Es aquí donde brilla el esplendor pasado de los astilleros, que elevaron la ciudad a la gloria y dejaron para siempre latente el ambiente de los comerciantes. A uno de ellos, precisamente, se debe otra de las postales perfectas: la llamada Böttcherstraße, una calle expresionista que, además de una fantasía arquitectónica, se trata del sueño cumplido de un importante mercader de café empeñado en condensar, en apenas cien metros, un universo de miradores, soportales y pasadizos, que dan paso a tiendas de té, talleres artesanales y selectos restaurantes.