos días de vida de Pablo Ráez, y cómo se propuso el reto de aumentar la donación de médula

Por hola.com

"Es una pena que él no haya podido ver todo lo que ha conseguido", es el lamento de la familia de Pablo Ráez, que agradece todas las muestras de cariño y homenajes que se le han hecho. Ellos ahora necesitan tiempo para asimilar que él ya no está y afirman que todo les recuerda a su ser querido que tanto luchó para intentar superar la leucemia. 

Paco Ráez, su padre, se enorgullece de cómo se propuso el reto de aumentar la donación de médula y señala que su homenaje ahora es "sonreír y tratar de ser feliz". "Mi hijo era un soñador y soñó que se curaría", recuerda en declaraciones a Onda Cero. "Y si no se curaba, al menos quería tener una vida útil, y lo poquito que ha vivido, lo ha utilizado. Ha sido feliz, se sentía un afortunado, pero no quería morirse, pobrecito", añade. 

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"Empiezo a asimilar ahora lo que ha pasado, pero es todo muy raro, porque pongo la tele y sale mi hijo diciendo que no pasa nada", comenta. "Después del entierro y la entrega de medallas, estoy como en una nube, intentando aceptar que todo ha terminado y que la vida sigue", explica roto de dolor. 

Paco comenta cómo fueron los últimos días de vida de Pablo Ráez: "Fueron muy duros, muy tristes... mi hijo era un clamor de dolor, pero él siguió luchando hasta el último día, aunque sabía que se moría. Después de mucho sufrir, llegó el momento y se fue con una sonrisa". Además, recuerda cómo se propuso el reto de aumentar la donación de médula: "Se enteró de que en Alemania había seis millones y él dijo: 'Bueno, pues aquí al menos vamos a llagar a uno'. Y va la cosa bien, no se puede parar este reto". 

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"Cuando cierro los ojos la imagen que me viene es la de mi hijo sonriendo. También recuerdo cuando le llevaba al colegio de pequeño... Recuerdo su ternura, su amor, su delicadeza...", señala. Paco reconoce que el ser humano no está preparado "para enterrar a nuestros hijos, no tiene lógica", pero "la vida continua y yo no voy a dejar de sonreír, es el homenaje a mi hijo". 

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Paco afronta con tristeza el momento de llegar a casa y ver que Pablo ya no está. "Vivía conmigo, llevo su ropa puesta y esta mañana me he afeitado con su cuchilla... Todo huele a él. El cerebro necesita su tiempo para aceptar todo. Sé que esto que nos ha pasado, le ha pasado a mucha gente, y ha salido de ello, así que saldremos pero, en fin, que mala suerte, que mala suerte", se lamenta.  

"Todo es un museo de Pablo, cada libro, cada goma de borrar -que las coleccinábamos y teníamos más de 3.000-" pero hay un rincón de la casa que viajará siempre con Paco, "vaya donde vaya", un tendedero en el que Pablo "grabó su nombre" cuando era pequeño. 

Antes de despedirse, Paco da las gracias a los medios de comunicación por el "trato exquisito" con el que han tratado a su hijo "antes, durante y después". "Sin vosotros, Pablo no hubiera podido trasmitir su mensaje. Gracias por el trabajo que estáis haciendo, que se que no es fácil", concluye.