Un año más, y de la mano de diciembre, llega Navidad, tiempo de nostalgia y de villancicos, de regalos y buenos deseos. Llega Navidad, palabra que suena a campana y a gloria, y que, ante todo, nos recuerda el nacimiento de un niño que traía debajo del brazo el pan bendito de la paz, por más que en el mundo siga creciendo la mala hierba del odio y de la guerra, esa maldición que, además de muerte, siembra el desarraigo, la migración forzosa y los campos de refugiados.
En Belén fue forastero,
forastero fue en su tierra
y en Belen tan solo era el hijo del carpintero.
Y, cuando por miedo a Herodes,
salió huyendo con sus padres,
en Egipto era tan solo el hijo de un emigrante.
Forastero en Belén, forastero en el mundo que un día creó.
Vino a traer paz hace veinte siglos y, aunque la paz siga brillando por su ausencia en muchos rincones del mundo, no hay que desfallecer porque Navidad es siempre tiempo de esperanza porque Jesús...
... es la riqueza de los pobres,
la alegría de los tristes,
la certeza del que duda,
el poder de los humildes,
la sonrisa del que llora,
el valor de los que temen,
el vigor del que se cansa,
la ganancia del que pierde,
el camino del que vaga,
el hallazgo del que busca,
el premio de aquel que pide,
la victoria del que lucha.
