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Allí donde se unen Atlántico y Mediterráneo, tan cerca de la costa española que, en los días claros, se contempla sin esfuerzo su perfil, encontramos una ciudad que ha inspirado a grandes artistas, como Matisse o Delacroix, fascinados por la luz norteafricana. Internacional y cosmopolita, en sus barrios modernos, en los que abren sus puertas emblemáticos hoteles de lujo. Exótica y cotidiana, en las calles de la medina. Vibrante, entre los puestos de sus zocos o en las plazas que se sitúan frente al mar y se llenan de vida al caer de la tarde. Un lugar único.

 

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VIERNES

Cuando uno aterriza en el pequeño aeropuerto internacional de Ibn Batutta de Tánger procedente de España debería de saber que su nombre se debe a uno de los grandes viajeros de la Edad Media. Un tangerino que vivió en el siglo XIV y que viajó por medio mundo, algo así como un Marco Polo islámico –aunque recorrió bastantes más kilómetros que él, más de 120.000– y relató sus aventuras en Rihla, su cuaderno de viajes. Hoy su ciudad natal le rinde homenaje para recibir a los viajeros deseosos, como él, de descubrir nuevas tierras.

 

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Una vez en la ciudad, nos tomamos un descanso en nuestro alojamiento. La mejor propuesta: la última y más exquisita novedad hotelera, el recién inaugurado (en noviembre de 2022) Fairmont Tazi Palace (fairmont.com/tangier), en lo alto de las colinas. Construido sobre el imponente palacio de Ahmed Tazi, el que fuera consejero del Rey, el edificio original de 1920 ha sido restaurando y ampliado para albergar las 133 habitaciones ­(incluidas varias suites), restaurantes, huerto, exuberantes jardines, una piscina de foto, un lujoso spa y hasta un completo gimnasio. Su pausada y elegante decoración rinde homenaje a la artesanía marroquí a través de preciosas lámparas, tejidos bordados, azulejos artesanales zellige inspirados en el mundo islámico o piezas decorativas creadas por artesanos locales.

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Si se llega a la hora de comer, en el hotel hay varias opciones, pues cuenta con 3 espacios gastronómicos: Crudo, Parisa y Spa Restaurant. Lo mejor será empezar por el restaurante junto al spa, con propuestas de comida saludable a base de ingredientes frescos y de temporada. Podéis elegir entre una rica ensalada de burrata, ceviche, hummus…, y acompañarlos por alguno de los zumos de su carta.

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LUJO Y HEDONISMO EN EL SPA MÁS GRANDE DE TÁNGER

Vamos a empezar bien el fin de semana y antes de entregarnos al arte de callejear nos dejamos mimar en el fabuloso spa del hotel. Sus 2500 metros cuadrados, el más grande de la ciudad, están dedicados al culto al cuerpo y el alma. Salas de tratamiento, hamman, piscina de vitalidad… y una carta de tratamientos tan extensa que una podría no querer salir de allí nunca. Las exclusivas marcas de cosmética utilizadas en los tratamientos basan sus productos en el famoso aceite de argán marroquí, un oro líquido con innumerables propiedades.

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SÁBADO MAÑANA: MIRANDO AL MEDITERRÁNEO

Comienza el día y vamos a empaparnos del sabor de Tánger recorriendo la que llaman «La ciudad de los sueños», la más cosmopolita, abierta y tolerante de Marruecos, que recibió a principios del siglo XX a grandes escritores europeos y norteamericanos, como Burroughs o Truman Capote, y artistas como Matisse o Delacroix, fascinados por su ambiente, su cultura y su luz.

Cerca del hotel se encuentra el parque Perdicaris –también llamado Rmilat–, un enorme pulmón verde que se extiende entre el mar y la montaña. Su gran tamaño y las magníficas vistas hacen de este un lugar perfecto para comenzar el día con un paseo por alguna de sus rutas señalizadas. También lo es para hacer un pícnic a media mañana gracias a sus bancos y mesas de madera o fuentes. En medio de la frondosa naturaleza se encuentra Villa Aidonia, rodeada de eucaliptos traídos de Australia, que construyó para su esposa un diplomático americano, Ion Perdicaris, propietario de este lugar hasta 1956 y que pasó luego a manos del estado marroquí para convertirse en parque público.

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Una vez tomado el primer contacto visual con el mar nos dirigimos a él, en la parte baja de la ciudad. Junto al puerto se inicia la gran avenida de Mohamed VI, que avanza paralela a la costa y recorre La Corniche, una importante zona de ocio frente a las playas bañadas por el Mediterráneo. Justo en el extremo opuesto al puerto, al final de esta gran avenida, encontramos Villa Harris, que perteneció al periodista británico de The Times Walter Harris, un suntuoso palacio rodeado de 9 hectáreas de jardines con plantas de diferentes especies, inaugurado como Museo de Tánger en 2021. Merece la pena entrar para conocer el gran valor de su fondo artístico, un recorrido por la historia del arte de los siglos XIX y XX, con importantes obras de pintores marroquís como Ben Ali R’bati, Mohamed Melehi o Mahamed Kacimi.

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SÁBADO COMIDA

Como el horario del almuerzo suele ser más temprano que en España, lo mejor será regresar al hotel para probar otro de sus magníficos restaurantes y aprovechar para descansar. Esta vez nos decantamos por Crudo, cocina mediterránea donde probar sus carpaccios, el delicioso tartar de atún, la mojama o las verduras a la plancha. En Crudo, además de las comidas, podrás optar por una cena y el desayuno, que se sirve a la carta.

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SÁBADO TARDE: RUTA POR LA MEDINA

El sábado por la tarde nos dirigimos a la Plaza del 9 de Abril, también llamada Gran Zoco, situada junto al parque de Mendoubia, los principales lugares de reunión de los tangerinos, a las puertas de la medina. La plaza, con terrazas, una gran fuente, el viejo Cinema Rif y la mezquita de Sidi Bou Abib, es un constante ir y venir de gente y coches. Frente a ella, la puerta de la medina nos invita a entrar para descubrir el corazón de la ciudad. Calles estrechas de trazado irregular a las que se abren todo tipo de comercios y bazares de productos típicos.

 

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Es el momento de las compras, desde textiles de mil colores o babuchas a las famosas especias –azafrán, orégano, comino o curry no picante, que el picante procede de la India– o las farmacias, donde te ofrecen hierbas medicinales para casi todos los males imaginables. También su producto estrella: el aceite de argán. Un oro líquido que se extrae de las semillas del fruto de este árbol, una especie endémica de Marruecos, cuyas propiedades –vitamina E, vitamina A y gran cantidad de antioxidantes– le otorgan un gran valor para la cosmética. Si buscamos artesanía local, hay que dirigirse al Zoco Chico, también en este entorno.

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En la parte alta de la medina llegamos a la kasbah, el recinto amurallado sobre una de las colinas de la ciudad. Un entramado de callejuelas estrechas donde abren pequeños riads, palacetes y casas con buganvillas en sus fachadas, el palacio de Dar-el-Makhzen, donde se encuentra el Museo de la Kasbah, y, en la parte más alta, un fantástico mirador con vistas al estrecho de Gibraltar.

 

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TÉ A LA MENTA Y PASTELITOS

A media tarde llega la hora del café, o de un té moruno, que de eso en Tánger saben mucho. En torno al Zoco Chico encontramos unos cuantos locales con terraza donde tomar el pulso a la ciudad. Entre los más tradicionales, el Café Tingis o el Café Central. Luego podremos acercarnos, a un par de minutos andando, a ver la fachada del palacio de Sidi Hosni, donde la multimillonaria Barbara Hutton, casada entre otros con Cary Grant, se trasladó a crear su particular edén de lujo. De este lugar dijo: «Si hay un paraíso en el mundo, está aquí».

Todo un clásico es El Gran Café de París, frente al consulado francés. Y a solo cinco minutos andando, el Grand Hotel Villa de France, donde se encuentra la famosa habitación 35 con vistas a la bahía que ocupó Mattise durante sus largas estancias en la ciudad y en la que pintó una de sus obras más icónicas: Paisaje visto desde una ventana.

Y mítico el Café Hafa, con su famosa terraza escalonada frente a las aguas del Estrecho. Dicen que si no has pasado por él, es como no haber visitado Tánger.

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Imprescindible acompañar el té por unos dulces árabes, que son toda una delicia. Entre los más típicos están los cuernos de gacela, unas pastas con forma de medialuna, o la chebakia, el dulce por excelencia para romper el ayuno de Ramadán. Puedes comprarlos (y llevarlos a casa) en pastelerías como Dada Anbar (Av. Sidi Mohamed Ben Abdellah), cuyo escaparate es una tentación inevitable.

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La mejor forma de rematar la tarde será salir de las murallas hacia La Corniche, donde comenzamos el día frente al mar, y reposar todo lo vivido contemplando el atardecer frente a la playa.

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SÁBADO NOCHE

Un día redondo se merece una cena a la altura. De nuevo en el hotel, nos queda el plato fuerte de su gastronomía: el restaurante Parisa, en el que su chef ejecutivo, Christopher Blake, procedente de las prestigiosas cocinas de La Mamounia –el hotel de lujo más exquisito de Marrakech– interpreta la cocina persa. Un viaje que nos lleva a través del paladar de Doha a Tánger, a través de platos ricos en hierbas y especias, donde el cordero, el pollo, los hummus o la berenjena, junto con el arroz y las sopas, alcanzan todo el protagonismo. La experiencia gastronómica, a la altura del fin de semana.

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DOMINGO

Comenzamos el domingo de nuevo frente al mar, en uno de los lugares más bellos de la costa tangerina. A 14 kilómetros del centro de la ciudad, en dirección oeste, se llega al cabo Espartel y su emblemático faro. No hay lugar más especial que este, el punto exacto donde el mar Mediterráneo y el océano Atlántico se abrazan para hacerse uno, rodeados de la Reserva Natural del Cap Spartel.

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El faro (pharcapspartel.com), con 25 metros de altura, se eleva majestuoso en un peñón rocoso a más de 100 metros sobre el nivel del mar. Un mirador único al estrecho de Gibraltar y las costas de Cádiz. Es el más antiguo de Marruecos, en funcionamiento desde 1864, convertido en todo símbolo del país, tanto que lo reconoceréis en los billetes de 200 dirhams marroquíes. Desde 2020 se ha musealizado y puede visitarse su interior, subir a la linterna o recorrer los jardines del entorno.

Una vez fuera, hay un restaurante, Etoile Cap Spartel (caferesto-capspartel.com), para los amantes de las comidas con vistas.

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LAS GRUTAS DE HÉRCULES

A 3 kilómetros del faro, en dirección sur, llegamos a las Cuevas de Hércules. Antes habremos pasado por Alchakkar, la primera de las playas del Atlántico, en las que en verano se practica surf (entre las 8 y las 11 de la mañana, el resto del tiempo está prohibido por los bañistas) y a la que acuden muchos tangerinos en época estival.

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Esta enorme cueva natural debe su nombre a la leyenda que cuenta que Hércules descansó aquí antes de robar las manzanas del jardín de las Hespérides y en ellas luchó y venció a Anteo, fundador de Tánger, separando luego los continentes de Europa y África y dando lugar al estrecho de Gibraltar. El acceso a las cuevas –tanto desde el mar como desde tierra– es sencillo, no se necesita ningún tipo de equipación y están preparadas para la visita. En su interior os podéis hacer una de las fotos más famosas de Tánger, frente a una grieta que mira al mar y se asemeja a un mapa de África.

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CON MÁS TIEMPO...

No hay que desaprovechar la oportunidad de descubrir una de las localidades más bellas de la costa marroquí. Desde las Grutas de Hércules, apenas 44 kilómetros nos separan de Asilah, la cautivadora ciudad atlántica pintada en blanco y azul, objeto de deseo de artistas, músicos, escritores y viajeros que cada verano se sienten atraídos por su Festival Cultural Internacional y la convierten en un museo al aire libre. Las calles de su medina se reinventan por obra y gracia de los artistas que decoran sus blancos muros, convirtiéndolos en hermosos lienzos que cambian al compás de la música en directo. Y aún se puede pedir más, porque dicen que aquí se vive el atardecer más bello del país. No hay mejor final.

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