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Alejado del turismo de masas, el Sultanato de Omán está considerado uno de los estados más estables de Oriente Medio. Un 80% de su superficie es desierto. Solo es necesario pasar unas horas en cualquiera de los rincones del país para cerciorarse de que la hospitalidad, esa que regala sonrisas y saludos a cada paso, es uno de los rasgos más destacados de su cultura, que a la vez está repleta de matices heredados tras miles de años de historia.

Aquí arranca un viaje por la esencia de Omán: estos son los lugares que no pueden faltar en una visita a esta joya de la Península Arábiga.

 

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MASCATÉ, LA CAPITAL

La mejor manera de comenzar a tomarle el pulso al país, es visitando Mascaté. Y la mejor forma de tomarle el pulso a Mascaté, es acercándose hasta su antiguo bazar, en el barrio de Mutrah. Es esta la opción perfecta para adentrarse en su laberinto de callejuelas y embriagarse de sus olores, al tiempo que se aprende sobre esa vida que discurre tranquila entre el vaivén de los que acuden a hacer sus compras, y de los escasos turistas que lo visitan. Aquí se pueden comprar especias, café, agua de rosas o dátiles, algunos de los productos típicos del país.

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Tomar un café típico omaní en la renovada corniche será esencial antes de poner rumbo hacia uno de los emblemas de la ciudad: la mezquita del Sultán Qaboos. Ya desde la lejanía, llama la atención con sus cinco minaretes alzándose hacia el cielo. Los patios y jardines de su interior sorprenden, aunque también su enorme sala de oración, cuya esplendorosa lámpara pesa más de 80 toneladas. ¿Una curiosidad? La alfombra persa que cubre el suelo es la segunda más grande del mundo.

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Nos trasladamos en coche hasta Old Muscat, la parte antigua de la ciudad, para acabar el recorrido por la capital. Enclavada entre impetuosas montañas que le sirvieron siglos atrás de protección, lo que más llama la atención es el palacio Presidencial. Eso sí, tampoco hay que olvidarse de una visita al Museo Bait Al Zubair (baitalzubair.com), perfecta para un primer acercamiento a la cultura omaní.

 

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ENTRE LEYENDAS Y TORTUGAS EN LA CIUDAD DE SUR

Dicen que por aquí anduvo siglos atrás el legendario Simbad el Marino. Y es que es el mar, precisamente, el protagonista absoluto en esta ciudad situada a unos 200 kilómetros de Mascaté. Sur sirvió de base para la industria naviera durante gran parte de su historia, y su comercio con el este de África marcó los años de mayor esplendor y prosperidad. Aunque lejos quedan ya aquellos días, hoy aún es posible dar un paseo por sus astilleros y contemplar cómo algún que otro trabajador se afana en la tarea de reparación y construcción de los famosos dohws, embarcaciones tradicionales del golfo Pérsico.

 

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Sin embargo, existe algo más que convierte Sur en un destino de obligada visita. En sus playas desovan cada año miles de tortugas verdes en peligro de extinción. Para aprenderlo todo acerca de esta especie, nada como visitar la reserva de Ras Al Jinz (rasaljinz-turtlereserve.com). Con suerte se podrá contemplar, con linternas especiales y al anochecer, cómo todas esas pequeñas tortugas salen de sus huevos y se lanzan al mar en busca de una nueva vida en libertad.

 

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NIZWA: EL VIAJE AL PASADO

En esta interesantísima ciudad del norte de Omán la vida arranca muy temprano en la mañana. Sobre todo si se trata de un viernes, es el día en el que ganaderos y comerciantes llegados desde todos los rincones del país asisten al mercado semanal de ganado. Desde las 6 de la mañana, junto al Fuerte de Nizwa, las cabras, camellos y vacas comienzan una suerte de desfile en el que son mostrados a sus potenciales compradores, que los analizan minuciosamente. Uno siente entonces que el tiempo se detuvo hace siglos.

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Unos pasos más allá, un laberinto de callejuelas de tonos ocre da forma al zoco de la ciudad, repleto de decenas de tiendas en las que adquirir todo tipo de productos autóctonos. Una visita a la zona dedicada a los dátiles, de los que se cultivan hasta 45 especies diferentes en los alrededores, es esencial. Como también lo es visitar su fuerte, construido en el siglo XVII y de crucial importancia durante los mil años en los que Nizwa fue capital del país. Las vistas desde lo más alto de su torre circular, de 30 metros de altura, merecen la pena.

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A unas dos horas de distancia se encuentra otra sorpresa: Bahla, cuyo castillo está declarado Patrimonio de la Humanidad. Toda una joya arquitectónica medieval, construida entre los siglos XII y XV en adobe, que ha sido restaurada y hoy podemos conocerla con el aspecto que tuvo en origen.

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UNA RUTA POR LOS WADIS

Los hay de todas las formas y tamaños, y están ocultos entre montañas y escarpados cañones. Estos oasis en plena naturaleza no son otra cosa que pozas naturales que se han ido creando a lo largo del paisaje omaní y que, sobre todo cuando el calor aprieta y los grados del termómetro suben, se convierten en auténticos paraísos.

Uno de ellos es el Wadi Shab (en la imagen), al que se accede tras dejar el coche y hacer un pequeño tramo en barca. Allí, entre imponentes desfiladeros, sus aguas turquesas resultan casi un espejismo perfecto para un refrescante baño. Otro de los más famosos es el Wadi Khalid, en el que, junto a las pozas, también existe un restaurante con vistas. Un bañito en sus aguas, dejándose llevar por la suave corriente y rodeado de un paisaje de lo más apabullante, será el broche perfecto a la experiencia. Irá acompañado, por cierto, de una sesión gratuita de pedicura de la mano de los pequeños pececillos que las habitan.

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UNA NOCHE EN EL DESIERTO DE WAHIBA SANDS

Que el 80% del territorio omaní sea desierto deja algo absolutamente claro, un viaje al país debe incluir, al menos, una pequeña incursión al mismo. Una noche bajo las estrellas en el Wahiba Sands, que se extiende a lo largo de más de 12 mil km2, a tan solo 200 kilómetros de la capital Mascaté, supone un antes y un después en el viaje. La sensación de estar rodeado de un mar infinito de dunas, sin nada más allá que la silueta de los camellos que habitan la zona, no se puede describir con palabras.

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Habrá que recorrer en 4x4 el paisaje dunar hasta alcanzar la cima de algunas de las más altas, que llegan a medir incluso 150 metros de altura. La gran mayoría de los campamentos que se levantan en al zona está liderados por beduinos, que mantienen sus tradiciones en este rincón del mundo. Disfrutar de una café y dátiles mientras se contempla el atardecer sobre las dunas es una experiencias mágica.

 

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OMÁN DESDE SUS MONTAÑAS

Nada menos que 3009 metros de altura alcanza la montaña más alta de todo el país, la Jebel Shams. Sin embargo, no solo su cima es protagonista de esta zona de Omán, también el Wadi Ghul, el famoso Gran Cañón de Arabia, que deja sin aliento. Más de mil metros de caída entre paredes verticales podemos contemplar desde su mirador, al que se llega tras conducir por sinuosas curvas, muchas de ellas pistas de tierra, a través de un bello paisaje en el que se esconden auténticos tesoros.

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Joyas que adquieren forma de pequeñas aldeas salpicadas por las montañas, las famosas Hajar Mountains, muchas de ellas rodeadas de plantaciones en terrazas que sustentan la economía local. El sistema de regadío que se continúa utilizando en muchas de estas zonas es conocido como aflaj, y está considerado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Bajando en altura por las montañas, se alcanzan poblaciones como la bella Al Hamra, en la que aún se conservan gran parte de sus antiguas casas, de más de 400 años de antigüedad, construidas con adobe y troncos de palmera. Muchas de ellas fueron abandonadas, aunque aún existen algunas habitadas. En la mayoría de ocasiones, y sorprendentemente, llegaban a alcanzar las 3 y 4 plantas de altura.

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SALALAH, PLAYAS PARADISÍACAS PARA REMATAR EL VIAJE

El contrapunto al norte, se encuentra, por supuesto, en el sur. Es allí donde se levanta la segunda ciudad más importante de Omán, Salalah. Famosa por su oro, incienso y mirra, además de por sus plantaciones de mangos y cocos, cuando llega el otoño las lluvias monzónicas alcanzan este extremo del país, convirtiendo su paisaje en un frondoso pasto en el que el color verde es el gran protagonista. Esto, sumado las ruinas de su antiguo puerto (en el que comerciaron históricos personajes como Marco Polo), a sus mezquitas, su zoco, y a sus paradisíacas playas de arena blanca y aguas turquesas, dan forma al mejor punto y final. El enclave perfecto para despedirse de Omán, un país repleto de contrastes y sorpresas.

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DATOS PRÁTICOS

Cómo llegar

Aunque no existen compañías que operen vuelos directos desde España a Omán, sí que muchas de ellas, como QLM, Qatar Airways o Emirates ofrecen conexión mediante una escala con la capital del país omaní, Mascaté o ciudades como Salalah o Sohar, tanto desde Madrid como desde Barcelona.

 

Cuándo ir

Es entre octubre y abril cuando las temperaturas bajan un poco y los termómetros dan un respiro, a partir de entonces, el calor puede llegar a ser demasiado sofocante. Si se va a viajar al sur, no está de más evitar la época de monzón, entre junio y septiembre.

 

Diferencia horaria

La diferencia horaria con respecto a España es de dos horas más.

 

Moneda

La moneda oficial en Omán es el rial omaní. En las grandes ciudades el pago con tarjeta es accesible. Más complicado será una vez se alcancen las zonas rurales, donde es conveniente pagar con efectivo.

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