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Bremen es el lugar donde los animales tocan instrumentos por obra y gracia de los hermanos Grimm. El burro, el perro, el gato y el gallo, dispuestos en simbólica pirámide, son y serán la imagen de esta bella ciudad del noroeste de Alemania, recostada a orillas del río Weser. Nadie que pasea por su centro histórico deja pasar la ocasión de granjearse buena suerte junto a la escultura que rememora el cuento de Los músicos de Bremen. Y eso que (¡ojo que va spoiler!) estos músicos en cuestión nunca llegaron aquí. 

 

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El caso es que allí donde se emplaza la figura que representa esta fábula de fama universal se verá siempre una fila de turistas dispuestos a inmortalizarse con ellos. El ritual es muy fácil: agarrar con las dos manos las patas del asno, cerrar los ojos y pedir un deseo. Después será la superstición la que haga, o no, de las suyas. 

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RINCONES IDÍLICOS 

Más allá de los icónicos personajes, lo cierto es que Bremen destila un aire de fantasía que se cuela por cada ranura de su casco viejo, todo trazado de piedra. Como una maqueta perfecta, nada desentona en este cogollo monumental que esconde rincones idílicos como el barrio de Schnoor, con sus casas de colores pastel y sus coquetas callejuelas, tan pulcras que hasta da reparo pisar.  

 

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Es aquí donde brilla el esplendor pasado de los astilleros, que elevaron la ciudad a la gloria y dejaron para siempre latente el ambiente de los comerciantes. A uno de ellos, precisamente, se debe otra de las postales perfectas: la llamada Böttcherstraße, una calle expresionista que, además de una fantasía arquitectónica, se trata del sueño cumplido de un importante mercader de café empeñado en condensar, en apenas cien metros, un universo de miradores, soportales y pasadizos, que dan paso a tiendas de té, talleres artesanales y selectos restaurantes. 

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Tarde o temprano, eso sí, el paseo por el Bremen de cuento concluirá muy cerca de los músicos, en la bella e imponente Marktplatz. Esta plaza, presidida por las torres gemelas de la catedral de San Pedro, es el epicentro de la ciudad. Es aquí donde se eleva el ayuntamiento gótico, que tiene una curiosidad: en su bodega, con 600 años de tradición, reposa la mayor colección de vinos alemanes que alcanza nada menos que 650 tipos. 

 

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VENA REBELDE 

Pero sería un error quedarse tan solo con esta faceta de Bremen, tan impecable y perfumada. Porque esta ciudad también tiene una vena rebelde, un punto ajeno a la zona de confort, un rincón donde soltarse la melena. Se llama Das Viertel (literamente, el barrio) y nació en los años 70 al calor de los bajos precios de la vivienda en lo que había sido, durante años, un auténtico lodazal. 

 

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Estudiantes, artistas y bohemios encontraron su lugar en el mundo en esta zona fea y decrépita, excluida de la reconstrucción posterior a la II Guerra Mundial. Ellos mismos rehabilitaron las casas, adecentaron las calles y sembraron la simiente de lo que es el distrito: un soplo de libertad juvenil separado del centro por tan solo una cuesta abajo. 

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EFERVESCENCIA ABSOLUTA 

Entrar en Das Viertel es constatar que, de pronto, las fachadas están cubiertas de grafitis, los bares se multiplican y la gente exhibe un look más abierto y desenfadado. Más o menos, como en todos los sectores del mundo presos de la gentrificación. Pero con una particularidad añadida: un sentido y eficaz espíritu de comunidad. 

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En Das Viertel todo fluye con naturalidad: la limpieza a cargo de los propios vecinos, los locales nocturnos sin hora de cierre, los comercios pequeños (nada de grandes cadenas) y con precios más asequibles, los eventos que patrocinan la propia asociación del barrio. El resto: cafés con encanto, restaurantes de cocina multiétnica, boutiques de segunda mano, mercadillos de objetos vintages y club al estilo de Berlín, pero en versión modesta, que presumen de su oferta de noches eternas. 

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Ostertorsteinweg, Vor dem Steintor y Am Dobben son las arterias principales de esta otra cara de Bremen en la que prima la conciencia medioambiental, el gusto por lo sostenible y el salirse, en definitiva, de lo correctamente establecido. Será por eso por lo que, entre estas calles, cuentan con orgullo sus habitantes, se fraguó el Mayo del 68 alemán. 

 

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