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Así es la sorprendente ciudad zamorana con bodegas secretas, tesoros medievales y vinos que conquistan el mundo


Una villa que conserva el color de su pasado en la piedra policromada de su colegiata y la fuerza de su futuro en viñedos que se reinventan con proyectos vanguardistas y respetuosos con la tierra.


Espectacular pórtico policromado de la Colegiata románica de Toro en Zamora© Javier García Blanco
7 de noviembre de 2025 - 15:31 CET

La sensación que uno tiene al acercarse a esta ciudad zamorana es la de una localidad que se eleva casi cien metros sobre el Duero, dominando la inmensidad de la llanura castellana desde un cerro estratégico. Asomarse al mirador de El Espolón es comprender de un vistazo la historia de la villa. Abajo, el río traza una curva mansa, regando la vega, mientras el puente medieval recuerda su condición de cruce de caminos. A un lado, el Alcázar, origen de la ciudad y escenario de batallas que decidieron reinos, como la que enfrentó a Juana la Beltraneja con Isabel la Católica. Es una estampa de una belleza serena que invita a la contemplación.

Río Duero y puente desde el mirador de El Espolón en Toro, Zamora© Javier García Blanco

Ya sabréis que hablamos de Toro, ciudad declarada Conjunto Histórico-Artístico gracias a su espectacular legado monumental, que se descubre en un paseo sosegado por sus calles empedradas, pero que también desvela otros muchos tesoros vinculados al paladar y a la tradición vinícola que define su identidad.

La colegiata y su pórtico multicolor

El corazón de la ciudad, su símbolo indiscutible, es la colegiata de Santa María la Mayor. Iniciada a finales del siglo XII, este magnífico templo cabalga entre el románico tardío y los primeros ensayos del gótico. Su imponente cimborrio de influencia bizantina, emparentado con los de Zamora y Salamanca, domina el perfil urbano y se divisa desde la distancia.

Colegiata románica de Toro en Zamora© Javier García Blanco
Verraco en la ciudad de Toro, Zamora© Javier García Blanco

Pero la verdadera joya, la que deja sin aliento, se esconde en su interior. Es la Portada de la Majestad, un espectacular conjunto escultórico del siglo XIII que, milagrosamente, conserva su policromía original casi intacta. Cruzar este umbral es como entrar en un retablo de piedra pintada, una experiencia que muy pocos monumentos españoles pueden ofrecer. Músicos, profetas, apóstoles y arcángeles acompañan a la figura de la Virgen y la escena del Juicio Final con una viveza cromática que transporta al espectador directamente a la Edad Media. El azul intenso de los mantos, los rojos y dorados de las vestiduras, la delicadeza de los rostros… cada detalle convierte esta portada en una pieza única del gótico español. 

Espectacular pórtico policromado de la Colegiata románica de Toro en Zamora© Javier García Blanco

Antes de irse hay que buscar el curioso cuadro de La Virgen de la Moscauna tabla flamenca del XVI donde un diminuto insecto, pintado con asombroso realismo, se posa sobre la túnica de la Virgen. Este pequeño detalle ha generado todo tipo de teorías y leyendas, que los guías locales cuentan con deleite. 

Casas nobles, palacios y otras joyas junto al casco histórico

Dejando atrás la colegiata, el paseo por el centro histórico revela otros tesoros. El Alcázar, que sirvió de bastión al ejército luso durante la Guerra de Sucesión, es hoy un centro de recepción de visitantes desde cuyo adarve se obtienen vistas privilegiadas de la vega y el sinuoso cauce del Duero. A sus pies, vigilante y enigmático, descansa un verraco prehistórico, testimonio del pasado vacceo de la ciudad.

Torre del Reloj en Toro, Zamora© Javier García Blanco

No muy lejos se alza la Torre del Reloj, levantada sobre una antigua puerta de la muralla. La tradición local, siempre tan apegada a su producto estrella, asegura que, ante la escasez de agua durante su construcción, el mortero se amasó con vino. Verdad o leyenda, la torre sigue marcando el ritmo de la ciudad desde hace siglos.

Una de las paradas más singulares es la plaza de toros, construida en 1828. Su singularidad no reside solo en su antigüedad –es una de las más veteranas de España–, sino en sus materiales: está levantada íntegramente en madera sobre muros de tapial y ladrillo, un ejemplo excepcional de arquitectura popular que ha resistido casi dos siglos de festejos.

Plaza de Toros de Toro en Zamora© Javier García Blanco

El patrimonio de Toro cuenta también con un importante conjunto de iglesias mudéjares, construidas en ladrillo entre los siglos XII y XIII. Templos como San Lorenzo el Real, que guarda un sepulcro gótico-flamenco, o San Salvador de los Caballeros, antigua sede templaria, salpican la ciudad de sobria belleza y recuerdan el esplendor medieval de la villa.

Entre las casonas nobles y palacios que jalonan el casco histórico, destaca el de los condes de Requena. Su patio gótico-renacentista –tiene otro más moderno, del siglo XIX– está decorado con escenas de caza y tauromaquia. Pero su mayor secreto está bajo tierra: una espectacular bodega subterránea que sirve de perfecta antesala al otro gran protagonista de Toro: el vino. 

Centro histórico de Toro, Zamora© Javier García Blanco

Es hora de tomar un buen vino

Si la Toro monumental está a la vista, la Toro vinícola está, en gran medida, oculta: el subsuelo de la ciudad está horadado por cientos de bodegas tradicionales, excavadas bajo las propias casas a lo largo de los siglos. Durante generaciones, fueron el corazón económico de la villa, y hoy se pueden adivinar desde la calle gracias a las “zarzeras” o respiraderos que salpican las fachadas como pequeñas ventanas al mundo subterráneo.

Finca Volvoreta en Sanzoles, Zamora© Javier García Blanco

Muchas de ellas, tras un largo abandono, han sido recuperadas y dignificadas. Hoy es posible visitar varias de titularidad pública que forman una fascinante ruta subterránea bajo las calles empedradas. Se puede descubrir la bodega del Ayuntamiento, bajo la Plaza Mayor; la del palacio de los condes de Requena; la de la Cámara Agraria, conocida cariñosamente como “La Niña Bonita” –que alberga un centro de interpretación del vino de Toro–, o las del Antiguo Hospital y el palacio de Valparaíso. Un recorrido fascinante que permite comprender cómo el vino ha modelado la arquitectura y la vida de la ciudad.

Y es que Toro y vino son casi sinónimos. La comarca atesora cerca de sesenta bodegas adscritas a la D.O. y un patrimonio vitivinícola que hunde sus raíces en siglos de cultivo y comercio. Aquí manda la uva Tinta de Toro, una variedad de tempranillo adaptada a este clima extremo de inviernos gélidos y veranos abrasadores, que da cuerpo y alma a sus vinos. Pero lejos de la fama de vinos rudos que arrastró la zona durante años, la D.O. vive una auténtica revolución basada en la elegancia, la frescura y el respeto al terruño.

Bodega Pagos de Rey en Toro, Zamora© Javier García Blanco
Bodega Pagos de Rey.

Para comprender la historia vinícola de la región conviene acercarse a Morales de Toro, donde la familia Solís abrió el Museo del Vino Pagos del Rey. Instalado en la antigua cooperativa Virgen de las Viñas, conserva los 28 depósitos de hormigón originales y una cubierta singular en una nave de mil metros cuadrados. La museografía –piezas, audiovisuales y paneles interactivos– enlaza tradición y modernidad y permite un viaje ameno por la historia del vino en la región.

Museo del Vino de Pagos de Rey en Toro, Zamora© Javier García Blanco
Museo del Vino de Pagos de Rey.

De regreso a la villa, la ruta puede continuar con una cata en Bodegas Bigardo, una parada que muchos amantes del vino ya han convertido en rito. El proyecto de los hermanos Kiko y Noelia Calvo es una “rebelión” contra lo establecido. Kiko –que peregrinó durante años por viñedos de Francia, Australia, Chile, Argentina y Estados Unidos– prefiere hablar de “vino lógico”, huyendo de etiquetas como ecológico o crianza. Es un vino “gamberro”, de mínima intervención, que busca expresar el sabor genuino y la frescura de la Tinta de Toro sin las ataduras que el mercado a veces impone, aunque sin olvidar las enseñanzas de la tradición familiar.

Toro, Zamora, Bigardo Kike y Noelia Calvo Bodegas Bigardo© Javier García Blanco
Bigardo Kike y Noelia Calvo de Bodegas Bigardo

Otro buen ejemplo de este respeto por el terruño que caracteriza a los productores toresanos lo encarna Finca Volvoreta, en la cercana Sanzoles. Allí, en viñedos ubicados a 800 metros de altitud, la joven viticultora María Alfonso reivindica un trabajo respetuoso con el ecosistema, recuperando métodos artesanales y tradiciones como el uso de ánforas de barro para la crianza de sus vinos, que van cobrando cuerpo y personalidad en bodegas centenarias. 

Finca Volvoreta en Sanzoles, Zamora© Javier García Blanco
Finca Volvoreta en Sanzoles
Finca Volvoreta en Sanzoles, Zamora© Javier García Blanco
Finca Volvoreta en Sanzoles

De ruta gastro (porque no todo iba a ser piedra)

La gastronomía de Toro bebe, literalmente, del vino, pero también se nutre de la rica huerta que crece en la vega del Duero, que produce verduras y hortalizas que llegan frescas a la mesa. El queso es otro de los grandes productos de la zona, con una larga tradición con siglos de antigüedad. Para descubrirlo, conviene visitar el Museo del Queso Chillón, una empresa familiar que elabora deliciosos quesos desde 1890. El recorrido por la historia de cuatro generaciones de maestros queseros culmina con una degustación de sus variedades, acompañadas, cómo no, de embutido ibérico y vino de Toro.

Museo del Queso Chillón en Toro, Zamora© Javier García Blanco
Museo del Queso Chillón

Esta despensa de calidad se refleja en los restaurantes de la ciudad. Para una experiencia tradicional, La Colegiata, a los pies del templo, ofrece un memorable rabo de toro estofado al tinto de Toro y un no menos canónico arroz a la zamorana, platos que rinden homenaje a la cocina de toda la vida. Otro clásico de la hostelería toresana es Doña Negra, con una bodega inabarcable y platos como el bacalao confitado con pimientos asados, el tostón con judías verdes o el chuletón de ternera de Aliste.

De vinos por Toro, en Zamora© Javier García Blanco

Y para el tapeo, el epicentro es la Plaza Mayor. En Latinta (reconocido con un Solete Repsol), de decoración moderna y ambiente desenfadado, destacan propuestas que van desde el pastrami a hamburguesas de ternera madurada, con guiños a la cocina internacional sin perder de vista el producto local. Mientras, en La Esquina de Colás (otro Solete) bordan las raciones: sardinas marinadas con crujiente de jamón, pincho de bacalao al champán o guiso de pluma ibérica con toque de chocolate, son solo algunas de las opciones, siempre acompañadas de una excelente selección de vinos de la tierra.

Centro histórico de Toro, Zamora© Javier García Blanco

Toro es, en definitiva, una ciudad de doble fondo. La que se ve, monumental y erguida sobre el Duero, y la que se intuye y saborea, subterránea y ligada a la tierra. Una ciudad que conserva el color de su pasado en la piedra policromada de su colegiata y la fuerza de su futuro en cada copa de Tinta de Toro.

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