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Acurrucarse bajo una manta junto al crepitar de la chimenea, disfrutar de un baño calentito después de una jornada de esquí, deleitarse con un contundente menú de cuchara o estirar el tiempo sin culpa en la mullida cama con vistas a las cumbres nevadas. No hay manera más idílica de concebir el frío que hacerlo en la calidez de un refugio, en un pliegue perdido de la montaña, allí donde el paisaje dibuja la postal perfecta del invierno.

 

Experiencias para disfrutar de la nieve sin esquiar

 

Todo esto es el chalet alpino que acaba de abrir sus puertas en Andorra. El fuego del hogar, el confort de puertas adentro, el lujo en medio de la nieve. Se llama Hermitage Mountain Lodge Borda Calbó, está gestionado por el mítico Sport Hotel Hermitage & Spa (hotelhermitage.sporthotels.ad)y se emplaza a 1700 metros de altura, en las mismas pistas de esquí de Grandvalira, por encima de los pueblos de Soldeu y El Tarter.

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EXPERIENCIAS PRIVILEGIADAS

Visto desde fuera, Borda Calbó parece una casa de cuento, alejada de toda huella humana y mimetizada con la naturaleza pirenaica. Pero hace falta entrar en su interior para descubrir que, en sus 400 metros cuadrados repartidos en cuatro habitaciones en suite, un enorme salón, varias terrazas y una sauna privada, se esconde una exclusividad difícilmente superable.

 

Borda Calbó, que se alquila de manera completa para estancias de al menos 7 noches a partir de 40.000 € la semana (aunque en temporada alta puede subir considerablemente), brinda, más que una estancia privada para los amantes del esquí, todo un conjunto de experiencias privilegiadas incluso para los que reniegan del deporte blanco.

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Porque entre sus servicios no solo se cuenta con un mayordomo durante todo el día y un chef privado que prepara al momento el desayuno, el afternoon tea y las cenas a medida, sino también un guía privado de esquí (con el servicio de entrega de forfaits y material) y el acceso de forma gratuita al Sport Wellness Mountain Spa, un centro de relax y bienestar de nada menos que 5000 metros cuadrados.

 

VALOR SENTIMENTAL

Ya la propia llegada resulta emocionante. Hay quien accede esquiando hasta la misma puerta, allí donde se encuentra el guardaesquís y el calientabotas. Y hay quien opta por hacerlo en la moto de nieve que proporciona el chalet, con un remolque para 12 personas. Si las pistas están cerradas, esta es la única opción posible, nada desdeñable por otra parte, para así apreciar el bonito paisaje.

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Edificado sobre una antigua borda semiderruida (una borda es, en el Pirineo, una casa de campo), el Mountain Lodge está construido todo de madera, como mandan los cánones de las cabañas, con toques de una piedra extraída de las zonas cercanas y trabajada por un maestro cantero. El resultado es una calidez especial, una reconfortante atmósfera que lleva a sentirse como en casa.

 

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Lejos de un lujo ostentoso, lo que aquí prima es el buen gusto, el esmero en el detalle, la calidad de los muebles y accesorios. El toque personal de la familia Calbó, que no solo ha querido recuperar esa borda adquirida en el año 1630, sino también rendir un homenaje a los remotos orígenes de un negocio que comenzó como una humilde casa de comidas que servía de parada y fonda a los viajeros entre Francia y España. Hoy, cuatro siglos después, tienen en su haber más de 1000 plazas hoteleras con el Sport Hotel Hermitage & Spa y el Hermitage Mountain Residences.

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En Borda Calvó todo está pensado para vivir una estancia inolvidable, empezando por los amplios dormitorios, donde se combina la esencia rústica con un confort contemporáneo que incluye detalles como las sábanas de algodón egipcio, los amenities de Aqua di Parma y un reproductor de música.

 

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COCINA DE DIOSES

 

Después está el maravilloso salón del piso superior, un diáfano espacio de altísimos techos abuhardillados en el que la luz entra a borbotones a través unos ventanales que muestran la postal permanente del paisaje. Es el lugar donde sentarse al calor de la chimenea, pero también donde deleitarse con las delicias que salen de una fabulosa cocina fabricada a mano en Francia y servidas en una inmensa mesa de madera de roble.

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Y es que el apartado gastronómico es una de las grandes bazas de este alojamiento alpino. Lo es porque está comandado por el equipo de Jordi Grau, poseedor de una estrella Michelin (la única de Andorra) en el restaurante Ibaya, dentro de Sport Hotel Hermitage. Y lo es también porque está asesorado por el reconocido Francis Paniego, chef de El Portal de Echaurren, con dos estrellas Michelin. Un mix que supone la aplicación de elementos riojanos a recetas típicas del Principado, con una carta que da prioridad a los productos de proximidad y temporada.

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Todo esto se traduce en una cocina exquisita, con un desayuno digno de soberanos y un menú andorrano de bienvenida en el que no faltan los embutidos del territorio (elaborados por artesanos de montaña a la manera tradicional) y platos como la sopa de cebolla con toque especial de trufa o el canelón de pollo asado que hacen gala de toda una sabiduría culinaria. 

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LA MAGIA DEL ENTORNO

Pero, aunque cuesta salir de su interior, no olvidemos que Borda Calbó se encuentra en un entorno mágico. Y aunque el esquí es el deporte rey del invierno (solo hay que dejarse caer para llegar al telesilla de El Tarter), no se trata del único. También son muy demandadas las raquetas de nieve, ideales para explorar los alrededores con ese placer indescriptible que es hundirse en el manto blanco.

 

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Y en verano, otro espectacular paisaje dibuja el marco del chalet: el de unas montañas verdes recortadas sobre un cielo limpísimo. Una ocasión para dar largas caminatas en íntima sintonía con la naturaleza. Porque, no lo hemos dicho, pero en Mountain Lodge no tienen televisión. ¿Quién la necesita? 

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